(…) PETER BROOK (1925-2022) fue uno de los nombres capitales no solo del teatro sino de la cultura del siglo XX. Aunque su vida sería el teatro, llegaría a dirigir varias películas algunas de las cuales, caso de El señor de las moscas o MARAT/SADE, alcanzarían gran relevancia. A pesar de sus incursiones cinematográficas y de la incuestionable calidad de varias de ellas, Peter Brook era un hombre de teatro. Su trascendencia va más allá del hecho de ser uno de los grandes analistas y renovadores de este campo de todo el siglo XX y de un superlativo director de actores. Sus investigaciones sobre cada obra que escenificaba o sobre la propia condición del teatro y sus revolucionarios montajes, especialmente los llevados a cabo a partir de los años setenta cuando se traslada a París tras participar en un taller junto a Jean-Louis Barrault, resultaron clave en la evolución del arte dramático.
Con el mundo del cine, empero, mantendría una relación un tanto extraña. En muchos aspectos, el marco cinematográfico supondría para Brook un nuevo campo en el que desarrollar sus tesis teatrales o el trabajo con los actores, realizando un número muy reducido de piezas que oscilarían entre los anclajes con el mundo de la escena y cierta subordinación a la personalidad de los autores con los que colaboraría.
(…) El problema de llevar una obra de teatro a la pantalla se ha abordado de muchas maneras, a menudo con resultados desastrosos, pero es difícil recordar una película que lo resuelva de forma tan triunfal como MARAT/SADE. Debido a su peculiar estructura, nos hacía conscientes en todo momento de la brecha entre el escenario y la realidad. En un primer nivel, los internos del manicomio de Charenton representaban una obra sobre el asesinato del revolucionario francés Marat. En un segundo nivel, sabíamos que la obra estaba dirigida por uno de los internos, el marqués de Sade, para un público compuesto por miembros de la corte de Napoleón. En el tercer nivel estaba la tensión durante la producción. ¿Serían capaces los reclusos, constantemente distraídos de la obra por sus diversas formas de locura, de terminarla? ¿Se amotinarían primero? ¿Permitiría el director que la subversiva obra del marqués continuara aunque no lo hicieran? Y, por supuesto, estaba la dramática situación en sí misma. Se trataba de una obra representada aparentemente en 1808 por locos, ante un público reaccionario, quince años después de la muerte de la Revolución.
(…) El único poder que tiene un director de cine, y que no tiene un director de teatro, es el poder de obligarnos a ver lo que él quiere que veamos. En el teatro, podemos mirar a cualquier parte del escenario. Pero en el cine, la cámara se convierte en nuestro ojo y el director mira por nosotros. A lo que seguía siendo esencialmente una obra de teatro, Brook añadió las técnicas del cine. En MARAT/SADE, Brook utiliza dos cámaras. Una está en lo alto, bajo el techo, mirando con indiferencia tanto a la celda como al público. La otra está en la jaula con los locos, sondeando, investigando, girando para mirar a los actores que hay detrás. Con escenas magníficas, una violencia creciente (Grotowski no es ajeno), entre las canciones que “distancian” (Brecht, es el otro referente) más la influencia de Antonin Artaud y su “teatro pobre”, se desgranan, con causticidad, los diálogos más importantes (no son de “demente”): los comentarios del Marqués, sus conversaciones con Marat…, este es el verdadero eje ideológico del film. (…) Peter Brook dota a la escenografía de un tono expresionista, que se puede comprobar tanto en la ambientación, recargada y deprimente del centro médico como en el maquillaje de los actores (el coro es donde queda más patente), o incluso en los propios gestos de los enfermos.
(…) La película de Brook es paralela al free cinema y al teatro de los “jóvenes airados” (John Osborne, “Mirando hacia atrás con ira”, da el nombre, y lo sigue Harold Pinter), pero todo ello, unido al “teatro de la crueldad”, ya citado, influyen en Weiss, que se está dirigiendo hacia otra línea, y a la “furia” de la dirección. (…) Brook consigue algo muy difícil. Ha tomado una obra importante, la ha hecho más inmediata y poderosa de lo que era en el escenario y, al mismo tiempo, ha creado una película distinguida y brillante (…).
Texto (extractos):
Roger Ebert, rogerebert.com, may 2, 1967
Joaquín Valet Rodrigo, “In memoriam: Peter Brook, el teatro en las venas”, Dirigido, octubre 2022.