Prohibida. No estrenada hasta 1977.
(…) Contrariamente a lo ocurrido con Canciones para después de una guerra, QUERIDÍSIMOS VERDUGOS nunca llegó a ser prohibida por censura –puesto que nunca se presentó- ya que el especial tipo de financiamiento con que contaba Patino, hacía que no fuera imprescindible el amortizamiento inmediato: eso le permitió esperar el tiempo que fuera necesario. QUERIDÍSIMOS VERDUGOS tomó como base unos escritos de Daniel Sueiro y utilizando a tres verdugos como motores fundamentales del film. El film se quiere un documento objetivo en que se mezclan información sobre los ejecutores, conversaciones entre ellos, y entrevistas a empleado de prisiones, abogado y psiquiatra. (…) El film reivindica la tradición más negra del arte y el cine españoles y no hace ascos a afrontar parcelas que el buen gusto ha decidido dejar sistemáticamente ocultas. ¿O cómo calificar esa cita que el comentario en off trae a colación y que nos recuerda que el garrote vil (la película formaba parte inicialmente de un proyecto más amplio en el que se iban a recoger todo un inventario de formas de matar legales), al ser decretado por Fernando VII como única forma de ejecución de la pena de muerte en España trataba de “conciliar el inevitable rigor de la justicia con la humanidad y la decencia en la ejecución de la pena capital”, al permitir a los reos morir sentados?. (…) QUERIDÍSIMOS VERDUGOS pinta a Antonio López Sierra, Vicente Copete y Bernardo Sánchez Bascuñana (los tres verdugos cuyo retrato nos propone el film) como fruto preciso de unas circunstancias de miseria e ignorancia y en los que, como en la famosa réplica censurada de Nino Manfredi en El verdugo de García Berlanga (“la próxima vez me tendré que comprar una muñequera”), se trasluce el horror de la indiferencia ante lo que ha llegado a ser un comportamiento asumido (“si tú no lo haces lo hace otro”). Pero que, lúcidamente, los presenta inicialmente como “igualmente asociales, igualmente misteriosos y legendarios” que los presuntos delincuentes que pasan por sus manos, para mejor desmitificarlos, de inmediato, desnudándolos ante las cámaras. (…) Si hay una imagen en la que se sintetiza la fuerza del film y la dureza de su denuncia es en esa mirada perdida, en esa expresión patética del rostro del padre de Pedro María Expósito, el asesino de Gandía, filmado en la tensión de la espera del posible indulto para su hijo. Lo que nos interpela desde esa imagen insostenible es, precisamente, el hecho captado de manera inexorable por la cámara cinematográfica, de lo que estaba por llegar. Tras de esa mirada perdida habita, ya para siempre, por la fuerza del cine, “la muerte en camino”. (…) El cine de Martín Patino es uno de los pocos que -en unos tiempos en que imperan el arribismo, la estupidez y la deshonestidad- justifican el que de vez en cuando se pueda -sin grave riesgo para la integridad mental del espectador- ir a ver una película española (…).
Texto (extractos):
Antonio Castro, “Queridísimos verdugos”, rev. Dirigido, mayo 1977
Santos Zunzunegui, “Queridísimos verdugos: memoria de tanto dolor”,
en Cine y derecho, rev. Nosferatu nº32, enero 2000