DUNE v.o.s.e 136′

Dune, EE.UU., 1984

16 enero 2026 | 21:00 h
  • Sala Máxima | Espacio V Centenario

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16 enero 2026 | 21:00 h
  • Sala Máxima | Espacio V Centenario

(…) El argumento de DUNE es complicado, pero no tanto como parece. Si dejas que todo fluya es mucho mejor. Hemos descubierto que los niños de 10 ó 12 años, lo que hacen es sentarse en su butaca y ver y oír lo mismo que un adulto, pero sin tratar de aprehenderlo todo. Enseguida empiezan a recibir sensaciones en vez de ideas: lo viven como una experiencia. (…) Simplemente no debería haber hecho nunca DUNE, una propuesta demasiado ambiciosa (…). Pero aprendí algo fundamental: no quiero hacer más superproducciones (…). No pude decidir el montaje final. Me provocó una tristeza enorme, porque me sentía como si me hubiera vendido, y encima la película fracasó. Si haces aquello en lo que crees y fracasas es una cosa: puedes seguir soportándote. Pero si no, es como morir dos veces. Resulta dolorosísimo (…).                       

David Lynch

(…) DUNE es una obra fundamentalmente de formas. A Lynch le interesa muy especialmente la expresión cinematográfica de una aventura en que se multiplican los mundos extraños, los sueños, oscuros complots, las miradas de seres diferentes y extraños (…). Es una de las tentativas más arriesgadas y personales realizadas dentro del género, acreedora de algunos de los momentos de cine más intensos de la ciencia-ficción cinematográfica (…). Pero es una película parcialmente fallida. Lynch no consigue coordinar satisfactoriamente la dispersión tonal del relato, las tímidas propuestas del guion, y el tratamiento, excesivamente conceptual, de las mismas (…).

(…) Es completamente absurdo que los cineastas no puedan hacer las películas como quieran. Pero en esta industria resulta bastante habitual. Yo vengo del mundo de la pintura. Y un pintor no tiene esas preocupaciones. Un pintor pinta un cuadro. Nadie viene y le dice: ‘cambia eso a azul’. Es de risa pensar que una película significará algo si todo el mundo mete baza. Si te conceden el derecho de filmar la película, te deben el derecho a rodarla tal y como te parece que debería hacerse. De modo que para mí DUNE significó un gran fracaso (…).                                                                

David Lynch

(…) Sobre DUNE gravitó -y gravita- la pesadumbrosa y manida letanía que frecuentemente se increpa contra este tipo de productos, sentenciando dogmáticamente que “donde hay dinero no hay talento”. Hubo, incluso, quien acusó a Lynch de haber destrozado la novela de Herbert al intentar sojuzgarla a sus intereses cinematográficos (…). Se nota con inusitada fuerza el deseo del cineasta por distanciarse de los esquemas tradicionales del género que maneja. Por ello, el espectador que se acerque a DUNE esperando una especie de La guerra de las galaxias con más misticismo filosófico, quedara notablemente desconcertado.

(…) En una elección sumamente inteligente y coherente de lo que debe ser la relación entre cine y literatura, Lynch se ha acercado a la esencia de la novela de Herbert por lógica omisión (…), sin que ello sea óbice para que el film sea una adaptación muy fiel de aquella. (…). Urge señalar aquí la escasa calidad literaria de la obra, y su dudoso, amén de petulante y pedestre, intento de orquestar una space-opera repleta de citas y referencias culturales mal disimuladas -cfr. las influencias de las mitologías nórdica, islámica, y judeocristiana, los soslayados homenajes shakespearianos, los abundantes apuntes psicoanalíticos, etnológicos…

(…) Película de belleza fragmentaria y compulsiva, de tenue atmósfera mística, y a la vez, tétrica, de sombríos personajes y arquitecturas góticas, Dune está provista de un poder de sugestión impensable en este género (…), alcanza unas sorprendentes cotas de abstracción buscando, prioritariamente, transmitir al espectador sensaciones en vez de ideas, convertir el film en una “experiencia”. (…) Los encuadres buscan con frecuencia expresar lo sensitivo y lo onírico… Los primeros planos, muy numerosos, denotan la estrecha vinculación entre los personajes, los hechos intuidos, y las controversias espirituales. (…) El film propone la oposición del individuo contra la masa, del futuro al presente, de la naturaleza a la máquina; la revuelta del yo en contra de una sociedad industrial, materialista, y belicosa, que sacrifica y humilla valores humanos (…).

(…) DUNE no es una película discursiva; no está sometida a la dictadura del mensaje articulado por los “grandes” temas de la novela de Frank Herbert, la parábola ecologista y cierto existencialismo “hippy” avant la lettre (…). Pero es de reconocer su desigual imbricación en la historia y su desarrollo narrativo. Naufraga en los instantes en que Lynch no sabe -o no puede- liberarse del lastre que supone la plúmbea novela de Frank Herbert (…).

(…) El cineasta compone dos bloques radicalmente diferenciados: por un lado las secuencias que se desarrollan en el majestuoso palacio del Emperador Shadam IV, por otro, todas las secuencias que giran en tomo a los Fremen, una raza combativa que vive en el desierto y que basa toda su cultura e ideología en la ausencia del agua y en el estímulo final que puede proporcionar la llamada “Agua de la Vida”; por último, y sabiendo perfectamente que tiene que realizar un producto vendible y espectacular, Lynch se aparta de estos dos bloques y compone una deficiente y acomodada secuencia de lucha final. (…) Consciente de que lo que pretendía narrar era una historia protagonizada por extraterrestres que ni son de nuestro mundo, ni piensan ni se comportan exactamente igual que nosotros por mucho que se nos parezcan, Lynch imprimió a DUNE de una frialdad y un distanciamiento dramáticos muy interesantes, que erigen la película en uno de los más raros, y caros, experimentos de la historia del cine de Hollywood. A fin de no crear una distancia excesiva entre espectador y personajes, Lynch recurre a determinados estereotipos para caracterizarlos, y hacerlos así mínimamente reconocibles.  Habrá quien vea en esto maniqueísmo; quizás sea, más bien, una extraña poesía macabra que se sostiene sobre esa negativa a empatizar con los personajes por parte del realizador. Desde este punto de vista, es una de las más radicales películas fantásticas jamás realizadas.

(…) DUNE es un film a reivindicar; resultado de dos posturas bien diferentes -nada tiene que ver el cine producido por Dino de Laurentiis con el realizado por Lynch-, cristalizadas en un todo armónico, pero con deficiencias (…). Lynch ha conseguido una película ni peor ni mejor que sus anteriores films, simplemente diferente (…).

Texto (extractos):

David Lynch, Catching the big fish, Bodkind, 2006 

(Atrapa el pez dorado, Reservoir Books, 2022)

Quim Casas, “Dune”, en Crítica Estrenos, Dirigido, abril 1985. 

Antonio José Navarro, “Dune o el falso fracaso”, 

en dossier “David Lynch: la irresistible atracción del abismo”, 

Dirigido, diciembre 1990.

Tomás Fernández Valentí, “Dune: imágenes de otros planetas”, 

en dossier “David Lynch, mundos extraños”, Dirigido, febrero 2016.

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