De la mañana a la medianoche (1920)

Área de Cine y Audiovisual / Cineclub Universitario UGR / Aula de Cine "Eugenio Martín"

Introducción

   De la mañana a la medianoche (1920) es una de las películas que integran el ciclo No necesitaban palabras, tenían rostros (joyas del cine mudo XII): Weimar, la república del doctor Caligari (1919-2019), que el Cineclub universitario / Aula de cine de La Madraza, en colaboración con el Goethe Institut nos ofrece este mes de octubre de 2019, todos los martes y viernes, a las 21:00 horas, en la Sala Máxima del Espacio V Centenario. Dichas películas serán proyectadas con intertítulos en español y la entrada a las mismas será libre hasta completar aforo. Si bien, en esta sala y durante las proyecciones, NO ESTÁ PERMITIDO comer ni hacer uso de dispositivos móviles. Os agradecemos vuestra colaboración.

 

Antecesor del film noir

El argumento de este ejemplo de “Caligarismo” está muy cerca del aún no nacido film noir: la mediocre vida del cajero en un banco en una pequeña ciudad alemana se transforma cuando recibe la visita de una bella y misteriosa mujer y descubre el poder del dinero. Roba 60.000 marcos y se marcha a la gran ciudad, donde intenta encontrar satisfacción en la política, el deporte, el sexo o la religión. Realizada por Karl Heinz Martin, director de escena expresionista, en DE LA MAÑANA A LA MEDIANOCHE, todos los decorados y hasta los rostros y las vestimentas de los actores han sido estriados con líneas o realzados con manchas blancas u oscuras que representaban luces y sombras sobreañadidas. Pero, en lugar de reforzar el volumen de las formas, este artificio borra los contornos. En Caligari la distorsión estaba justificada ya que las imágenes representaban la visión de un loco; aquí el punto de vista es diferente: vemos objetos y personas tal como los concibe el cajero, que por un azar se ha visto apartado de su mundo cotidiano y que se encuentra arrastrado por deseos turbios. Las formas que toman importancia para él se hacen gigantescas y, siguiendo los preceptos del Expresionismo, no tienen proporción ni relación lógica con el contexto. Otros objetos, los que no tienen significación para su psiquismo, se borran o empequeñecen en extremo. En los autores románticos podemos ya observar signos de este narcisismo expresionista. DE LA MAÑANA A LA MEDIANOCHE está en el fondo concebida menos de una manera arquitectónica que con una meta ornamental. Apenas hay verdaderas perspectivas, y las raras veces en que se descubre un verdadero paisaje, en el que un camino cubierto de nieve se prolonga en profundidad de campo, percibimos una ruptura de tono. En todos los otros planos, el fondo es negro y, al igual que papeles recortados, aparecen algunos detalles del decorado, un mueble, una caja de caudales, una puerta, sin ningún espesor, en una inquietud de abstracción elemental. A veces esta abstracción llega hasta el refinamiento. Tan sólo el protagonista, Ernst Deutsch, con una mímica y un comportamiento contorsionados, interpreta de una manera verdaderamente expresionista. El estilo de interpretación de los otros actores es más bien naturalista. Lo grotesco de este realismo estilizado no está acorde con la desnudez a la que tiende el decorado expresionista.

La carrera de los Seis Días

Destaca un efecto sorprendente para la época: “la carrera de los Seis Días”, filmada como más tarde lo hará el cine de vanguardia. Anamorfoseados, semejantes a facetas centelleantes gracias a la magia de la iluminación y gracias al empleo, sorprendente para la época, de la lente deformadora, unos ciclistas se abalanzan y se deforman, sólo para ser el símbolo mismo de la velocidad, en el torbellino casi abstracto de la carrera. No hay que extrañarse demasiado de esta secuencia vanguardista: ya en 1916 el gran pionero que era el actor y realizador Paul Wegener definió en su conferencia sobre “Las posibilidades artísticas del cine”  una especie de “Kinetische Lyric”, es decir una especie de “lirismo cinematográfico”, inspirado en la técnica de la foto: “Todos habéis visto películas en las que aparece una línea que se curva y se transforma. De esta línea nacen rostros y luego esta línea se borra. Nunca nadie ha pensado intentar una experiencia de este tipo en una película de largometraje. Yo podría concebir un arte cinematográfico que tan sólo utilizaría superficies móviles sobre las que se desarrollarían los acontecimientos que participarían de lo natural, pero que trascenderían las líneas y los volúmenes de lo real”. Wegener piensa que se podrían utilizar “marionetas o pequeñas maquetas en tres dimensiones que animarían imagen por imagen, bien sea lentamente, bien aceleradamente, en un montaje más o menos rápido; así nacerían imágenes fantásticas que provocarían en el espectador asociaciones de ideas absolutamente nuevas. Se podrían filmar de manera entremezclada elementos microscópicos de sustancias químicas en fermentación, y pequeñas plantas de distintas dimensiones. Ya no se distinguirían los elementos naturales de los elementos artificiales. Se penetraría así en un nuevo mundo fantástico, como en una especie de bosque encantado, y se entraría en el campo de la cinética pura, en el universo del lirismo óptico.” Imaginemos además una superficie vacía en la que nacen formas fantásticas, en la que, dentro de una evolución continua, unas células nuevas estallan formando nuevas células que giran cada vez más deprisa hasta convertirse en fuegos artificiales. He aquí ya la fórmula mágica del “cine absoluto” que soñarán Hans Richter y Walther Ruttmann: helo aquí ya prefigurado por los efectos visuales de la secuencia de “los Seis Días”.

Cierre

   DE LA MAÑANA A LA MEDIANOCHE es un film que representa el Expresionismo en su forma más radical, la “Caligarista”; una obra absolutamente única, nada convencional, puramente imaginativa y experimental, vanguardista y altamente moderna para su tiempo.

Fuente:  Cuaderno del ciclo No necesitaban palabras, tenían rostros (joyas del cine mudo XII): Weimar, la república del doctor Caligari (1919-2019).