SABRINA

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Poster de la película.

Año de estreno: 1954. Duración: 114 min. País: EE.UU. Género: Comedia-Romance.

Título Orig.- Sabrina. Director.- Billy Wilder. Argumento.- La pieza teatral “Sabrina Fair” de Samuel Taylor. Guión.- Billy Wilder, Ernest Lehman y Samuel Taylor. Fotografía.- Charles B. Lang, Jr. (B/N). Montaje.- Arthur P. Schmidt. Música.- Frederick Hollander. Productor.- Billy Wilder. Producción.- Paramount. Intérpretes.- Audrey Hepburn (Sabrina Fairchild), Humphrey Bogart (Linus Larrabee), William Holden (David Larrabee), Walter Hampden (Oliver Larrabee), John Williams (Thomas Fairchild), Martha Hyer (Elizabeth Tyson), Marcel Dalio (El Barón).
1 Oscar: Vestuario para film en B/N (Edith Head). 5 candidaturas: Director, Guión, Actriz principal, Fotografía y Dirección artística para film en b/n (Hal Pereira, Walter H. Tyler, Sam Comer y Ray Moyer).

Temática:

   SABRINA, del año 1954, es la película en la que Wilder se acerca más al cine de la fábrica de sueños de los años cincuenta, la película que cumple, en mayor proporción, sus requisitos. Aparentemente. 

   Audrey Hepburn interpreta a una chica que atrae a los hombres porque se enamoran más de sus sueños que de su sexo. El argumento de la película es el típico cuento de la Cenicienta de los años cincuenta: La hija del chófer que consigue al multimillonario como príncipe. De nuevo aparentemente. Ya que el príncipe (William Holden) es educado para ser un hombre de negocios y el hombre de negocios sin escrúpulos, el hermano mayor de Holden (Humphrey Bogart), ya ligeramente arrugado, es transformado en el príncipe romántico, aunque dando un rodeo que pasa por una infamia maquiavélica.

   Después de realizar la excelente Traidor en el infierno injustamente olvidada cuando de fijar los grandes films del cineasta se trata, Wilder se embarcó en el proyecto de adaptar la obra teatral de Samuel Taylor “Sabrina Fair”. El dramaturgo colaboró en el guión junto con Ernest Lehman y el propio director. El resultado es un cuento de fábula con evidentes resonancias de “La Cenicienta”, aunque adolece de un tono afectado, una sensiblería trivial, donde la habitual ironía del director, la agudeza ingeniosa, la réplica cáustica y demoledora se echan en falta para enderezar un film demasiado endeble, con aspectos, eso sí, remarcables, que nos devuelven momentáneamente al Wilder más burlón y satírico.

   El film se inicia con una voz en off que nos sitúa en los márgenes del tiempo y el espacio irreales de la fábula, acompañando el recorrido/travelling por la suntuosa mansión de los Larrabee en un planteamiento de la acción y una presentación de los personajes que se cuentan entre los mejores logros del film. Sabrina (Audrey Hepburn) se nos presenta como la hija del chófer, enamorada, para más señas, del hijo díscolo de la familia, David (William Holden). El padre de ésta decide enviarla a Francia para que sea educada en el arte culinario y olvide un amor imposibilitado por las barreras sociales. El aprendizaje francés contiene las escenas más humorísticas del film y entronca con el tono cáustico más característico del estilo de Wilder. En este caso, el blanco de sus pullas es la solemnidad de la educación afrancesada, casi militar en su cartesianismo, a pesar de que el retrato caricaturesco sea de corte amable, nada ácido, deudor del humor atemperado de Lubitsch. La vuelta a casa de Sabrina dará paso a una segunda parte de la película, en la que se forma el triangulo sentimental entre ésta, David y su hermano Linus (Humprey Bogart, en la piel de un ejecutivo frío y maquiavélico).

   SABRINA debe entenderse como un esbozo, una aproximación inicial a una historia sentimental que, años después, culminará en la espléndida Ariane, donde Wilder juega y se divierte (nos divierte) con los estereotipos. Tanto es así que convierte a la inocente Hepburn en una adolescente que finge ser una ninfómana feroz.

Valoración:

   La fama de Billy Wilder como comediógrafo se ha asentado, sobre todo, en títulos como Con faldas y a lo loco, El apartamento, Uno, dos, tres, En bandeja de plata…. Es decir, en toda una serie de obras que, desde la diversidad de sus contenidos y por encima de sus errores o aciertos, supieron conjugar una característica común entre ellas: La indagación penetrante, pesimista y un tanto cínica en la condición del ser humano y de la sociedad que lo cobija.
   Pero frente a este tipo de películas (si se quiere más ácidas y amargas que dulzonas y conformistas), Billy Wilder dirigió también, sobre todo en la primera parte de su filmografía, algunas otras comedias que, además de compartir algunos temas y motivos con las anteriores, vendrían definidas esencialmente por el tono menos seco y áspero de sus narraciones. Obras como El mayor y la menor, El vals del emperador, SABRINA y Ariane tendrían así, como principal nexo de unión entre ellas, el carácter más sentimental de sus intrigas y el color más sonrosado de sus argumentos, aparte de otros rasgos comunes y, también, de diferencias más o menos acusadas entre sí. De los cuatro títulos citados, Billy Wilder dirigiría los tres iniciales en el seno de la Paramount, con un intervalo regular de seis años entre cada uno de los trabajos y a partir de un guión escrito en colaboración con Charles Brackett los dos primeros, mientras SABRINA vería la luz una vez rota ya la relación entre ambos escritores y ofrecería, quizá como consecuencia de esta ruptura, algunas interesantes novedades temáticas y narrativas en relación con los dos títulos precedentes.

   Por su parte, Ariane, rodada ya bajo el sello de la United Artists, supondría el comienzo de la colaboración entre el cineasta y el guionista I. A. L. Diamond, la cual, como apunta ya este primer texto conjunto, daría lugar al período más brillante y sugerente de la filmografía del director austriaco.

   Por lo tanto, y aparte de esa adscripción común al subgénero de la comedia rosa y de las coincidencias de productora (en tres títulos), de guionista (en los dos primeros) y de que la actriz principal sea Audrey Hepburn en SABRINA y en Ariane, no parece que los lazos entre las cuatro películas sean tan fuertes como para considerar que forman una especie de ciclo ni ningún otro tipo de agrupación semejante.
 
   Sin embargo, y a pesar de esta advertencia previa, los cuatro títulos citados comparten entre sí un elemento recurrente en buena parte de la filmografía de Billy Wilder y cuya presencia puede rastrearse también en títulos como Perdición, El crepúsculo de los dioses, La tentación vive arriba, Con faldas y a lo loco o Irma la dulce. Este tema no sería otro que el de la pareja improbable, o aparentemente imposible de formar, ya sea por la diferencia de edad existente entre los dos miembros de ésta (El mayor y la menor y Ariane), ya sea por las diferencias de clase que los separan (El vals del emperador), ya sea por una combinación de ambas (SABRINA).

   Ahora bien, mientras que en las dos películas que Billy Wilder escribió en colaboración con Charles Brackett, es decir, El mayor y la menor y El vals del emperador, este elemento no supone más que uno de los puntos de partida para el desarrollo de una intriga que, en el primero de los casos, se disuelve prácticamente en los terrenos de la farsa burlesca y, en el segundo, en la contraposición antitética y bastante simplista de la aristocrática Europa con la emprendedora nación estadounidense, en los otros dos títulos (SABRINA y Ariane) este motivo común servirá como base para explorar en el trasfondo ideológico que levanta esas barreras, supuestamente infranqueables, de clase o de edad entre sus protagonistas.

   Desde este punto de vista, SABRINA se configura como una versión bastante cínica de los cuentos de hadas, que comienza, además, como uno de ellos, con una voz en off que declara: “Érase una vez una doncella, que vivía en una grandiosa mansión, situada en la costa norte de Long Island…”, es decir, a través de un relato en primera persona que constituirá una de las estructuras narrativas preferidas por Wilder para construir sus ficciones. A partir de esta voz inaugural, las imágenes desgranan una especie de reedición de la historia de Cenicienta, en la que ésta -representada en el film por Sabrina (Audrey Hepburn), la hija del chófer de la familia de los Larrabee– seduce a los dos hijos varones del clan y acaba por casarse con el mayor de ellos: Linus Larrabee (Humphrey Bogart).

   Entre medias, sin embargo, la película se concentra, sobre todo, en narrar cómo Linus -un hombre solitario, como tantos otros de los que transitan por la filmografía del cineasta- no sólo es incapaz de comprender los sentimientos de los demás (como revela, entre otras, la secuencia donde pretende que el padre de Sabrina actúe como chófer de ésta y casi como alcahuete suyo), sino que, además, está decidido -movido tan sólo por intereses económicos- a engañar a Sabrina y poner precio a su amor, como, por cierto, pretende realizar también el emperador Francisco José I (Richard Haydn) con Virgil H. Smith (Bing Crosby) en El vals del emperador. En ambas películas nos encontramos, sin embargo, todavía en el terreno de la comedia sentimental y rosa, un poco en la estela de Frank Capra, y estos apuntes de crítica social no alcanzarán todavía la acidez y el pesimismo de las comedias negras de su última etapa, cuando la ambición que preside la mayoría de estas ficciones tiña sus argumentos de una coloración mucho más sombría.
   Por lo que respecta a la pareja en sí, tanto SABRINA como Ariane o, incluso, El mayor y la menor tratan en sus argumentos otro tema recurrente en la filmografía del director austriaco (sobre todo en esa primera época), la de la muchacha joven e inocente que conquista a un hombre maduro -y, generalmente, solitario- y consigue con ello trastocar su forma de vida, enseñándole a disfrutar de ésta y a olvidar sus anteriores prejuicios y los condicionamientos sociales. De forma, pues, aparentemente contradictoria, la supuesta misoginia de Wilder -que sirve, sobre todo, para colorear buena parte de los diálogos de sus películas- se trastoca en la mirada cómplice con la que aquél contempla en estos tres films, pero también en buena parte del resto de su obra, a muchos de sus personajes femeninos, capaces -gracias a su entereza, su generosidad y su optimismo- de dar un sentido nuevo a la existencia hasta entonces tediosa de sus oponentes del otro sexo.

   En el universo temático del cineasta, esa posibilidad de empezar una nueva vida se encuentra relacionada, casi siempre, con el abandono del trabajo alienante donde cobijan su inseguridad emocional muchos de sus personajes masculinos -como el propio Linus Larrabee– y con la apuesta decidida por el disfrute de un ocio que, como en el cierre de SABRINA y Ariane, encuentra expresión simbólica en el viaje final emprendido por sus protagonistas al concluir la narración.

   Dentro de este terreno conceptual, y como un anticipo de los escenarios por donde discurrirá después Irma la dulce o ¿Qué pasó entre tu padre y mi madre?, Wilder apunta también en estos films una visión del mundo donde Europa -y, más concretamente, París- aparece como el espacio privilegiado donde sus criaturas pueden experimentar todavía el placer de la vida frente a la rutina desgastada que lleva, la mayoría de ellas, en una Norteamérica más ensimismada y absorbida por el culto al dinero y al trabajo.
 
   Así, en SABRINA, el viaje a París de la protagonista supone la transformación radical de la personalidad de la joven, quien, a partir de entonces, puede conquistar ya con su glamour a los herederos Larrabee y regresar con Linus a la capital gala, en la conclusión de la narración, como expresión del cambio radical que ha conseguido introducir en la vida de éste.

   Pese a compartir -conforme acaba de esbozarse de manera sucinta- algunos elementos que cabría considerar como característicos de la primera etapa filmográfica del cineasta, y que encuentran acomodo después en otros trabajos suyos, sería difícil no advertir también las diferencias que presentan estos títulos entre sí y que podrían dar lugar, incluso, a su subdivisión en dos bloques distintos. En el primero de ellos habría que incluir, sin duda, a El mayor y la menor y El vals del emperador, dos obras menores dentro de la filmografía de Billy Wilder y que, pese a algunos aciertos esporádicos, resultan todavía reveladoras de los titubeos por los que, al menos en el terreno de la comedia, discurre todavía la carrera del director vienés en esos momentos.

   En el segundo grupo se incluirían SABRINA y Ariane, dos obras más personales y complejas, que muestran ya en su estructura esa conjunción de comedia y drama, de fábula rosa y cuento triste, que tan buenos resultados rendirían a su creador a partir de entonces. En ellas la narración se presenta ya más preocupada por analizar el ejercicio permanente de falsedades en el que se convierte, de manera insoslayable, la lucha por el éxito (como en el caso de Linus Larrabee en SABRINA) o por apostar decididamente en defensa de la autenticidad y de la honestidad personales (conforme demuestran con sus comportamientos respectivos las protagonistas de ambos trabajos) frente a la impostura de los convencionalismos sociales.

   De manera incipiente, pues, Billy Wilder se instala ya en el territorio acuoso donde se confunden las apariencias con la realidad para tratar de deslindar una de otra con la ayuda de la cámara, de separar el trigo de la sinceridad de la paja del fingimiento (tema central de buena parte de su filmografía) y de lanzar de paso -todavía de manera bastante menos ácida y subversiva que en otros títulos posteriores- sendas andanadas contra el llamado modo de vida americano (american way of life). Y todo ello enmarcado, en el caso de Ariane, en un ejercicio de estilo sobre el propio género de la comedia, en una reflexión temprana sobre el final del cine clásico, que se convierte también en una especie de propuesta metalingüística acerca del momento histórico que vive la comedia en esos años. De ahí la complejidad temática y estructural que revela ya una obra tan madura como esta última y que, tras el pórtico revelador de SABRINA, abrirá definitivamente las puertas a su creador para que pueda acometer ya, con ese lúcido bagaje a sus espaldas, la realización de su ciclo de grandes comedias.

Fuente de Información: Fichero del AULA DE CINE/CINE CLUB UNIVERSITARIO. Universidad de Granada. Con fines divulgativos.
Trailer de «Sabrina»