RONIN

Publicado el 29 abril, 2013

Fecha y Hora: Martes  30.  21’30 h.  Lugar: Aula Magna de la Facultad de Ciencias.  
Ciclo  “YO ESTUVE EN EL ESTRENO” (CLÁSICOS FUTUROS IV). Centro de Cultura Contemporánea Cine Club. Universidad de Granada.  

Cartel de la película.

Año de estreno:1998. País: FranciaEE.UU.       
Duración: 121 min. Género: Acción.
Título Orig.- Ronin.  Director.- John Frankenheimer. Argumento.- J.D.Zeik.  Guión.- J.D. Zeik y “Richard Weisz” (David Mamet).  Fotografía.- Robert Fraisse (DeLuxe – Super 35).  Montaje.- Tony Gibbs.  Música.- Elia Cmiral.  Productor.- Frank Mancuso.  Producción.- FGM Enter. para United Artists.  Intérpretes.- Robert De Niro (Sam), Jean Reno (Vincent), Natascha McElhone (Deirdre), Stellan Skarsgard (Gregor), Sean Bean (Spence), Skipp Sudduth (Larry), Michel Lonsdale (JeanPierre), Jan Triska (“Apuesto caballero”), Jonathan Pryce (Seamus), Feodor Atkine (Mikhi).   v.o.s.e.

Música de sala: Bullitt (1967) de Peter Yates.

Banda sonora original de Lalo Schifrin.



Temática: 
  
 “Ronin es el nombre que recibían los samuráis que, en la Edad Media japonesa, perdían a su líder en combate y un apócrifo código del honor los obligaba a vagar sin rumbo durante el resto de sus días. Trasladados a nuestros días, esos mercenarios apátridas que se juegan la vida al servicio del mejor postor son los protagonistas del último film de John Frankenheimer.

   El veterano realizador de El tren o French Connection II ha vuelto a rodar en Francia, y las influencias de Jean-Pierre Melville resultan patentes. Diríase, incluso, que, tras la silueta de Robert De Niro cubierto con una gabardina, resurge la imagen de Alain Delon en El silencio de un hombre (Le samourai), otro título no casualmente ligado a las tradiciones japonesas. Hechas esas consideraciones, no baladíes tratándose de una producción norteamericana contemporánea, RONINdesarrolla una trama compleja, casi abstracta, que contrapone grandes conceptos filosóficos -el honor, la amistad, la lealtad o la traición- con una simple maleta de contenido tanto o más misterioso que la de Pulp Fiction. Una tardía explicación, prácticamente innecesaria, sitúa a los personajes en un contexto político identificable, pero buena parte del metraje del film vuela a gran altura sin necesidad de redes ni coartadas.

   Bien es cierto que algunas de las mejores secuencias de acción jamás vistas en una pantalla entretienen al personal, pero también en esas espectaculares persecuciones automovilísticas se nota la mano del realizador de Grand Prix. Frankenheimer no es un pirotécnico ni un prestidigitador: lleva el cine en las venas y lo comparte generosamente con el espectador dispuesto a abrocharse el cinturón de seguridad para vivir una experiencia honestamente excitante”.
Texto:
Esteve Riambau, “Ronin”, en Críticas”, rev. Fotogramas, diciembre 1998.



Trailer de Ronin (1998)




Valoración:
  
   “En principio, RONIN no parece más que una formularia película de acción rodada por John Frankenheimer durante su empeño en la noble tarea es sobrevivir alternando los rodajes alimenticios con otros más personales, Así, este film figuraría en el primer grupo y una mirada apresurada podría verlo como un equivalente de lo que French Connection II supuso para el realizador en los años setenta, o 52, vive o muere en los ochenta. Si bien hay algo de cierto en ello, sería injusto verlo sólo como el fruto de la aplicación de la indudable profesionalidad del realizador a un guión situado por debajo de sus posibilidades. Pero el cine ha cambiado tanto desde aquellos años que lo que entonces podía resultar insuficiente hoy es capaz de proporcionar alguna satisfacción: RONIN posee cierta entidad dentro del triste panorama del cine de acción producido en Estados Unidos durante los últimos años, por la habilidad con que Frankenheimer se desenvolvió trabajando con materiales de derribo, aplicándoles un tratamiento desprejuiciado, a la manera de los astutos viejos zorros del antiguo Hollywood de los grandes Estudios. El film está concebido como una cadena de escenas de larga duración que giran en torno a la persecución de un objeto absurdo: una maleta que interesa a todo el mundo sin que nadie se moleste en explicar su contenido. No es difícil asociar esto con la idea del popular McGuffin de Hitchcock (el más famoso, Con la muerte en los talones; el peor entendido, Topaz): se trata de construir una película que utilice un pretexto para contar otras cosas. Aquí hay una danza de personajes de diversas procedencias -rusos, norteamericanos, irlandeses, franceses- que matan por poseer una maleta, alguno de ellos para venderla al mejor postor, otros en el nombre del terrorismo; unos son mercenarios o, diciéndolo en los términos del film, ronin, los samurai fracasados, los samurai sin amo (los patronos de estos ronin se ocultaban bajo las siglas de la CIA o del KGB). Durante la ejecución de esa danza, construida circularmente, con el principio y el final en París, e incluso en el mismo decorado, queda espacio para ir describiendo a los ronin a través de sus movimientos, de sus miradas, de sus gestos, de su forma de reaccionar ante cada situación, sobre su profesionalidad en fin, de forma especial en lo que se refiere a los más destacados: el americano Sam(Robert DeNiro), el francés Vincent (Jean Reno) y el ruso Boris (Stellan Skargasrd); y hasta lo hay para introducir unas pinceladas sobre la mujer que los ha contratado, Deirdre (Natascha McElhone). Es cierto que no se concede tanta atención al resto de los personajes, sean los otros ronin o los que también tratan de hacerse con la maleta, pero ésta es una película que, a la larga, se centra en la idea de la pareja que lucha por un objetivo común: Samy Vincent. No es tarea fácil de conseguir: el actual cine de acción estadounidense no conoce ese tipo de sutilidades, pero Frankenheimer era capaz de mostrar la acción y, al mismo tiempo, no olvidarse de los personajes, al menos en lo referente a su profesionalidad; y el hecho de que el relato esté formado, como he dicho, por una cadena de secuencias largas va en contra, sutilmente, de uno de los principios que animan hoy este tipo de cine: contar deprisa las cosas para que nadie se entere de que en realidad no le cuentan nada. Por supuesto, en RONIN abundan los tiroteos, las persecuciones de coches por calles y carreteras (con los inevitables travellings subjetivos y aéreos), los destrozos de vehículos y los figurantes saltando a su paso, pero siempre hay algún detalle que introduce o retrotrae el factor humano, y hasta contrapuntos introducidos con habilidad (como la panorámica que, inmediatamente después de una larga escena de violencia, muestra a un coro navideño).

   Todo ello tiene, sin embargo, una función nada sorprendente viniendo de Frankenheimer, puesta en boca del ruso Boris en cierto momento: decir que vivimos en un mundo inseguro, dominado por la violencia gratuita (y es aquí donde la perseguida maleta adquiere su función: los ronin matan por una maleta sin que ninguno de ellos conozca su contenido). Cierto: el film es, quizás, excesivamente largo y le sobran escenas de persecuciones (hablo a título personal, harto ya de ver correr a unos coches detrás de otros), pero contiene tres números fuertes que compensan por su visionado: uno es la secuencia en la que Sam se las ingenia, ante la puerta del hotel, para tomar fotografías de la maleta; otro es la escena en la que Sam, sirviéndose de un espejo, dirige, tumbado, la mano de Vincenten la extracción de la bala que lo ha herido; otro es el desenlace durante la función de patinaje sobre hielo, donde se exponen bien los puntos de vista de los personajes. Hay otro momento que llama la atención –Jean Pierre (Michael Lonsdale) mostrando sus miniaturas orientales-, pero su objetivo no es otro que hacer explícito el sentido del título de la película”.
Texto:
José María Latorre, “Ronin” en “Última sesión”, rev. Dirigido, marzo 2003.



Fuente: Dossier de Cine Club Universitario/Aula de Cine. Centro de Cultura Contemporánea Universidad de Granada.  

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