(…) En una época de asombrosos efectos especiales, TRON es una película de vanguardia. No solo genera un universo informático imaginario, sino multitud de ellos. Utilizando el ordenador como herramienta, sus creadores han sido literalmente capaces de imaginar cualquier paisaje ficticio, y luego darle vida, a través de un programa informático animado. E integran a sus actores humanos y sus mundos totalmente imaginarios de forma tan inteligente que nunca se tiene la sensación de estar viendo a un actor frente a, o en medio de, unos efectos especiales. Los personajes habitan este mundo (…). TRON abandona cualquier universo narrativo o visual que hayamos visto antes en una película y traza su propio camino, maravilloso. (…) Ha sido concebida y escrita con un conocimiento de informática que, por suerte, asume que el público comparte. Eso no significa que lo compartamos, sino que somos lo bastante inteligentes para entenderlo y no tener que escuchar largas explicaciones: ¿y si los diminutos “marcianitos” y “comecocos” fueran criaturas reales, gladiadores en miniatura enviados a luchar para diversión de sus desalmados captores? (…) He aquí un espectáculo tecnológico de luz y sonido sensacional y sesudo, elegante y divertido (…) que debe un poco a “Alicia en el país de las maravillas” y un poco más a “Viaje al centro de la Tierra”. Habla de alguien que se aventura en un mundo que es una versión al revés de su entorno cotidiano. Y sitúa ese mundo dentro de un exterior aparentemente seguro y familiar: un ordenador (…).
Texto (extractos):
Roger Ebert, “Tron”, rogerebert.com, 1982