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14 enero 2025 | 21:00
  • Sala Máxima | Espacio V Centenario

(…) “No era mi intención criticar directamente a la burguesía. Ahora bien, cuando se está en desacuerdo con la sociedad donde se vive es evidente que tiene que notarse. Pero no, realmente pienso que no me interesaba estudiar las relaciones humanas al nivel de destrozo de una clase social. Por tanto puede verse una crítica a la burguesía en LA MADRIGUERA, pero lo verdaderamente cierto es que no ha sido provocado directamente por mí”. (…)

Texto (extractos):
Antonio Castro, “Entrevista con Carlos Saura”, rev. Dirigido, abril 1990.

(…) LA MADRIGUERA es una película acerca de la progresiva descomposición y la muerte de un matrimonio burgués en un caserón clausurado y contiene unas palabras, figuras y varios signos forasteros idóneos en la tarea, consciente o no, de instigarla y obligarla a buscar pasillos alternativos en su perfeccionamiento. Las voces provienen de Geraldine Chaplin. Por primera y única vez es acreditada como guionista. Esta cuestión es interesante. ¿Hasta qué punto la decisión de señalar en los papeles la participación de la actriz en el texto no evidencia un cierto carácter de work in progress que el film parece insinuar en muchas ocasiones, ante todo, en esas representaciones de los actos finales semejantes a performances improvisadas por la pareja de intérpretes para la cámara nerviosa? Por otro lado, el empleo en el papel del esposo de la mujer, el ejecutivo de una fábrica de automóviles, de un actor tan singular como Per Oscarsson refleja de igual modo la determinación de alejarse, al menos en parte, de los cuerpos y las psicologías fotografiadas con anterioridad. (…) Con la entrada en la imagen del sueco se pincha una importante dosis de universalidad espacial y espiritual. Penetra una sugestiva ambigüedad expresiva que distancia por vez primera la mirada del director de sus espacios y la asocia a distintas experiencias europeas de los Nuevos Cines. (…).

Surge así, con su asistencia, un chocante y rico plano híbrido-mestizo que, no obstante, no acaba de encontrar su sitio y prosperar. El intento de anexión a un grupo específico extraño deriva también, posiblemente, de las aportaciones al escrito de un Rafael Azcona interesado en importar a un discurso distinto varias búsquedas trabajadas con Marco Ferreri, o quizá en juguetear con estas en un nuevo universo. Así, LA MADRIGUERA consigue crear, por lo menos en varias secuencias, un enlace y algunas conversaciones con la coetánea Dillinger ha muerto. La experiencia, en efecto, no es demasiado diferente. En un espacio cerrado (el apartamento de Michel Piccoli y la casa del arquitecto Carvajal) se suceden unos rituales de observación y aniquilamiento de la moral burguesa y el posicionamiento de los sexos. Los personajes de las dos películas deambulan por los salones y los pasillos tratando de fundar unos modernos códigos de relación con el entorno, los objetos y, por supuesto, su clase.

En el film de Saura estos procesos comienzan con la exhumación del sótano del viejo mobiliario familiar de Teresa, el papel de Chaplin. La sustitución del moderno cuadro de interiores por una reproducción morbosa de un ayer ostentoso es suficiente para lanzar la serie de autodestrucción. Esta parte es la secuela natural de las escenas de supuesta regresión a la infancia de la mujer mostradas en las primeras partes. Dichas láminas, naturalmente, adelantan el peso de los triunfos conquistados muy pronto en el asunto de la navegación por la memoria en La prima Angélica o Elisa, vida mía. Antes del sueño, cerca de la duermevela, Teresa es poseída por el plano del ayer, y, a continuación, ejecuta con su marido una reproducción subjetiva de sus recuerdos. El tratamiento de esta cuestión y la reunión más tarde con las del segundo bloque delatan la identidad de película de transición y búsqueda. (…) LA MADRIGUERA cierra una etapa e intenta inaugurar la próxima. Puede que la conclusión no sea la ambicionada. Eso justificaría, sin duda, el deseo de acabar con la película frente al espectador. En las secuencias últimas Pedro y Teresa, atrapados en sus propios juegos perversos, se convierten en una personificación del film. Arriesgan y desafían con torpeza y cierta precipitación antes de dirigirse a la muerte (…).

Texto (extractos):

Ramón Alfonso, “La madriguera”,

en dossier “Carlos Saura”, Dirigido, abril 2023.

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