[…] no sólo el mejor film de Ernst Lubitsch sino también una de las mejores películas de la historia del cine. […] inconmensurable y rebosante tanto de emoción y humanidad como de virtuosa formulación cinematográfica, una de esas raras y sublimes ocasiones en las cuales se ha dado una feliz y completa armonía entre la generosidad de lo que se cuenta y la generosidad del cómo se cuenta. Intelecto y arte, fondo y forma, combinados en un todo.
Tomás Fernández Valentí
El denominado “rey de la comedia brillante”, Ernst Lubitsch, también sería conocido en el ámbito del melodrama por REMORDIMIENTO (1932). Esta película es descrita, por José María Latorre, como un melodrama discursivo que se apoya sobre la imagen: sobre la delicadeza de gestos, movimientos y miradas […]. El sentido de ese discurso está enraizado con algunos de los manifiestos literarios profundamente antibelicistas que marcaron el paisaje cultural europeo en los treinta o cuarenta primeros años de este siglo (que van desde la baronesa Bertha von Suttner y su famosa novela sentimental, hoy olvidada a pesar del Nobel, “Abajo las armas”, hasta el más conocido Erich María Remarque): en la Primera Guerra Mundial, un soldado francés mata a un soldado alemán y, destrozado moralmente por los remordimientos, una vez finalizada la contienda viaja hasta Alemania en busca de una paz interior que no ha encontrado en la patria ni en la Iglesia.
A través de las relaciones que ese francés (Paul: Phillips Holmes) con la familia del soldado alemán muerto, pone al acento sobre el absurdo de la guerra de acuerdo con el principio -nunca traicionado por Lubitsch- de no alzar en ningún momento el tono de voz (la escritura, la filmación): sin abusar del impacto emocional de los sentimientos extremos (pese a que los hay). De manera que REMORDIMIENTO, como el resto de sus películas, es de situaciones planteadas y desarrolladas a partir de gestos, de miradas, de movimientos: de relaciones.
Destacar su comienzo, que la crítica considera uno de los mejores comienzos de la historia del cine. Nos hallamos en el París del 11 de noviembre de 1919, primer aniversario del armisticio que puso fin a la I Guerra Mundial, tal y como nos informa un rótulo sobre una imagen del Arco del Triunfo. Las calles están inundadas por un gentío eufórico, que grita alborozado al paso de un gran desfile militar que avanza al son de una música de aires marciales, festejo que culmina con la celebración de una misa en la Catedral de Nôtre-Dame a la cual asisten los oficiales del ejército luciendo sus mejores galas.
Pero Lubitsch introduce una serie de matices que dan a esta celebración un sentido bien distinto. Así, al plano de apertura del Arco del Triunfo, y a otro de la gente vitoreando, le sigue un nuevo plano medio que sitúa, en primer término, un soldado situado entre ese gentío y de espaldas a la cámara, colocado de tal manera que vemos, en segundo término, el “desfile de la victoria” a través del espacio que deja libre la pierna amputada de ese mismo soldado. Oponiendo así la idea del triunfo a la del dolor, la idea de la paz del presente a la de la guerra del pasado.
En medio del alboroto provocado por el griterío y la música, un cartel que dice: “Hospital. Silencio” nos indica que el desfile pasa cerca de un centro hospitalario sin respetar esa petición de silencio; la cámara nos muestra, en travelling, el interior de ese hospital, lleno de hombres heridos y silenciosos que no participan de esa alegría popular. Cuando el ejército dispara salvas con sus cañones, estas despiertan a uno de los heridos, quien, aterrorizado, se pone a soltar alaridos. Hay paz pero también hay heridas por cicatrizar.
Se celebra la misa; las palabras en off del sacerdote (“Hoy es un día de felicidad y alegría para todos”, “Demos las gracias, pues ha llegado la paz. ¡La paz!”, “Pensemos en el mañana,… y olvidemos el ayer”) caen sobre la imagen de la catedral llena de profesionales de la guerra, un travelling que detalla los sables de los militares sobresaliendo de los bancos, el primer plano de un oficial viejo y triste, y el plano de detalle de sus medallas conseguidas gracias a su pericia para matar seres humanos… La cámara panoramiza sobre estos hombres y se acerca en travelling frontal a una figura de Cristo crucificado que aparece, así, perdida en un rincón, olvidada por todos. Termina la misa, los militares abandonan la catedral. La cámara desciende en grúa hacia una pequeña figura perdida en mitad de los asientos: son las manos, entrelazadas en un rezo silencioso y desesperado, de Paul Renard (Phillips Holmes).
Hace dos años, en las trincheras, mató a otro joven del bando enemigo, un alemán llamado Walter Hörderlin (Tom Douglas). Fue en acto de servicio y seguramente en defensa propia pero eso no consuela a Paul, que entiende que matar a otra persona es, bajo cualquier circunstancia, un acto reprobable, decide entonces que la mejor manera de purgar su pecado es viajar al pueblo donde vivía Walter Hördelin en Alemania y presentarse ante su familia para recibir el desprecio de ellos que cree tener merecido.
Paul se presenta en casa de los Hörderlin y, en el momento más crucial, conmovido por la calurosa bienvenida que le brindan, se acobarda y dice ser un viejo amigo de Walter al que conoció en París. La relación de Paul con los Hörderlin y con Elsa, la prometida de Walter, provocará una profunda evolución en el sentir de los personajes: Paul y Elsa se enamorarán, y el dr. Hörderlin cambiará la opinión que tenía de los franceses, a los cuales consideraba los asesinos de su hijo.
Tras confesarle a Elsa la verdad, Paul quedará para atrapado en su propia mentira para conservar el amor de Elsa y preservar la felicidad de los viejos padres de Walter, en una secuencia final de incontenible emoción y delicadeza: Paul, al violín, y Elsa, al piano, arropan a los viejos Hörderlin en torno a la música.
Ficha Técnica:
- Año.- 1932.
- Duración.- 77 minutos.
- País.- EE.UU.
- Género.- Drama.
- Título Original.- Broken lullaby / The man I killed.
- Director.- Ernst Lubitsch.
- Argumento.- La obra teatral “L’homme que j’ai tué” (1925) de Maurice Rostand, adaptada por Reginald Berkeley.
- Guión.- Samson Raphaelson y Ernest Vajda.
- Fotografía.- Victor Milner (B/N).
- Montaje.- William Shea y Merrill G. White.
- Música.- W. Franke Harling.
- Productor.- Ernst Lubitsch.
- Producción.- Paramount Pictures.
- Intérpretes.- Lionel Barrymore (dr. Hölderlin), Nancy Carroll (Elsa), Phillips Holmes (Paul), Tom Douglas (Walter Hölderlin), ZaSu Pitts (Anna), Lucien Littlefield (Schultz), Louise Carter (sra. Hölderlin), Emma Dunn (sra. Müller), Frank Sheridan (el sacerdote), Tully Marshall (el sepulturero), Lillian Elliott (sra. Bresslauer).
- Sinopsis.- Tras la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Paul Renard, un joven francés, vive obsesionado por el recuerdo de Walter Holderlin, un soldado alemán al que mató. Después de leer y firmar la última carta de Walter, va a Alemania para hablar con su familia y pedirle perdón. Sin embargo, cuando la localiza y va a hablar con ellos, algo inesperado sucede. (FILMAFFINITY)
Apuntes y Curiosidades:
- En REMORDIMIENTO tanto el alemán muerto como el francés vivo son dos hombres aficionados a la música: que trabajan con ella, como violinistas, para ofrecer belleza al mundo. Cada uno de ellos se convierte en una víctima de la barbarie de la guerra: uno como muerto, otro como asesino. Y en un fantasmagórico flashback sobre el que planea la sombra de los grandes románticos alemanes, no en balde el apellido del soldado muerto es Hölderlin, la mano del moribundo guía a la de su asesino en un autógrafo de condena al absurdo de la guerra (“¿a quién debo matar y por qué?, cuando muera, ¿de qué servirá?”); en un presente no menos fantasmagórico, el viento hace volar las hojas secas por el cementerio y desprende las que cubren la lápida de Hölderlin: las manos de una anciana con un pañuelo: su rostro transido de dolor.
- La secuencia de la reunión en la taberna del pueblo, interrumpida por el dr. Hörderlin, en la cual el odio de los asistentes hacia Paul en particular y los franceses en general, motivado por el hecho de haber perdido casi todos ellos hijos en la guerra, da pie a una amarga digresión del médico sobre la responsabilidad de los mayores a la hora de enviar a los jóvenes al frente a luchar en su lugar: un veterano de guerra allí presente no puede resistir el impulso de estrechar la mano del doctor, mientras este concluye amargamente: “Cuando mi hijo marchó desfilando hacía la muerte, yo también aplaudí…”; secuencia que concluye con un nuevo apunte de poesía: la mirada del dr. Hörderlin hacia la calle del pueblo vacía, mientras en su memoria resuena en off el ruido de las botas de los muchachos desfilando hacia el matadero.
Fuentes:
- Dossier del Cine Club Universitario. Centro de Cultura Contemporánea. Vicerrectorado de Extensión Universitaria y Deporte. Universidad de Granada.
- FILMAFFINITY.
- José María Latorre, “Remordimiento”, en dossier “El melodrama” 2ª parte, rev. Dirigido, mayo 1994.
- Tomás Fernández Valentí, “Remordimiento: el hombre al que maté”, en dossier “Ernst Lubitsch” 2ª parte, rev. Dirigido, diciembre 2010.
Si os ha gustado este post os animamos a compartirlo para que el mayor número de personas posible asistan y disfruten hoy de esta película que continúa el ciclo CLÁSICOS RECUPERADOS XXXII: Especial I GUERRA MUNDIAL, organizado por el Cine Club Universitario del Centro de Cultura Contemporánea de la Universidad de Granada, en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias, a las 20:00 horas. Versión original en inglés con subtítulos en español.
Muchas Gracias.
Adrián De La Fuente Lucena