(…) En la secuencia aquí comentada se han inspirado desde Cario Ludovico Bragaglia (La culpa fue del tren, 1942) hasta Woody Allen (La rosa púrpura de El Cairo, 1985). (…) Buster se duerme junto al proyector y Keaton sobreimpresiona su propia imagen para que el efecto quede claro. El protagonista abandona su propio cuerpo y sueña que baja al patio de butacas, penetrando literalmente en la pantalla gracias a un extraordinario efecto logrado con la concepción del decorado y el empleo de la luz. Buster queda atrapado entonces en los cambios de encuadre, presa de la propia esencia del lenguaje cinematográfico mientras -no olvidemos que se trata de su sueño- el público que asiste a la proyección de “Hearts and Pearls” contempla la situación como si fuera lo más normal del mundo. Buster desciende por la escalera de la entrada de una lujosa mansión y ésta se convierte en el pequeño pedestal situado en un jardín. Cuando se dispone a sentarse en él, el pedestal y el jardín se transforman en la bulliciosa calle de una ciudad. La calle es devorada en el cambio de plano para que Buster aparezca encaramado en lo alto de un precipicio. Atisba el fondo para verse de repente en un escenario selvático rodeado de leones. La selva es ahora un agujero del desierto junto a la vía del tren; Buster, impotente ante la sintaxis del cinematógrafo, se sienta en un montículo de arena que es, ya, una roca en el mar. El protagonista se arroja al agua, pero está ha tomado la forma de una montaña nevada. Se apoya en un árbol, pero el montaje lo convierte en el pedestal del jardín donde todo empezó. Keaton funde a negro y encadena con la trama soñada en la que hará acto de presencia el imperturbable Sherlock Jr. La película se vuelve entonces divertida, trepidante y cordial, keatoniana en el movimiento puro y el efecto cómico, pero nosotros, como el dormido Buster, nos hemos quedado atrapados en la azarosa existencia en el cambio de plano, el lugar donde el cine es cine porque allí se inventa verdaderamente el lenguaje (…).
Quim Casas, rev. Dirigido, febrero 2005 (extracto)
José Ignacio Hernández
Pianista y matemático. Comenzó estudiando con artistas de la talla de, Edward Simon, David Kikoski. Fue en Nueva York, donde trabajó por un largo tiempo con el reconocido pianista Bruce Barth y el gran maestro Barry Harris. En la actualidad continúa renovándose con Peter Martín, Fred Hersch y Geoffry Keezer.
Habitual en la escena musical donde colabora en numerosos y variados proyectos. Ha trabajado componiendo música para imagen, siendo pianista acompañante en más de cien películas de cine mudo, en proyectos como “CinemasCombo” y ciclos como el de la “Casa Molino Ángel Ganivet”, “Arrebatados por la Luna cuadrangular”, o “Granada Paradiso”, aparte de festivales o el CineClub Universitario de la UGR.
Entre las formaciones como colaborador, destacamos “Sense of Values Quartet”, “Amalia Chueca Dúo“, “Mimasú”, “Dizz! + Paul Stocker”, “Juan Vinuesa and The Monkeys” grabando varios discos. Junto a Amalia Chueca, ha realizado la banda sonora de distintos documentales: “Deconstruyendo la luz” junto al Instituto de Astrofísica de Andalucía, “Upwards. Understanding planet Mars”. Recientemente se ha presentado en TVE la serie “Territorio Gravedad” (Junio del 2022), serie en la que ha sido compositor de banda sonora junto a Amalia Chueca. Junto a John Ehlis, guitarrista norteamericano ha grabado el disco, “Where the rivers meet” (2019). Su labor didáctica también es extensa, desarrollando actualmente un proyecto concierto-pedagógico sobre la Historia del Jazz.