(…) Cuando LEOPOLDO TORRE NILSSON (1924-1978) dirigió su primera película en 1954, había realizado ya un corto de carácter experimental y codirigido dos largometrajes con su padre, Leopoldo Torre Ríos. Torre Nilsson trabajó como ayudante de su padre a partir de los 15 años; y a los 29 había colaborado ya en 19 películas. (…) Esos sólidos cimientos profesionales le resultaron de gran utilidad cuando, en tiempos difíciles, logró mantener su cotización y prestigio a pesar de verse obligado a realizar películas con las que no se sentía demasiado identificado, algo que los directores argentinos más jóvenes no fueron capaces de lograr. (…) Tras unos cuantos intentos poco estimulantes de realizar proyectos comerciales, Torre Nilsson definió su terreno personal y logró el reconocimiento internacional con La casa del ángel (1957). Con esta historia de una adolescente incapaz de alejarse del hombre que la “violó”, el estilo de Torre Nilsson se hizo finalmente reconocible. La casa del ángel inaugura una etapa fundamental de su filmografía. (…) A partir de ella, sus temas se desarrollarán en torno al fin de la inocencia y la búsqueda de una identidad, así como las dudas surgidas de una cultura desarraigada. Su mayor aporte está en que los aborda a través del artificio, del uso de encuadres y planos que enfatizan la enunciación estética hiperculta. También distinguen a sus realizaciones los personajes de una burguesía en descomposición moral, de la que sobresalen los adolescentes. Y su potencia expresiva está dada porque objetos y ambientes asumen roles protagónicos. En la erección de ese universo jugó gran papel Beatriz Guido, su esposa y colaboradora que, sin ser una gran escritora, consiguió dibujar un universo muy atractivo para sus numerosos lectores. El relato básico ya se articula claramente en La casa del ángel: el mismo consiste en un joven (generalmente de sexo femenino) que es testigo de la degradación familiar que, finalmente, lo arrastra en la caída. Otro de los elementos son las casas, con sus espacios vedados, donde se esconden enigmas. Y “una” transgresión, que es la única manera en que los personajes pueden satisfacer las demandas del deseo. Mientras tanto, por las ventanas se filtra la realidad social, que adquiere mayor fuerza cuanto más se la niega. De ahí que la denominación de “realismo fantástico” sea muy adecuada para esta etapa de Nilsson (…). Sin duda, LA MANO EN LA TRAMPA (1961) es la mejor y más elaborada de todas las películas de este grupo/etapa. En ella, la decadencia, el prejuicio social y sexual y la transgresión reprimida vuelven a ser los ejes temáticos, pero esta vez Nilsson y Guido suprimen el plano político y las digresiones. Esa concentración dramática y la audacia formal dan por resultado una obra maestra. La presencia de Elsa Daniel nunca revistió tanta ambigüedad como en esa muchacha que busca la verdad, aunque eso la condene a repetir la historia de otra mujer de su familia… y con el mismo hombre (…).
Textos (extractos):
César Maranghello, Breve historia del cine argentino,
Laertes, 2005
AA.VV., Historia Universal del Cine, vol. 8º, Planeta, 1982