ZULÚ (1964)

Área de Cine y Audiovisual

 (…) La batalla de Rorke’s Drift [sobre la que trata zulú], la había librado un regimiento galés, y de ahí la fascinación de Stanley por el tema. Decir que él era galés y que estaba orgulloso de ello sería uno de los mayores eufemismos de la historia. La Cruz Victoria es la más alta condecoración al valor que otorga el ejército británico, y el nivel de coraje necesario para merecerla es tan elevado que se ha otorgado a muy pocos, la mayoría a título póstumo. Lo que tuvo de extraordinario la citada batalla es que en ella se luchó con un valor tan ejemplar que se concedieron once Cruces Victoria en un solo día, caso único en los anales militares británicos. (…)

Michael Caine

Presentación

El viernes, 18 de mayo de 2018, a las 21:00 horas, en la Sala Máxima del Espacio V Centenario, el Cineclub Universitario / Aula de Cine proyecta Zulú (1964). Película con la que inicia el ciclo Un rostro en la pantalla (V): Michael Caine (1ª parte: los años 60), en versión original con subtítulos en español. Entrada libre hasta completar aforo.

Un agudo retrato crítico de la mentalidad militar

Aunque Zulú se inclina por el relato épico, no se limita a narrar esa sangrienta batalla de británicos y zulúes para hacer de ella una epopeya colonial. Opone dos tipos de mentalidad militar y diversas formas de entender las costumbres africanas. El teniente de ingenieros John Chard (Stanley Baker), encargado de construir un puente, es un hombre de baja extracción social y poseedor de una fe inquebrantable en la fuerza del trabajo y la convicción personal. El teniente Gonville Bromhead (Michael Caine) procede de una familia aristocrática de tradición militar, y su concepto del ejército es opuesto al de Chard: Se dedica a cazar tigres mientras aquél se encarga de la labor de ingeniería. Durante la primera mitad se narra los preparativos de la batalla y el enfrentamiento que origina esa diferencia de clase (diferencia de mirada, diferencia de pensamiento, diferencias de método) que separa a ambos oficiales, expresado, con más elegancia de lo que podría esperarse, a base de miradas, gestos y actitudes de cuya suma se extrae un agudo retrato crítico de la mentalidad militar.

El carácter del resto de los soldados que conforman la guarnición británica está descrito con sobriedad, aunque no faltan los convencionalismos ni las pinceladas ternuristas o demasiado grotescas (el joven soldado que siente miedo ante la batalla; el soldado indisciplinado que, llegado el momento de la lucha, sabrá comportarse como el primero; el campesino galés, barítono además, que se encariña de una ternera).

Entre esos personajes (ingleses, irlandeses, galeses) pulula el jefe de los soldados nativos, un boer que suministra información de primera mano sobre las costumbres y las normas de conducta de los guerreros zulúes a la hora de la guerra (lo que permite entender mejor su estrategia). Y, en especial, hay dos curiosos personajes cuyo protagonismo inicial queda anulado con motivo del combate: El reverendo Otto Witt (Jack Hawkins) y su hija Margareta (Ulla Jacobson), responsables de la misión donde se apostan los soldados. Ellos son, precisamente, los que introducen el conflicto (la noticia de la guerra) y los que acusan más la diferencia entre las costumbres europeas y las zulúes.

Un conflicto doble: Por una parte está la amenaza del ataque zulú; por otra está la cuestión de los enfrentamientos internos de la guarnición (dos tenientes que se profesan mutua antipatía, un pastor enloquecido por el miedo, unos soldados inexpertos o escépticos).

Conclusión

Un relato coral donde el gusto por el detalle fluye simultáneamente con el desarrollo de las batallas (los granos de trigo que se desparraman por el agujero que ha hecho una bala al impactar en uno de los sacos del parapeto; las preguntas que se hace el soldado temeroso; el calado de las bayonetas; el detalle del temblor de manos de Chard al cargar su pistola, temblor que desaparece en el momento de hacer frente a la lucha).

Batallas filmadas con gran fuerza dramática, aprovechando las características del terreno y el desarrollo táctico de ofensiva y contraofensiva para crear una sensación de totalidad. No hay lugar para caídas de tono ni para la monotonía: Ruidos y silencio poseen la misma densidad; la cámara se hace omnipresente sin caer en la dispersión. Al final del film, los zulúes saludan con su cántico “a unos hombres valientes” y se alejan hacia las colinas; Bromhead ríe, Chard pone expresión de perplejidad, ambos en plano medio; se recupera el encuadre que antes había mostrado la llegada de los guerreros zulúes: El rey de éstos saluda desde lo alto y la colina queda libre de presencia humana ante la mirada de los británicos.

Fuente: Cuaderno del Cineclub Universitario / Aula de Cine.

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