Prohibida. No estrenada hasta 1977.
(…) Para empezar, la llamada “Trilogía de la Vida” no existe como tal, y no únicamente porque el cineasta boloñés facilite, de manera un tanto encubierta, una de las claves fundamentales para aproximarse a ella: “es idiota hablar de trilogía. Se trata, en efecto, de la misma película dividida en capítulos. Pero como le tengo terror al tiempo (hace falta un año de trabajo para cada película) he preferido hacerla por partes, para no quedar en exceso separado de la realidad”. Como si se tratara de una composición musical -¿le rondaría por la cabeza a Pasolini, a la hora de acometer la “Trilogía”, una de las grandes obras de su compositor favorito, J.S. Bach, “Las variaciones Goldberg”?-) en EL DECAMERÓN, Los cuentos de Canterbury y Las mil y una noches, la filosofía de la variación -un tema/sarabande sobre lances galantes, a caballo entre lo cínico y lo cómico, lo lírico y melancólico-, es esencial. El virtuosismo plástico y poético que exudan las imágenes de las tres cintas -con evidentes y continuas alusiones a Giotto, Brueghel, el Bosco y a las miniaturas persas de los siglos XV-XVII; a Rabelais, al Sade más ligero, es decir, el de sus cuentos, historietas y fábulas; incluso a Dreyer, Murnau, Chaplin, Fellini… – y la tremenda energía vital que exuda cada relato -enmascarando el hecho de que algunas de las técnicas narrativas más cuidadas de Pasolini se mezclan con elementos menos complejos, como su intencionada monotonía escenográfica y textura visual, su tendencia a evitar cualquier forma de clímax dramático … – , se asienta en variaciones por inversión o por movimiento contrario, por analogía, por acentuación, por disminución, invitándonos a formalizar la siguiente pregunta: ¿de dónde surge tanta invención, tanta fantasía, dentro de tan áspero marco realista?
Pier Paolo Pasolini no quería que en la “Trilogía” -usaremos la denominación por cuestiones de comodidad literaria- asomaran seres humanos alegóricos y/o mitológicos, sino reales, carnales, físicos: hombres y mujeres sucios-limpios, hermosos-feos, eróticos-pudorosos, acicalados-harapientos, ruidosos-circunspectos, alegres-tristes, gordos-flacos, educados-insolentes… Sus rostros constituyen una enciclopédica aproximación al lenguaje silencioso del brillo de los ojos, del rictus de la boca, de las arrugas de la frente o de las angulosas líneas del perfil; Pasolini los filma en abundantes y cerrados primeros planos con puntual parsimonia, respeto y, sin duda, amor, pues el semblante de cada personaje significa para el realizador boloñés un desvelamiento, incompleto y pasajero, de la persona; un acercamiento, tal vez sesgado, de lo sagrado que habita en el hombre. A su vez, sus cuerpos desnudos, oscilantes entre lo turbador, lo apolíneo, y lo decididamente ridículo o grotesco, no son símbolo de pobreza y debilidad espiritual, de degradación materialista, sino todo lo contrario: invoca a una cierta vanidad lasciva, seductora, que desarma al espíritu y deleita en ocasiones nuestra sensualidad, pero también un enfermizo anhelo por volver a cierta inocencia original, donde el cuerpo y el sexo eran expresión de sentimientos nobles y/o románticos.
La “Trilogía” es, principalmente, un canto pagano en honor de un mundo arcaico y feliz en trance de extinción: “por desgracia ha desaparecido un mundo arcaico que, con todos sus defectos, era un mundo que yo amaba. Un mundo represivo es más justo, más bueno que un mundo tolerante: porque en la represión se viven las grandes tragedias, surgen la santidad y el heroísmo”, comento Pasolini-; una oda que reverencia a la Tierra y al ser humano al presentarlo profundamente ligado a la naturaleza. Utilizando imágenes y formas paganas ajustadas a las exigencias de una forma expresiva moderna (el cine), el neopaganismo explícito de la “Trilogía” no reside solo en el tratamiento franco, festivo y religioso del sexo, sino en la aproximación sacra a la intimidad física y moral del hombre como una forma de resistencia contra las arbitrariedades y abusos del Poder: “cada vez me siento más escandalizado por la ausencia del sentido de lo sagrado en mis contemporáneos. Yo defiendo lo sagrado porque es la parte del hombre que menos resiste a la profanación del poder. (…) Mi visión religiosa del mundo prescinde del idealismo cristiano. Me inclino a una contemplación mística del mundo por una veneración y una necesidad irresistible de admirar a los hombres y la naturaleza, de reconocer la profundidad allí donde otros solo descubren la apariencia inanimada y mecánica de las cosas”. Sobre la función del sexo como forma de resistencia contra las arbitrariedades y abusos del Poder, conviene subrayar el retrato irónico y burlesco que Pasolini hace de burgueses y aristócratas (el Poder), constantemente engañados por la plebe, por el pueblo (…). Pero éste no es el objetivo esencial de la “Trilogía”. Pasolini, lejos de agitar furibundas banderas de agresión, intenta humanizar a los hombres, que se han vuelto inhumanos por un exceso de civilización, mediante el sexo elevado a la categoría de culto de amor a la vida. Y es aquí únicamente donde advertimos un vago gesto puritano en Pasolini, que no admite la superficialidad ni la perversión (…).
(…) EL DECAMERÓN, considerada habitualmente por la crítica más favorable al autor como una obra menor, participa de todas las características habituales de su cine, concebida como un entrelazamiento de cuentos entresacados de los cien que componían la narración original más un añadido del propio autor en torno a la figura de un discípulo de Giotto contratado para poner su talento al servicio de los monjes del monasterio. La ambientación de los cuentos en la zona napolitana, en lo cual el film diverge de la obra literaria, permite mostrar al pueblo desde la óptica afectiva que es habitual en el cineasta-poeta y le permite al mismo tiempo recuperar elementos del folklore o la cultura local, en especial la utilización del dialecto (…).
Texto (extractos):
Carlos García Brusco, “El Decamerón”, rev. Dirigido, agosto 1977
Antonio José Navarro, estudio “Pier Paolo Pasolini: cine, tragedia y rabia” (2ª parte),
en rev. Dirigido, noviembre 2005