El club de la lucha (1999)

Área de Cine y Audiovisual

   “Estoy muy orgulloso de lo que hice en EL CLUB DE LA LUCHA. Para mí fue una gran experiencia, porque pude contar de forma cinematográfica uno de mis libros favoritos. Por lo tanto, estoy muy contento con el resultado. Creo que todos estábamos muy felices con la película, incluyendo el estudio, hasta que la llevamos al Festival de Venecia. AIIi tuvimos una de las peores sesiones de todos los tiempos. No recuerdo si era la sesión de cierre o la de apertura, pero confiábamos en que los italianos verían las sutilezas y la irreverencia del film. Llegamos, recorrimos la alfombra roja, todo el mundo estaba entusiasmado, nos saludaban, nos daban la mano. Nos sentamos en la sala y entonces nos dimos cuenta de que la persona más joven en toda el público era Giorgio Armani. No estabamos muy seguros de que fuera el mejor público para una película que hablaba de las ansiedades de la generación X.”

David Fincher

Presentación y Análisis

   ¿A qué nos referimos cuando hablamos del estilo de un film? EL CLUB DE LA LUCHA supone un buen ejemplo práctico para responder a dicha cuestión. Como ya quedó demostrado en SEVEN o The Game, el estilo es la creación de un universo expresivo propio. Sin él, las grandes ideas de guión basculan entre un hábil encadenado de anécdotas y algunas ocurrentes tonterías. El vivaz estilo de Fincher se asienta en una majestuosa combinación de detalles visuales, capaces de provocar esa chispa sensual sin la cual un film está muerto. Detalles que establecen la interacción entre las diversas tramas y líneas temáticas; que marcan los distintos giros que el autor introduce en el relato para provocar éste o aquel efecto directo o indirecto.

   Así pues, EL CLUB DE LA LUCHA plantea la relectura del texto en que se basa para, poco a poco, aproximarse al universo cinematográfico de David Fincher: los equívocos, las realidades imaginadas, las zonas de sombra, el horror, los sueños manchados por una realidad terrible, la búsqueda de lo que se sabe perdido de antemano, las voces de lugares próximos al infierno, la muerte… Emociones evocadas gracias a un delicado travelling o un estudiado juego de luces; mediante un decorado de corte expresionista o un objeto captado de manera distraída… Existe un inequívoco lirismo en EL CLUB DE LA LUCHA que muestra su aversión hacia el decadente mundo que nos rodea de un modo inmediato y desgarrador, construyendo goticismos irracionales y atormentados. Lirismo nihilista, de negros contornos románticos, que nace del texto literario ideado por Chuck Palahniuk.

   Lenta e insidiosamente, la amplia geografía urbana de los Estados Unidos se ve perturbada por una tenebrosa actividad humana. Cada noche de cada fin de semana, hombres de las más variada clase y condición -ejecutivos bien remunerados o parados sin subsidio de desempleo, blancos y negros, petimetres y colgados, gordos y flacos…-, se concentran en lugares solitarios, bien sean sucios sótanos o áridos parkings, para pelear entre ellos. No hay motivo alguno para el combate, sin odios ni rencores; nada de camisas ni zapatos; dos hombres por combate; un combate cada vez; cuando uno de los contendientes se rinde, la pelea se acaba… Pero, sobre todo, una sola regla: nadie debe hablar del club de la lucha…

   Este es, muy esquemáticamente, el argumento de la novela del norteamericano Chuck PalahniukClub de lucha”. Pero bajo los vistosos ropajes de un sórdido thriller se esconde algo más. Nacido en Portland, Oregón, en 1964, Palahniuk escribió “Club de lucha” mortificado por la rabia hacia una sociedad alienante que niega cualquier oportunidad de realización personal bajo los dictados del consumismo, de la ilusión mediática, del aislamiento emocional, de la paranoia colectiva. “Somos los hijos medianos de la historia, educados por la televisión para creer que un día seremos millonarios y estrellas del cine y estrellas del rock. Pero no es así. Y acabamos de darnos cuenta”, afirma el escritor. La violencia es la rudimentaria catarsis que alienta en los individuos el esquivo espejismo de una total confianza en sí mismos. “En ningún sitio te sientes tan vivo como en el club de la lucha, peleando un tío y tú bajo esa luz solitaria, mientras los demás te observan. En el club de la lucha no se trata de ganar o perder el combate. Ves a un tío entrar por vez primera en el club de la lucha y su culo parece una hogaza de pan. Ese mismo tío, dentro de seis meses, parece tallado en madera y se cree capaz de todo”, explica el anónimo Narrador de la historia.

   Pero tan efímera plenitud vital, alcanzada entre ojos hinchados y narices rotas, elogiada en medio de la sangre y la bilis, es el camino hacia la ruptura con una sociedad que anula al individuo. “Estoy rompiendo las ataduras a las fuerzas físicas y las posesiones terrenas, ya que sólo mediante la autodestrucción llegaré a descubrir el poder superior del espíritu”, sentencia Tyler Durden, inventor del club de la lucha. ¿Poeta del lado oscuro de la condición humana? ¿Descubridor de lo abominable que anida dentro de la realidad cotidiana? Sea como fuere, Tyler Durden y el Narrador sin nombre son el mismo individuo, los Jekyll y Hyde de un fin de siglo sombrío, lleno de interrogantes. “Tyler Durden es un transtorno disociativo de la personalidad. Un estado de fuga psicogénica (…) Luchaba contra todas las cosas que odiaba en la vida (…) Pero yo necesito mi apartamento, mi empleo, mis muebles suecos, aquello que hace mi infeliz vida más cómoda”, grita la torturada mente del protagonista. A caballo entre Robert Louis Stevenson y Raymond Carver, “Club de lucha” combina de forma harto irregular un desvaído tono alucinatorio próximo a la locura y un agrio sentimiento de pérdida existencial. Sin embargo, la escritura de Chuck Palahniuk, seca, minimalista, tal vez algo superficial, malogra en parte una magnífica idea.

   Fincher destruye la impresión de seguridad del espectador enfrentándolo a aquello que no conoce: su propio yo en rebeldía con la sociedad que le envuelve. Pero lo hace trazando un perfil discontinuo e irónico de la narración; en parte acendradamente provocativo y salvaje, en parte metódico y casi experimental. Esta duplicidad, lejos de ser contrastada, se revela como una compacta intencionalidad. La inquietud en la pasión y en el intelecto constituyen la disconformidad con las actuales condiciones de vida moral y material. La primera hace palpables los signos de esa angustia; la segunda busca las salidas adecuadas para toda la energía liberadora, aquí presente en la locura y la muerte.

   Lo más sorprendente en EL CLUB DE LA LUCHA es la libertad que exhibe su autor al correr riesgos, entre los cuales figuran no inscribir su película a ningún género más o menos codificado, abatir la lógica de la narrativa convencional sin ser tramposo, o creer en una forma cinematográfica abierta, donde todo es válido y nada concluyente. Aquel prodigioso momento en que el Narrador se ‘sale’ del relato para explicarnos quién es Tyler Durden, al tiempo que éste desarrolla sus variopintas actividades laborales y subversivas, ilustra la anterior reflexión. El Narrador, pese hallarse en el espacio fílmico de la acción, se asemeja a un locutor televisivo, ajeno a lo que describe; y aunque Tyler Durden pervierta cine infantil insertando fotogramas pornográficos cuando ejerce de proyeccionista, u orine en la sopa del refinado restaurante donde sirve mesas, ello no le impide rectificar las apreciaciones del Narrador, si bien no forma parte de su mundo físico, de su espacio vital.

   La rítmica esquizofrenia que preside la secuencia -y toda la película en general- carece de trucos. El Narrador y Tyler Durden, el Jekyll de las grandes frustraciones y el Hyde de la desenfrenada -y peligrosa- utopía, son las fuerzas sobre las que David Fincher construye la entidad del relato.

   Ficha técnica

  • Año.- 1999.
  • Duración.-  139 minutos.
  • País.- EE.UU.  
  • Género.-  Drama psicológico.
  • Título Original.- Fight club.
  • Director.- David Fincher.
  • Argumento.- La novela homónima (1996) de Chuck Palahniuk.
  • Guión.- Jim Uhls.
  • Fotografía.- Jeff Cronenweth (Panavisión Super 35- Technicolor).
  • Montaje.- James Haygood.
  • Música.- The Dust Brothers.
  • Productor.- Art Linson, Cean Chaffin y Ross Grayson Bell.
  • Producción.- Linson Films – Fox 2000 Pictures – Regency Enterprises para 20th Century Fox.
  • Intérpretes.- Brad Pitt (Tyler Durden), Edward Norton (el Narrador), Helena Bonham-Carter (Marla Singer), ‘Meat Loaf’ Aday (Robert Paulsen), Jared Leto (Angel Face), Zach Greiner (Richard Chesler), Pat McNamara (Jacobs).
  • Sinopsis.- Un joven hastiado de su gris y monótona vida lucha contra el insomnio. En un viaje en avión conoce a un carismático vendedor de jabón que sostiene una teoría muy particular: el perfeccionismo es cosa de gentes débiles; sólo la autodestrucción hace que la vida merezca la pena. Ambos deciden entonces fundar un club secreto de lucha, donde poder descargar sus frustaciones y su ira, que tendrá un éxito arrollador. (FILMAFFINITY)
  • Premios.- 1 candidatura a los Oscars: Montaje de efectos de sonido (Ren Klyce & Richard Hymns).

   Fuentes: Cuaderno del Cine Club Universitario. La Madraza. Centro de Cultura Contemporánea. Vicerrectorado de Extensión Universitaria. Universidad de Granada.

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