19:15 h
Presentación/Diálogo entre Paolo Pinamonti y Juan de Dios Salas
20:30 h
LA SANGRE DE UN POETA (Le sang d’un poète, Jean Cocteau, Francia, 1930) 55 min.
(…) Si nos empeñásemos en conservar a la palabra “poeta” su vinculación originaria con “creación” y quisiéramos entender ésta en la mayor cantidad de sentidos posibles, no solo en su acepción literaria, el más auténtico poeta del siglo XX fue JEAN COCTEAU. En literatura practicó a su modo todos los géneros: el verso, la novela, el teatro, el diario íntimo, el ensayo, la crónica periodística… Pero también escribió argumentos para ballet, fue dibujante, pintor y diseñador (desde figurines hasta el puño de su espada de académico), trabajó como actor y fue director y guionista cinematográfico. El resto de su tiempo libre lo dedicó al opio, a las disquisiciones teológicas, a la vida mundana y las amistades muy particulares con jóvenes hermosos e inteligentes (o, al menos, una de las dos cosas). Conoció a todo el mundo y todo el mundo, antes o después, se encontró con él en una fotografía: fue el más público de los hombres, la representación standard de “artista” cuya presencia y cuyo ingenio adornan todo acontecimiento cultural. Fue gran amigo de Picasso y de Chaplin, adoró fugazmente al campeón de boxeo Al “Panamá” Brown y tuvo el más largo y fiel romance de su vida con el actor Jean Marais. Murió pocas horas después que otra de sus amigas, Edith Piaf. (…)
(…) 1917 supone el primer gran escándalo para Cocteau, con el ballet “Parade”, realizado entre Erik Satie, Pablo Picasso y él mismo. El público, revolucionado, amenazó a los autores. Más de diez años tuvo que esperar el artista para obtener su segundo escándalo sonado con el que no había dejado de soñar: “La voz humana”, en la Comédie Française. Tras varias obras teatrales, poéticas, etc, (…) llegamos a un nuevo escándalo, en esta ocasión debido a su primera película, LA SANGRE DE UN POETA.
(…) Gracias al mecenazgo del vizconde de Noailles (quien produjo también Les Mysteres du Chateau de Dé y La edad de oro), Jean Cocteau decidió trasladar a la pantalla una fantasía órfica, tema mitológico que inauguró en su obra en 1926 con su tragedia teatral “Orphée” y que proseguiría luego en el cine hasta su última película, El testamento de Orfeo (1960). También en “Opium” proclama Cocteau su admiración por Un perro andaluz y La edad de oro, con un entusiasmo que no le será devuelto por los surrealistas ortodoxos, quienes verán en el católico y homosexual Cocteau a un impostor oportunista y J. B. Brunius llegará a calificar cruelmente LA SANGRE DE UN POETA como “las menstruaciones de un poeta”.
Cocteau llega al cine ya cumplidos los 40 años, desde posturas ideológicas ajenas a las de los primeros surrealistas. (…) LA SANGRE DE UN POETA se desarrolla, con voz en off pero sin diálogos sincrónicos, en cuatro episodios, titulados: “La mano herida o las cicatrices del poeta”, “¿Tienen oídos las paredes?”, “La batalla de bolas de nieve” y “La profanación de la hostia” (cita del título de un cuadro de Paolo Uccello). Así, tenemos ejemplos típicos de “paranoia onírica” en la escena obsesiva de la boca en la palma de la mano del poeta y que se resiste a desaparecer, a pesar de sus esfuerzos por borrarla. O en el dificultoso avance del protagonista por el pasillo del Hótel des Folies Dramatiques, como en una pesadilla. O en los palcos con elegante público burgués que contempla con impertinencia la acción en el cuarto episodio. Y tenemos recurrencia onírica en el fusilamiento repetido del mexicano, al ralentí, en la secuencia del hotel. El ralentí y la inversión de movimientos de esta escena quiebran el marco temporal de la vida real, como en los sueños y a partir de esta estrategia onírica no es raro que abunden las convergencias, afinidades o plagios del caudal expresivo surrealista. La lista de “agravios” es extensa (…). Pero el film, en realidad, adopta la forma de un relato personalizado y consciente acerca del destino del autor del film, del poeta (escultor y dibujante, en la ficción), trufado de recuerdos, citas culturales y obsesiones personales. (…) Tan extremado narcisismo es ajeno al espíritu de las obras de Buñuel. El universo muy estilizado de Cocteau, casi abstracto, y de impostación grandilocuente y trágica, no tiene nada que ver con los dos primeros films de Buñuel. (…) En 1955 Cocteau confesaría que la lentitud de su montaje nació como oposición al dinamismo del cine de Hollywood, cuyos dinámicos seriales adoraban en cambio los surrealistas. (…) A pesar de todas las descalificaciones de estos, LA SANGRE DE UN POETA conserva un aura eficaz de inquietante misterio. (…) Su influencia en el cine norteamericano de vanguardia (Curtis Harrington, Kenneth Anger) sería enorme (…).
Texto (extractos):
Fernando Savater, “Los disfraces del ángel”,
Sara Torres, “Trayectoría de Cocteau” y
Román Gubern, “La sangre de un poeta”,
en Cocteau y su tiempo, revista “Nosferatu”, nº 3, abril 1990.