(…) Escrita otra vez por Betty Comden y Adolph Green por encargo de Kelly y Donen, o, al menos, para que la dirigieran ellos, SIEMPRE HACE BUEN TIEMPO fue concebida inicialmente como una suerte de secuela de Un día en Nueva York, y Stanley Donen declaró a este respecto que “con ella se intentaba ver lo que pasaba a esos tres hombres al cabo de diez años, desengañados después de haber perdido sus más altos ideales; fue una idea terriblemente buena… : los tres están defraudados de sus vidas; cuando uno es joven e idealista suceden muchas cosas a lo largo de diez años, hasta que te encuentras a mediados de la treintena y la realidad de lo que puedes hacer de verdad contigo mismo te hiere” . En este film, la amistad de los tres soldados parece haberse desvanecido con el paso de los años. (…) De ahí la ironía del título, que se inspira en la letra de una antigua canción: “Siempre hace buen tiempo, cuando se reencuentran los viejos amigos”. (…) El film es como una mueca forzada de la vitalidad que había distinguido a sus dos trabajos anteriores. Y lo de “mueca” no debe interpretarse peyorativamente. Es un trabajo donde existen todas las virtudes de ambos creadores, pero como con sordina. (…) La amargura que desprende SIEMPRE HACE BUEN TIEMPO sirve de soporte para más o menos media película: si el reencuentro de los tres amigos luego de diez años de separación resulta decepcionante para cada uno de ellos, se debe a que ven su fracaso personal reflejado en el del otro, y una vez reconocido esto, la amistad de los viejos tiempos se renueva al fin, subrayada por un encuadre que repite el de su despedida diez años atrás. (…) El adiós de los tres amigos conserva su vitalidad original, derrochada en su frenético paso por los decorados de bares y en el “ballet” callejero, que alcanza su cenit con el brillante número de los cubos de basura y concluye con el canto “aunque hoy haya llegado la hora de partir”, entonado primero solo por Doug Hallerton, después a dúo con Angie Valentine, y, finalmente, a trío con Ted Riley. La grúa que los muestra en plano general, tomando cada uno un camino diferente para seguir su propia vida, con el fondo de los rascacielos, los fija en ese decorado que se ejerce en símbolo de su amistad, tal como hace notar el plano final donde se recuperan escenario, movimiento y despedida, al modo de un círculo visual que se cierra, quizá definitivamente. Resulta espléndida la sucesión de planos que resumen sus actividades personales a lo largo de los años de separación y dan cuenta de lo lejos que van quedando de sus aspiraciones juveniles; y no lo es menos la secuencia del reencuentro, primero en el bar donde tuvo lugar la despedida y más tarde en un restaurante de lujo, manifiesta en sus expresiones, en su malestar, en sus miradas y en los pensamientos que expresan por medio de “El Danubio azul” que interpreta la pequeña orquesta del local. (…) En medio queda el desarrollo de ese día de reencuentro, a partir de que Ted conoce a Jackie Leighton (Cyd Charisse), quien, por otra parte, protagoniza un número musical (en un gimnasio, entre boxeadores) que está a la altura del ya comentado de los cubos de basura. Hay espacio para un apunte sobre el hampa que rodea al boxeo y para que Gene Kelly dé salida, una vez más, a uno de sus peculiares números de bailarín enamorado, ahora sobre patines (….). Y para la crítica a los programas populares de televisión y a sus patrocinadores: el film reconoce la llegada de la televisión y la satiriza; el programa de televisión es también el anticlimax de lo que se suponía un reencuentro feliz y el anticlimax de la “felicidad” que se supone en un film musical, en especial si está firmado por Kelly y Donen. (…) SIEMPRE HACE BUEN TIEMPO es el primer musical que se atreve a ser amargo y a dejar de lado la falta de reflexión o la liviandad que había caracterizado al género. El final es una secuencia nostálgica y, en alguna medida, marca ya cierto tono que se irá acentuando en las películas de Donen: no la negatividad, sino lo que él llama el “realismo” frente a la vida; pero reconoce ya al tiempo como factor negativo, capaz de jugar malas pasadas. (…) Habría que esperar dos años más, hasta Bésalas por mí, otra película con soldados, para que Donen retomara con fuerza, esa acidez que destila SIEMPRE HACE BUEN TIEMPO (…).
Texto (extractos):
Juan Carlos Frugone, Stanley Donen…Y no fueron tan felices,
Semana Internacional de Cine de Valladolid, 1989.
José Mª Latorre, “Siempre hace buen tiempo”, en sección “Pantalla Digital”, rev. Dirigido, diciembre 2010.