(…) El proyecto de adaptación del relato “Babylon Revisited” de Francis Scott Fitzgerald, una historia de amor y pérdida ambientada en los años veinte, el hábitat natural, arquetípico emocional del escritor, fue acariciado por el productor Lester Cowan en 1940. Entonces era RKO el estudio interesado en su adaptación y el reparto se había confeccionado con Cary Grant en el papel principal y Shirley Temple en el de su hija. Cowan pensó en Garson Kanin como director y contactó con Fitzgerald para que escribiera personalmente la adaptación pese a su escaso éxito en los despachos de guionistas de Hollywood. El autor entregó un tratamiento, titulado “Cosmopolitan” en vez de “Babylon Revisited”, pero el proyecto no prosperó; Fitzgerald falleció el 21 de diciembre de 1940, sin acabar de pulir el guion (…). Existe consenso en torno a que Metro-Goldwyn-Mayer, el estudio hollywoodense del período clásico más conocido por su conservadurismo y puritanismo, puso muchas trabas de corte moral (y moralista) al guion de LA ÚLTIMA VEZ QUE VI PARÍS (…). El guion de Fitzgerald fue reescrito por los hermanos Julius J. y Philip G. Epstein, cambiando el periodo de entreguerras por los años posteriores al fin de la II Guerra Mundial y suavizando uno de los temas principales de relato, el del alcoholismo. (…) Si el guion de Fitzgerald hacía hincapié en la relación entre un hombre maduro y su hija pequeña, y el modo en que ésta entraba a la fuerza en el mundo de los adultos, la mayor presencia generada en el tratamiento de los Epstein del personaje de la esposa/madre hizo disminuir el protagonismo de la niña y obligó buscar a una actriz cotizada para incorporar a la madre. Elizabeth Taylor fue la escogida. Para rematar la filigrana, el estudio compró los derechos de un relato de Elliot Paul, “The Last Time I Saw Paris”, simplemente para utilizar su título ya que el de “Babylon Revisited” les parecía que podía llevar a engaño –sugerir una péplum, tan frecuentes en el cine de los 50-. (…) También fue una exigencia de producción la introducción de un “final feliz”: al contrario que en el cuento de Scott Fitzgerald, que concluye sin esperanzas definidas para su protagonista, el film acababa con un final improbable y precipitado, que convierte en feliz lo que debería haber sido la triste crónica de una generación perdida que quiso recuperar el tiempo y no hizo más que perderlo. (…) Richard Brooks, quien lo acabó dirigiendo como un encargo y no como una elección personal, nunca se sintió satisfecho del resultado: el conjunto resulta más irregular de lo deseable como consecuencia de la extraña desigualdad de tonalidad dramática existente entre la primera mitad de la trama y la segunda. (…) Y no obstante, y aunque sea de manera paradójica, algunos de los mejores momentos de LA ÚLTIMA VEZ QUE VI PARÍS residen, precisamente, en una de las imposiciones de la Metro: el “final feliz”, ya que estas escenas finales hacen gala de una fuerza y una sensibilidad dramática realmente notables. (…) Así pues, y aunque LA ÚLTIMA VEZ QUE VI PARÍS se distancia mucho de “Babylon Revisited” y la Metro edulcoró por la vía sentimental buena parte de la historia, la película de Brooks es un retrato muy certero de Francis Scott Fitzgerald como personaje superado por el mundo en el que vivió (…).
Texto (extractos):
Quim Casas, “Francis Scott Fitzgerald: films hermosos, films malditos”,
rev. Dirigido, febrero 2009.
Tomás Fernández Valentí, “Richard Brooks adaptador: Fitzgerald, Dostoyevski, Conrad & Capote”, rev. Dirigido, septiembre 2023.