TESTIGO DE CARGO

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Poster de la película.
Año de estreno: 1957. Duración: 116 min. País: EE.UU. Género: Drama.
Título Orig.- Witness for the prosecution. Director.- Billy Wilder. Argumento.- La pieza teatral homónima de Agatha Christie. Guión.- Billy Wilder, Harry Kurnitz y Larry Marcus. Fotografía.- Russell Harlan (B/N). Montaje.- Daniel Mandell. Música.- Matty Malneck. Productor.- Arthur Hornblow, Jr. Producción.- Edward Smal Productions-Theme Pictures para United Artists. Intérpretes.- Tyrone Power (Leonard Vole), Marlene Dietrich (Christine Vole), Charles Laughton (sir Wilfrid Robarts), Elsa Lanchester (miss Plimsoll), John Williams (Brogan-Moore), Henry Daniell (Mayhew), Ian Wolfe (Carter), Una O’Connor (Janet McKenzie), Torin Thatcher (Meyers).
6 candidaturas al Oscar: Película, Director, Guión, Actor principal (Charles Laughton), Actriz de reparto (Elsa Lanchester), Montaje y Sonido (Gordon Sawyer).
  
Temática:

   Es el enredo perfecto: La inocencia es el delito; la sangre fría, el amor; y el abogado que cree tener bien sujetas las riendas de todo y ser él quien maneja la situación.

   El arranque de TESTIGO DE CARGO hace referencia a la sala de un tribunal de justicia. Estas primeras imágenes preceden a la aparición de los títulos de crédito. Da la sensación de que Wilder ha querido dar prioridad a lo que, en apariencia, podría considerarse el tema clave de su film: El desmantelamiento y la puesta en cuestión del estamento judicial, las dudas que constructivamente asaltan a los ciudadanos no sólo por el funcionamiento de la justicia, sino también por la aplicación de la misma: En definitiva, el grado de lógica que puede contener un hecho tan grotesco como que sean los hombres los que juzguen a su vez a los hombres, y no sólo eso: Que los condenen o los absuelvan en función de las pruebas que se presentan, de la simpatía que puede desprender un acusado o de la habilidad o de la suerte del abogado defensor.

   Aunque todos estos temas, magistralmente abordados por Fritz Lang y Otto Preminger, no son, en realidad, el vértice central de TESTIGO DE CARGO, sino que Wilder se sirve de ellos para desviar la atención hacia un elemento externo que le permitiera potenciar el que será su verdadero fin: El engaño continuo y constante a que es sometido Sir Wilfrid Robarts.

   Wilder juega con el azar y el destino, algo no muy frecuente en su filmografía, para que Sir Wilfrid acepte la defensa de Leonard Vole. Al principio de la película, Leonard y el procurador llegan a casa de Sir Wilfrid, éste les dice que el caso es interesante pero que no puede aceptarlo dado su precario estado de salud. Cuando se dirige a su habitación para reposar, Sir Wilfrid advierte que el procurador lleva unos cigarros en su chaqueta. Dado que la enfermera ha descubierto los suyos en el bastón, Sir Wilfrid permite un cambio de impresiones con sus visitantes, pero lo que desea de verdad es fumarse un puro. Encuentra apasionante el caso y recomienda un abogado para que defienda a Leonard. Cuando todos desaparecen de su casa, incluidos los policías que han ido a detener a Leonard, Sir Wilfrid monta en su ascensor para subir a su cuarto. Hará su presencia Christine, enigmática y prepotente, como a lo largo del film, que queda decepcionada cuando Sir Wilfrid le cuenta que no se hará cargo de la defensa, mientras emprende por enésima vez su retirada. “Hablan de usted como el defensor de las causas perdidas”, le dirá Christine con un tono de voz tenue. Wilder congela un plano general (resistiéndose a cortar a un plano corto o medio) donde quedan encuadrados los personajes. Christine queda inmovilizada en campo en tanto Sir Wilfrid se desliza lentamente sumergido en un profundo y controvertido silencio. La pausa es corta, pero muy significativa. Christine toma de nuevo la iniciativa, y esta vez lanza un desafío que no puede ser baldío, porque lleva implícito el reproche: “¿Será porque ésta está demasiado perdida?”. La reacción de Sir Wilfrid es inmediata. Ha recogido el testigo y se enfrenta al duelo -y al juego- donde quería llevarle Christine. Fascinado con su personalidad y su arrogancia, Sir Wilfrid se repite que esconde algo, elogiará su carácter -“Es una mujer notable”- y, lo que es más importante, aceptará la defensa de Leonard Vole a cambio de un pacto con su médico.

   Sir Wilfrid siempre utiliza un truco teóricamente infalible: Mira fijamente con su monóculo, a contraluz, a las personas mientras las somete a interrogatorio. Los que salvan esa prueba son inocentes. Para Sir Wilfrid, Leonard pasa brillantemente el test. Y a partir de ahí confía en él. Sir Wilfrid es duro, despótico, cabezota e infatigable al desaliento. Pero también es respetuoso con las leyes y la justicia. Wilder nos lo muestra incapaz de defender todo aquello en lo que no cree. Si acepta una defensa es porque está convencido no de lo atrayente del caso, sino de su defendido. Y, lógicamente, si es el abogado de Leonard Vole es porque le cree una víctima del destino, que pone todo en su contra. Sir Wilfrid es un ser auténtico, una persona fiel a sus principios, curtido en batallas insalvables.

 
Valoración:
   Es posible emparentar Perdición con TESTIGO DE CARGO y La vida privada de Sherlock Holmes, basándonos en una de las constantes más acusadas de toda la filmografía de Billy Wilder: La desmitificación. Para Wilder, la acidez de una crítica tiene el entorno de apuntillar sobre los elementos más destacados que se veneran en la pantalla. Su dureza con los protagonistas de estas películas llega a extremos desoladores. Cuanto más ridículos aparecen Sir Wilfrid Robarts (Charles Laughton) y Sherlock Holmes (Robert Stephens) más próximos los sentimientos y más espontáneos nos resultan. Por una vez, y excepcionalmente, el cine no parece igual que la vida.
   Inexplicablemente TESTIGO DE CARGO ha pasado, tradicionalmente, por ser una obra menor en la filmografía de Wilder. No se entiende el desprecio que ha sufrido entre la crítica y los adeptos de Wilder esta película a menudo despachada como “una de juicios”, como si éste fuera un adjetivo adecuado o como si, por el contrario, los films cuya base argumental fuera un caso ante los tribunales estuvieran cortados por el mismo patrón. Debe ser que ya se ha olvidado que una de las más grandes películas de la historia del cine, una de las pocas películas que cuestionaba prácticamente todo -y no sólo, por supuesto, la justicia-, era también una película sobre un juicio: Anatomía de un asesinato (Anatomy of a murder, 1959), de Otto Preminger, obra inabarcable, que deja un poso de inseguridad en la medida en que no está resuelta, como ocurre con mucha frecuencia en otros films de Preminger.

   TESTIGO DE CARGO es mucho más que una simple película sobre un homicidio y un juicio. Quedarse ahí es constatar una ceguera notable. Partiendo de la investigación de un crimen, como ocurría en Perdición y luego en La vida privada de Sherlock Holmes, Wilder ha vilipendiado a su protagonista, le ha sometido a una humillación constante y le ha mostrado claramente vulnerable. La complejidad de TESTIGO DE CARGO nace en el tema más querido de Wilder y abarca no sólo los límites de la película, sino también la propia personalidad del cineasta. Wilder, al que se ha reprochado múltiples veces la obviedad de que hace gala en las situaciones y confrontaciones de sus películas, sabe replegarse cuando afloran los temas clave de su filmografía. En Perdición alcanza un ritmo en proyección, tanto en los diálogos como en las escenas conflictivas, que esconden progresivamente la fuerza que transmite Edward G. Robinson. En La vida privada de Sherlock Holmes, Wilder humaniza al famoso detective privado hasta hacerle caer como víctima de una pasión amorosa, que sólo es capaz de superar por la subordinación al deber. En TESTIGO DE CARGO se llega más lejos. Toda la trama argumental está llena de conjeturas, hipótesis y vacilaciones. Además, Wilder crea varias películas dentro de la película: Por una parte tenemos el caso de Leonard Vole (Tyrone Power), un pobre desgraciado que se ve envuelto en un caso de asesinato donde no tiene coartada pero, para su desgracia, no carece de móvil. Por otro lado aparece su mujer, Christine (Marlene Dietrich), envuelta en un halo de misterio y seguridad. Los flashbacks de la película y la enfermera de Sir Wilfrid, Miss Plimsoll (Elsa Lanchester), actuarán como detonantes, siempre preparando el terreno para refugiar a Sir Wilfrid o para distraer la atención del espectador.

   La grandeza de TESTIGO DE CARGO guarda una estrecha relación con la grandeza de otras obras maestras: Es capaz de entretener, de ser admirada y de emocionar. Si uno no se plantea nada a lo largo de la narración puede salir satisfecho de la sala. Una visión más profunda le puede conducir al descubrimiento de hermosas y diferentes conclusiones. Hay mucho truco en TESTIGO DE CARGO, mucho apaño en la parte final, mucha distorsión sobre las hipótesis que se barajan en el nudo de la película. Las palabras de Wilder sintetizan fidedignamente que el fin justifica los medios. Pero, sobre todo, que lo que más le interesaba en TESTIGO DE CARGO no era confundir con un desenlace sorpresa.

Fuente de Información: Fichero del AULA DE CINE/CINE CLUB UNIVERSITARIO. Universidad de Granada. Con fines divulgativos.

Trailer de «Witness for the prosecution» (1957)».