Tentar en la Universidad
En los últimos años, el sector cultural ha sufrido duramente los efectos de las crisis económicas derivadas del estallido de la burbuja urbanística especulativa de 2008 y de la actual crisis sanitaria propiciada por la COVID-19. En este momento, se hace si cabe más necesario generar desde las instituciones públicas programas, proyectos y plataformas que cuiden y potencien las escenas culturales locales, redistribuyendo recursos y propiciando que los creadores de base puedan disponer de suficientes oportunidades con las que mantener e impulsar su trabajo. Los Tientos asumen su carácter de tentativa con la que cuidar y contribuir al desarrollo de la cultura y a sostener procesos de formación y creación que asuman el riesgo y la experimentación.
Los Tientos se configuran como un programa anual de residencias de creación a celebrarse durante los meses de septiembre-octubre de cada curso académico y tienen al flamenco como elemento vertebral del espacio comunicativo, colaborativo y coinspirativo que aspiran a fraguar. Este programa de residencias permite “habitar” –retomando la etimología latina de residir– la Universidad de Granada, una institución pública dedicada a la producción colectiva de conocimiento, desde unos modos “otros” contagiados por las formas de lo flamenco. Con Los Tientos, la Universidad ofrece su hospitalidad para que las personas y los saberes que acoja se pongan en amoroso contacto. En este sentido, este programa no tiene como principal objetivo servir para potenciar la trayectoria profesional individual de los creadores seleccionados —aunque esta pueda ser una consecuencia indirecta de participar de un proyecto como este–, ni su estructura o diseño persigue ofrecer las condiciones para generar un trabajo en soledad y aislamiento. Los Tientos quieren poder generar un lugar conectivo, donde promover agenciamientos creativos entre residentes, donde culturas y saberes distintos puedan asociarse, compartirse, transformarse, sin limar la diferencia o evitar las fricciones y divergencias que pudieran darse. Entendemos Los Tientos como una “zona de contacto” (Mary Louisse Pratt), donde lenguajes diversos se mezclen e hibriden; como un lugar de intercambio, en el que se generen enunciaciones poéticas que nos remuevan. Un proyecto en el que construir un espacio de confianza, de cuidados y de acogida, en el que la universidad ofrezca hospedaje a personas dispuestas a pensar-con, escribir-con, crear-con (Donna Haraway, María Puig de la Bellacasa) propiciando unas políticas del conocimiento que atiendan a la coaligación y la impureza.
Los Tientos se promueven desde una institución académica. Esto creemos que obliga a pensar su convocatoria de manera diferenciada a la de otras propuestas con similares objetivos. La universidad, cuyos fines se fundan en la investigación y la docencia, reorienta Los Tientos hacia la conformación de un espacio de experimentación pero también de formación, donde los residentes puedan beneficiarse de los saberes compartidos entre ellos, así como también de las conexiones que puedan darse en la ciudad, con el contexto social y el ambiente cultural de Granada. Pero como bien se entiende en el campo de producción simbólica y material de lo flamenco, toda creación es una (re)creación, todo gesto implica una cita (“vamos a acordarnos de…”) y toda acción performativa supone una transformación, un cambio de estado, energía o sitio. Esta bien podría ser la definición que diéramos a los procesos de educación/aprendizaje. Todo aprendizaje abre un proceso que implica necesariamente un desplazamiento, un ponerse en riesgo, un salto creativo, y esto es algo para lo que comúnmente necesitamos a un “otro”: un maestro, un aliado, un amigo.
Para Los Tientos es importante poder dotar a esta experiencia de residencia con una estructura formativa complementaria. Durante el periodo de residencia tienen lugar encuentros con profesionales de disciplinas —e indisciplinas— distintas que apoyan los procesos de investigación y creación que activan los residentes. Son personas o grupos cuya trayectoria está atravesada de maneras distintas por lo flamenco aunque sus campos de trabajo transiten entre la producción teórica, la creación artística contemporánea, las artes escénicas, la música experimental o por supuesto, los distintos lenguajes flamencos. Con su ayuda, los residentes pueden contrastar las ideas que surjan durante la convivencia y entablar diálogos que enriquezcan sus procesos creativos.
Los Tientos aspira a poder generar unos modos de hacer que ofrezcan «refugio eficaz» –acogiendo la expresión de Dieter Lesage– contra las lógicas productivistas, extractivistas y habitualmente precarizadas del sistema cultural. Como todo programa de residencias, somos conscientes de la imposición de cierta “condición nómada” en los modos operativos de los creadores actuales, cuya movilidad se ve no solo empujada por la necesidad de encontrar recursos para sostener sus carreras profesionales, sino también para su propia subsistencia vital. No obstante, esta itinerancia también puede proveer un enriquecimiento intelectual y relacional fruto de la multiplicación de conexiones que se dan en este tipo de programas. Desplazarse, tomar residencia –acampar– y entrar en contacto con lugares y personas distintas, no deja de formar parte de las prácticas nómadas del pueblo gitano –de “lo flamenco”–, o concretamente de la condición viajera de muchos de los cantes o palos, así como también lo asociamos a las rutas del “viajero romántico” del XIX tan vinculadas a Granada y a la construcción de su imaginario cultural. La llegada de artistas y escritores que dibujaron una ciudad idealizada, fruto de la proyección exótica, orientalista y primitivista que se potenciaría en sus obras, no está lejos de las concepciones que sobre el Cante Jondo tenían los organizadores del Concurso de 1922. Son muchos los creadores que han llegado a Granada e incorporado a su trabajo referencias culturales vernáculas, así como también podríamos afirmar que los grandes referentes artísticos de esta ciudad lo son por haber sabido conjugar la tradición, el patrimonio y el paisaje local con los lenguajes disruptivos de la vanguardia cultural de cada momento. Los Tientos asume estas referencias y los valores que estas experiencias de intercambio puedan proveer.
Tentar a la Universidad
En el año 1975 se funda el Seminario de Estudios Flamencos dentro del Secretariado de Extensión Universitaria de la Universidad de Granada con el poeta y catedrático José Heredia Maya como primer director. Ese mismo seminario editaría su primera publicación, la antología poética Jondos 6, con la que se inauguraría una línea editorial alrededor del campo de lo flamenco en la Universidad. Vendrían más tarde otras publicaciones, como el programa de Camelamos Naquerar de Mario Maya, estrenada en febrero de 1976 en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias y que contaba con la dirección artística de José Heredia Maya.
Jondos 6 surge dentro del contexto artístico y socio-político del movimiento cultural Poesía 70, en el que el “jondismo” –término propuesto por Juan de Loxa bajo la dimensión experimental y subversiva de todo ismo de vanguardia– tendría la clara intención política y estética de recuperar el flamenco como lenguaje expresivo del pueblo andaluz ligado a una noción de sur global compartido y como medio de lucha social opuesto a su instrumentalización franquista.
El Seminario de Estudios Flamencos es el germen del actual Grupo de Estudios Flamencos, vinculado al Área de Música de La Madraza. Centro de Cultura Contemporánea de la Universidad de Granada. Esta, junto con el Área de Artes Visuales y Casa de Porras, unidades todas adscritas al Vicerrectorado de Extensión Universitaria y Patrimonio, impulsan el programa de residencias Los Tientos, cuya publicación –la que tienen entre sus manos– da continuidad a la línea editorial que sobre el campo amplio de “lo flamenco” abrió en su día Jondos 6 en el Grupo de Estudios Flamencos, que continuó con el proyecto Jondos21 y que el año pasado pudimos retomar con El vuelo/el suelo. Textos de mediación y creación flamenca a través del que Ana Folguera acompañó la primera edición de Los Tientos.
Si retomamos el origen de nuestras “academias”, palabra que tiene su origen en la escuela de Platón situada en los jardines consagrados al héroe Academos, o la escuela de Aristóteles llamada “peripatética” por la costumbre del filósofo de pasear debajo de los enramados del jardín con sus discípulos mientras impartía lección –Peripatêín es la palabra griega para “dar vueltas”, “ambulante” o “itinerante”– , descubrimos una condición “errante” del pensamiento también muy presente en la construcción de las artes y lenguajes flamencos. Estas y otras escuelas, como la de Epicuro -también situada en un jardín– eran lugares de convivencia y también de celebración, palabra que deriva del griego simposion que significa “banquete” o de manera concreta “reunión de bebedores”. En un tonel vivió el cínico Diógenes como vagabundo errante por las calles de Atenas. La palabra σχολή (skholḗ) en griego antiguo significaba “tranquilidad” o “tiempo libre”, luego derivó a “aquello que se hacía en el tiempo libre”, o sea, una actividad diferenciada del tiempo productivo del trabajo, para finalmente vincularse al estudio en contraposición al juego.
Los Tientos es un programa de residencias donde creadores de distintas disciplinas son invitados aconvivir durante un tiempo en ella dejándose atravesar “con tiento” por lo flamenco; pensando y creando con tranquilidad, al ritmo calmo de los tientos; dando lugar a procesos y experimentos como tentativas que están del lado de lo borroso, lo fugaz y muchas veces de lo inconcluso; tentando, palpando y jugando, poniendo el cuerpo; y celebrando que la Universidad pueda ser lugar de saber y placer en comunidad. Séneca sitúa una inscripción en la entrada del Jardín de Epicuro que decía: “Extraño, tu tiempo será agradable aquí. En este lugar el mayor bien es el placer”.
También en 1975, año en el que sería brutalmente asesinado, Pier Paolo Pasolini publicó en el Corriere della Sera y en Il Mondo el conjunto de artículos agrupados bajo el título de Las Cartas Luteranas. Son una colección de textos en los que aborda una serie de problemáticas políticas y culturales de la sociedad italiana del momento intentando identificar las causas de las mismas. La primera parte es la que se conoce como el Gennariello y ha sido entendida generalmente como un tratado pedagógico incompleto en el que Pasolini comparte con un pequeño niño napolitano las formas en las que la sociedad y sus instituciones le educan. En él habla del “lenguaje pedagógico de las cosas”. Esas cosas son las mercancías, los compañeros, la escuela, los adultos…, y le presenta al Gennariello cómo operan en la sociedad de consumo configurando un vocabulario y una gramática que influirá en su cuerpo, en su consciencia y en el conjunto de valores que construyen su personalidad. Y frente a la obediencia, la renuncia, el temor, la infelicidad y la fealdad de todas esas “cosas” que le oprimen, Pasolini le exhorta al joven a perder las formas (“desfigurémonos”) y a confiar en su particular y esplendorosa belleza (“resplandece”).
En ese mismo y fatal año de 1975, Pasolini publicaba el artículo “El vacío de poder en Italia”, más conocido como “el artículo de las luciérnagas”. Con la metáfora de las luciérnagas, y su constatable desaparición de los campos en esos años por efecto de la contaminación del aire y agua, quiso advertir sobre el “genocidio” que se estaba produciendo sobre la riqueza y diversidad del ecosistema cultural de Italia. Las luciérnagas eran esas cosas pequeñas o menores sometidas y esquilmadas ante “la reorganización y la homogeneización brutalmente totalitaria del mundo” que ya advertía estar dándose en Italia.
En un artículo de 2016, la investigadora y profesora Mafe Moscoso comentaba que uno de los principales problemas de la universidad europea es que ya no nos hacemos preguntas inesperadas. El pensamiento en la academia acaba sometido a procesos de normalización y estandarización, y como consecuencia de esto todos acabamos pensando lo mismo pues hemos estrechado los límites del conocimiento y expulsado la imaginación del mismo, decía. “No existe en torno a nuestra vida poderes ocultos e imprevisibles, sino que por el contrario, todo puede ser dominado mediante el cálculo y la previsión. Esto quiere decir, simplemente, que se ha excluido lo mágico del mundo”, escribe Max Weber en su obra El político y el científico.
Moscoso compartía entonces la necesidad de un aprender a pensar desde una perspectiva generativa para que el pensamiento nos ayude a ensanchar el mundo. Y terminaba su artículo con una proposición epistemológica –pedagógica y política– invitándonos a generar “conocimientos raros en el mundo académico. Conocimientos peligrosos, divinos y maravillosos”, porque el “saber [como la del Gennariello de Pasolini] tiene belleza”.
Tanto Pasolini como Moscoso nos animan a escapar del lenguaje de la dominación que organiza a las instituciones del saber –la escuela y la universidad– y, sin renunciar a habitarlas y residir en ellas, tratar de impulsar iniciativas que recuperen la celebración y el placer del pensamiento salvaje y vivo que no se somete a la neolengua académica de la “calidad”, “eficacia” y “excelencia”. Se trataría de pequeñas cosas, como semillas, o como las luciérnagas de Pasolini, la mayoría de las veces precarias, efímeras, balbuceantes y atravesadas siempre por incertidumbres e inseguridades, pero que responden a esos saberes raros, maravillosos y bellos que abonan y nutren el terreno de la academia. Prácticas y saberes rebeldes que tratan de escapar de las categorías normativas y de las regulaciones que neutralizan la singularidad y la diferencia. También podríamos definirlos como “espontáneos”, “vagabundos” o “no procecedentes”, eufemismos que empleamos habitualmente para esas “malas hierbas” del jardín. El jardín de la Academia.
En Los Tientos intentamos propiciar la práctica de un hacer en colectivo, en común. El flamenco construye una pedagogía de lo común, o mejor, del procomún. Es un territorio político abonado por un acervo compostado que nutre al presente desde las voces y experiencias del pasado, pero también desde las que se colmatan hoy para colaborar a generar todas las que están por venir. De hecho, y si todo proceso creativo es –o debería ser– en sí mismo una forma de nutrición, es imprescindible que se de este encuentro del procomún en otros terrenos, con otras disciplinas y otros seres. Y no solo el proceso de creación: cada palabra que leemos, recibimos, expresamos y regalamos es fruto del diálogo. Tal es así que, si lo consideramos de manera más amplia, es altamente probable –o quizás más bien deseable– que cada acto, evento o fenómeno que configura nuestro día a día, que esa cotidianidad a veces anhelada y a veces detestable sea resultado de un encuentro en el que dos o más personas manifiestan alternativamente sus ideas o afectos. Dicho encuentro no tiene por qué darse de manera síncrona. Una conversación puede desarrollarse con años de diferencia y sin que ni siquiera estén todos los participantes al mismo tiempo, ya que su resultado crece en cada unx de nosotrxs de manera a veces inesperada. Seguro que saben de lo que hablamos: ¿cuántas veces habremos encontrado sentido mucho después a aquello que alguien nos dijo hace años?
El fin que anima un programa de residencias como Los Tientos es la posibilidad de crear en la Universidad un espacio de convivencia, investigación y creación entre personas diversas que pusiera en primer término el placer por el aprendizaje y la disposición a crear y pensar juntos, en comunidad, en un mismo tiempo. En esta política de vínculos Los Tientos asume su propia fragilidad, pues su hacer no parte del «hacer sabiendo» sino de un ponerse en riesgo creando situaciones y alianzas que desestabilizan las estructuras formales del saber académico, sus criterios de medición e indicadores de éxito. El espacio de autoformación que intentamos generar es temerario e ingenuo, de ahí quizás su singularidad, pues no parte de reproducir experiencias previas o prescritas si no de un «hacer aprendiendo». Es una pedagogía en tránsito, peripatética, lo que implica –como todo proceso de aprendizaje– un desplazamiento que puede sentirse a veces brusco y que además se expone necesariamente a sus vulnerabilidades, a la posibilidad del fracaso. Decía Agustín García Calvo de su Círculo Lingüístico de Madrid que “aquello fracasó, como fracasa todo lo que puede herir. El éxito solo llega a aquello que no hace daño a nadie, a aquello que sigue la corriente”.
Estos tientos, tentativas o ensayos surgen en tiempos de crisis, en un momento en que creemos, desde la Universidad pero también desde el amplio campo de la creación, que debemos ponernos en crisis. Los Tientos respetan como futuro posible modelarse desde la materialidad del error o el fracaso. Presentamos este programa conscientes de que aprenderemos a hacerlo desde el hacer y eso, por recuperar la noción de experimento de Roberto Jacoby, “no lo hace menos interesante sino más”.
Queremos agradecer a todas las instituciones participantes en el programa su empatía con el mismo y comprensión ante los modos de trabajo que intentamos cuidar en Los Tientos. El gran apoyo institucional da cuenta del interés y relevancia que ha adquirido este proyecto cultural y de investigación en forma de residencia. Agradecer a Ana Folguera y Marina Hervás, que han sumado saber para ayudarnos a comprender las artes de estos tientos. También al conjunto de profesionales que nos han acompañado en esta experiencia, muchos de ellos han podido sumar su voz a esta publicación respondiendo a nuestra invitación de pensar “los tientos” como concepto vertebrador. Y muy especialmente a lxs residentes de esta y de la primera edición, que aceptaron participar en un convite que esperamos haya sido placentero, pero que nos consta también ha sido para ellxs complejo, complicado e incluso peligroso.
Mientras presentamos los resultados de esta segunda edición, preparamos ya la tercera a partir de la evaluación de los aprendizajes realizados. Los Tientos es para nosotros un trayecto que si bien tiene fines, no tiene fin. SinFin.