NASHVILLE (EE.UU., 1975) v.o.s.e. 160’

7 octubre 2025 | 21:00 h
  • Sala Máxima | Espacio V Centenario

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“Los personajes de NASHVILLE corresponden a un arquetipo. Escogimos estos arquetipos con mucho cuidado, para que representasen un segmento de nuestra sociedad puesta en relieve por la industria musical y por el nacionalismo -o el regionalismo- profundo de una ciudad como Nashville. Cuando uno pronuncia el nombre de Nashville, a uno le sugiere de inmediato la imagen de una gran riqueza y éxito instantáneo (…). Gracias al country, Nashville ocupa una situación excepcional en los Estados Unidos. Eso es lo que me interesaba, es un centro neurálgico, una especie de arena cultural. Nashville representa hoy en día lo que era Hollywood hace cuarenta años. Allí se reúnen los mismos nuevos ricos sin educación y son ellos quienes imponen sus gustos o, mejor dicho, su mal gusto extravagante. Allí todo comenzó con los blancos pobres, los llamados Hillbillys. Ellos han cumplido el rol que en Hollywood tuvieron ciertos inmigrantes judíos de Europa, que poco a poco conformaron la base de toda la industria cinematográfica. Una dictadura del dinero y la vulgaridad”.

Robert Altman



(…) Tras cinco años de intenso trabajo Altman ha conseguido dar continuidad a su carrera con apoyo de buena parte de la crítica norteamericana y europea pero sigue sin poder igualar el éxito económico y la repercusión popular logrados con M.A.S.H. Esto sucederá en 1975 con NASHVILLE, obra clave del cine norteamericano de los setenta. Un éxito creativo y profesional (…). Nashville es una ciudad sureña que algunos (con bastante mal gusto o con fino sentido del humor) han denominado la “Atenas del Sur”. Capital del estado de Tennessee y con más de medio millón de habitantes es el centro neurálgico de la música country en todas sus variantes, desde el blue grass al country & western. Cuenta con innumerables estudios de grabación, la mayor parte de ellos agolpados en la calle Music Row. Su retrato cinematográfico no trata de ser una descripción documental sino un tour de force cinematográfico en forma de mural pictórico y una ácida radiografía de la cultura norteamericana condicionada por el feroz materialismo. NASHVILLE resume como ninguna otra de sus películas las características más acusadas del cine altmaniano, su sistemática de rodaje y puesta en escena, sus inquietudes intelectuales y políticas e incluso supone una nueva reinterpretación de los géneros clásicos de Hollywood. En esta ocasión el musical. (…) Altman quería utilizar la imagen de la ciudad como metáfora de la sociedad de consumo americana y sustituta del viejo Hollywood. (…) 

(…) Altman imagina en NASHVILLE la aparición de un tercer partido político, el Partido del Cambio (Replacement Party) que aprovecha el descontento (y desconcierto) del electorado con propuestas populistas que bajo su apariencia liberal esconden un espíritu pragmático (y aprovechado): se propone recortar el subsidio de los agricultores, gravar con impuestos las iglesias, cambiar el himno nacional, echar a los abogados del Congreso… (“¡hay que ganar como sea a costa de la coherencia política!”). En realidad el personaje de Walker no hace más que predecir candidatos reales como Ross Perot o Baker, el gobernador por aquellos tiempos de Tennessee, además de alinearse en una corriente de personajes de ficción que van desde el Lonesome Rhodes de Un rostro en la multitud (Elia Kazan, 1957) hasta el Bob Roberts de Ciudadano Bob Roberts (Tim Robbins, 1992). (…) “Le dije a Phillips que inventara a un candidato. El único requerimiento que le di fue que este fuera un candidato de un tercer partido. No quería ni a un demócrata ni a un republicano. Solo le dije que inventara a un hombre al que él le gustara ver elegido y que pensara que podría ser elegido.” (…) El Partido del Cambio es el mecanismo introductor del discurso político en el film, materializado en los mensajes electorales que Walker emite desde una camioneta que surca las calles de la ciudad y las propuestas con que Triplette tienta a las estrellas country con la intención de aprovecharse de su popularidad. 

Las inquietudes políticas de Altman se concentran en tres aspectos que definen la relación entre la sociedad norteamericana y sus estructuras de poder: la pasividad y apatía del electorado (la mayoría de los personajes afirma no querer saber nada de la política, antes de caer tentados por el dinero, la fama o el poder), la confusión política-negocios que lleva a calificar al país de una gran empresa (así es como Walker la describe en una de sus pláticas), y, ya como inquietud personal como simpatizante demócrata, la frustración que embarga al cineasta tras el escándalo Watergate. Parte de NASHVILLE surge porque Altman odiaba lo que Richard Nixon estaba haciendo en el país. (…) La reconstrucción de esta campaña ficticia será tan verosímil que mucha gente en Nashville llegará a creerse que Walker es un candidato real: miembros del equipo, entre ellos el propio Altman y su esposa Kathryn, llevaban pegatinas del Partido del Cambio en sus ropas y automóviles, lo que potenciaba el desconcierto de la gente. Hay que señalar, no obstante, que todos los speechs que se le lanzan desde la furgoneta electoral fueron incluidos posteriormente en la banda sonora, y no fueron emitidos realmente en las calles de la capital sureña. (…) 

(…) Altman subraya el paralelismo entre la política y la industria discográfica country, que simboliza los valores tradicionales del país. Así los discursos de Walker, imprecisos y demagógicos, fundamentados en una serie de tópicos maniqueos que tocan la fibra sensible del americano medio se equiparan a las letras de las canciones country, que perpetuán una serie de ideales reaccionarios profundamente arraigados en la comunidad blanca y protestante norteamericana. (…) El Partido del Cambio llega a Nashville con el propósito de utilizar la popularidad de sus estrellas del country en lugar de las cinematográficas. Lo que el film pone de manifiesto, es que la política y la música están regidas por las mismas leyes. El éxito, en uno y otro caso, depende de la popularidad y la popularidad se puede conseguir con una adecuada campaña publicitaria. El hecho de que los políticos americanos utilicen la demagogia para conseguir su cargo es fruto de la apatía de un electorado al que “no le importa nada”. El country trasmite una serie de valores tradicionales que fascinan a la audiencia pero que no tienen su refrendo en la realidad. (…) 

(…) La equiparación entre ambos mundos era evidente para Altman quien aplica en esta película, como en ninguna otra, su personal estilo de rodaje: en lugar de realizar la clásica planificación plano master-planos medios-primeros planos, utiliza planos secuencia rodados casi siempre con teleobjetivo. Para filmar una secuencia concreta realiza tres o cuatro tomas en las que la cámara adopta posiciones y angulaciones diferentes (muchas veces se utilizan tres cámaras colocadas en batería, influencia de los orígenes televisivos del director). El resultado engloba varios planos master de una misma secuencia que guardan entre sí numerosas diferencias, tanto cambios en el diálogo como en los movimientos escénicos de los intérpretes. (…) Altman estructura NASHVILLE en agrupaciones de secuencias dramáticas -casi siempre dos, en casos aislados tres o cuatro- relacionadas entre si a partir del montaje paralelo y que conforman entre ellas capítulos diferenciados. (…) 

(…) NASHVILLE es un ejercicio de estilo, brillante e irregular, pero ante todo es un mural cinematográfico imprescindible para comprender a una generación de norteamericanos que en los sesenta creyeron que iban a cambiar la sociedad y en los setenta descubrieron en la apatía y el cinismo la forma de aislarse de un mundo alejado del idealismo. Por ello asume su condición de documento ambiguo, confundido, descentrado… el reflejo de una sociedad que trata (sin conseguirlo) de buscar un sentido a la realidad (…). Con el tiempo NASHVILLE se ha convertido en una de las obras claves del cine norteamericano de los setenta (…).

Texto (extractos):

José Manuel & Francisco Javier González-Fierro Santos, 

Robert Altman, el independiente de Hollywood, Arkadin Ed., 2006

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