(…) A mediados de los años 20, Marcel L’Herbier, uno de los directores más destacados y vanguardistas de la cinematografía francesa, estaba buscando la manera de adaptar la novela “El difunto Matías Pascal” de Luigi Pirandello. A Pirandello, como le sucedía a la mayoría de escritores de renombre de esa época, no le hacía mucha gracia que convirtieran su historia en una película que potencialmente “despreciaría” los matices y sutilezas de su escrito para dar forma a un producto comercial del gusto del gran público. Pero cambió de idea y dio su visto bueno cuando supo quiénes iban a ser los implicados. No solo la dirigiría un cineasta tan reputado como L’Herbier sino que el papel protagonista recaería en Ivan Mosjoukine, el mejor actor europeo del momento, y se realizaría en el seno de los estudios Albatros.
(…) Lo que planteaban tanto la muy recomendable novela de Pirandello como el film que nos ocupa es el conflicto que se produce entre la absoluta libertad de la que el protagonista podía gozar y las limitaciones que implica el no tener una identidad oficial en una sociedad contemporánea. Mathias tiene una fortuna, pero no puede registrarse en un buen hotel porque se le pide el carnet de identidad. Si le roban está indefenso, porque no puede reclamar a la policía. Y cuando se enamora de la joven que regenta la pensión en la que se aloja debe asumir el hecho de que nunca podrán casarse. De modo que esta fantasía tan recurrente que tenemos a veces de volver a empezar de cero una nueva vida en realidad no resulta tan fácil como parece.
(…) Es curioso que siendo la novela original de Pirandello más bien breve y de lectura muy ligera, esta versión cinematográfica, por el contrario, acabó siendo larga (tres horas) y densa. Es lo que tiene la absoluta libertad que daba la Albatros a los grandes cineastas, que éstos no tenían por qué hacer concesiones. Pero aunque inicialmente pueda echar atrás por su magnitud y estilo, su visionado es más que gratificante. Ya solo a nivel visual se trata de una película espectacular que ejemplifica uno de los rasgos más potentes de la Albatros: su capacidad para diseñar espacios únicos, de jugar de forma tan imaginativa con la iluminación y la decoración para crear entornos que son una amalgama de multitud de influencias plásticas de la época. En este caso no en vano los decorados fueron diseñados por el futuro director vanguardista Alberto Cavalcanti y por Lazare Meerson, que en unos años sería la figura más destacada del cine francés en este campo.
(…) Aunque se omite la narración en primera persona de Mathias Pascal, junto con varios personajes (como su tutor de la infancia) e incidentes (como su operación ocular en Roma), la amplia duración del film permite a L’Herbier conservar una cantidad considerable de detalles del original. (…) Incluso en la película, respecto al original, su protagonista rebosa mucho más carisma del que inicialmente requería el personaje, quien en la novela es un pobre diablo poco agraciado (…).
(…) Muchos planos y secuencias individuales se llevan a cabo con un estilo visual distintivo: el primer encuentro entre Romilde y Mathias, al cruzarse en la calle, utiliza la iluminación natural para dividir a ambos personajes y la pantalla en una llamativa división entre blanco y negro, mientras que la fiesta del pueblo, comparativamente expresionista, hace un uso conmovedor del humo y las siluetas; y una elegante serie de fundidos nos lleva directamente de este evento al matrimonio de Mathias.
(…) Oscilando entre las diferentes posturas de un protagonista romántico, un joven Werther afligido, un inocente desventurado y un cadavérico Nosferatu -y sugiriendo así que tiene más identidades a su disposición que el personaje que interpreta-, Mosjoukine se muestra más inspirado en las escenas que parecen reflejar la influencia de Buster Keaton, tanto en el uso de artilugios como en su propio comportamiento: atando una cuerda a la cuna de su hija para poder mecerla bailando un pequeño jig mientras se ata la corbata o, en la escena más atractiva de la película, reclutando la ayuda renuente de dos gatitos para librar la destartalada biblioteca en la que trabaja de unos roedores bibliófilos… que son casi tan grandes como los gatos (…).
Texto (extractos):
jonathanrosenbaum.net
eltestamentodeldoctorcaligari.com
Noël Burch, Marcel L’Herbier, “Cinéma d’aujourd’hui”, Seghers, 1973