Me veo la nuca es una invitación a considerar lo digital desde lo real, lo analógico; desde lo erógeno y no solo lo táctil. Mediante la destrucción y el funcionamiento inesperado de aplicaciones y material digital, Mayte Gómez Molina (1993, Madrid por accidente, Granada por elección) propone un refugio en el que es necesaria la pausa para presenciar el deterioro de las imágenes en movimiento. La intención de todas las piezas que conforman este proyecto es evidenciar que si algo se destruye es porque tiene cuerpo, peso, importancia, sombra: cualidades que no asociamos con lo digital y en las que reside su poder de manipulación. Lo digital tiene un cuerpo que puede impactar contra el nuestro, moldearlo, subyugarlo. Las innovaciones tecnológicas han facilitado nuestra vida, pero es un acto político de los habitantes de este mundo hiperconectado el ser conscientes del precio que se paga por la idea de comodidad que aceptamos sin leer la letra pequeña.
La idea y la imagen de la nube están muy presente en esta exposición, una actualización del Ceci n’est pas une pipe de Magritte, pero con la adición de que estas nubes, si bien no son reales, también tienen su forma particular de serlo. La dualidad real y virtual ya no puede aplicarse en un mundo en el que lo digital es parte de nuestra vida y el teléfono inteligente es una extensión de la mano (¿o somos nosotros la extensión de un teléfono?). Lo virtual es tan real como una tormenta, Internet es tan concreto como cables y tuberías, como edificios llenos de ordenadores que nos proporcionan Internet. La Nube no es una nube, no está en el cielo, donde reside la idea de lo divino y lo omnipotente. La Nube es un lugar real, que gasta electricidad, que contamina, que nos ayuda a mejorar, pero también nos alecciona.
Y si Internet es real, tangible, eso significa que también sus efectos lo son. Hace tiempo Internet fue un lugar donde las personas soñaron con un espacio de libre expresión, de democracia, y si bien hay reductos y espacios de resistencia dentro de la red, este concepto utópico ha dejado paso a una concepción de la vida en las pantallas como una extensión de las herramientas de vigilancia, adoctrinamiento e hiperconsumo que tienen lugar en lo que aún nos obcecamos en llamar “realidad”. El algoritmo, la inteligencia artificial, Internet, no se han autogenerado. Son nuestra descendencia y tienen lo mejor y lo peor de nosotros. Es necesario conocer cómo funciona la tecnología para colaborar con ella. En un mundo en el que la tecnología la controlan unos pocos, el desconocimiento significa sumisión.
La otra parte de Me veo la nuca cuenta con la pieza que da título a la exposición, un viaje de casi 24 minutos a la violencia inconsciente que ejercemos contra nuestros cuerpos al someterlos a operaciones estéticas con los filtros de Instagram y otras aplicaciones para el retoque de imagen que siembran en nosotros (y sobre todo en nosotras, nosotres) una idea de belleza inalcanzable por su virtualidad. Como dijo Guy Debord, “allí donde el mundo real se transforma en meras imágenes, las meras imágenes se convierten en seres reales, y en eficaces motivaciones para un comportamiento hipnótico”. Y contra la hipnosis, esta exposición propone la sospecha, la vulnerabilidad y la paciencia.
Me veo la nuca, primera exposición individual de Mayte Gómez Molina, se presentó en el Palacio del Almirante del 15 de diciembre de 2020 al 5 de febrero de 2021. La exposición, de la que formaban parte las piezas incluidas en MADI, se compuso de una instalación de cinco piezas de vídeo, (vídeo digital, vídeo apropiado, 3D, de diferentes duraciones) y tuvo la colaboración de Carlos Alcántara-Sánchez en el sonido. Con motivo de la exposición se editó el poemario Mi piel virtual, cansada (2021).