Fecha y Hora: Martes 12. 21:00 h. Lugar: Aula Magna de la Facultad de Ciencias. Ciclo Maestros del Cine Contemporáneo (IV): MICHAEL HANEKE. Centro de Cultura Contemporánea – Cine Club Universitario. Universidad de Granada.
Año de estreno:2001. País:Francia-Austria. Duración: 129 min. Género: Drama.
Título Orig.- La pianiste. Director y Guión.- Michael Haneke. Argumento.- La novela homónima de Elfriede Jelinek.Fotografía.- Christian Berger (C). Montaje.- Monika Willi & Nadine Muse. Música.- Obras de Franz Schubert. Productor.- Veit Heiduschka. Producción.- MK 2 Films – Les Films Alain Sarde – Wega Filmproduktion – Arte France Cinéma. Intérpretes.-Isabelle Huppert (Erika Kohut), Annie Girardot (su madre), Benoît Magimel (Walter Klemmer), Anna Sigalevitch (Anna Schober), Susanne Lothar (sra. Schober), Udo Samel (dr. Blonskij).
Festival de Cannes: Gran Premio del Jurado y Premios al mejor actor y mejor actriz.
Música de sala:Sinfonía nº 8 en si menor “Inacabada”. Franz Schubert.
Temática:
«Puede entenderse LA PIANISTA como la presentación de un caso patológico: los desvaríos sexuales imaginados por una reputada y exigente profesora del Conservatorio Estatal de Viena, un ser férreo y a la vez frágil, tal como muestran respectivamente las relaciones con sus alumnos y con su madre. Implacablemente sujeta a esa madre posesiva e influenciada por el recuerdo de su padre fallecido en un asilo psiquiátrico, parece fuera de toda duda que Erika Kohut ha desarrollado una mórbida patología manifestada mediante una doble vida que la hace alternar espacios antitéticos: el conservatorio y el apartamento familiar por un lado, el mundo de los sexshops y la búsqueda de experiencias extrañas, pobladas de fantasmas voyeurísticos y sadomasoquistas por otro.
Hasta ahí, LA PIANISTA se construye en torno a la centralidad absoluta del personaje de Erika, extraordinariamente encarnado por una Isabelle Huppert que una vez más desborda los calificativos favorables, tal como reconoció el premio a la mejor interpretación del último festival de Cannes. Planteada en esos términos, Haneke parecería ofrecernos en su película el reflejo fílmico del virtuosismo del personaje a través del virtuosismo de la actriz. La mezcla de pasión, erudición y frialdad con que Erika asume su actitud ante el piano -o ante los alumnos que intentan desplegar su hipotética maestría- es la misma con la que Isabelle Huppert parece asumir su personaje. Claro que, según lo previsible, ese universo cerrado y agobiado por un oculto trasfondo, por una desgarradora dialéctica entre represión y liberación, se verá alterado por la aparición de Walter, un atractivo joven y también brillante pianista casi autodidacta, que cae fatalmente prendado por unos supuestos encantos que cree encontrar en Erika. Sin embargo, Walter Klemmer no está en condiciones de seguir a Erika en sus morbosos y violentos juegos eróticos: él sólo pretende amarla y ser amado, de una forma demasiado convencional respecto a las exigencias de ella: ni la entiende, ni puede entenderla aunque lo intente (¿alguien podría?), tal vez de la misma forma que su espléndida técnica y facilidad musical pueden resultar insuficientes para ahondar en ese Schubert que se configura como el único y auténtico amor de Erika. Para entender el aliento romántico del compositor hay que asomarse a las profundidades -o los abismos- del Yo, de la misma forma que para comprender a Erika hay que dejar de lado la sensiblería amorosa convencional y el positivismo sexual que revela un Waltertan normal como para simultanear sus intereses musicales con los estudios politécnicos y el hockey sobre hielo. El fracaso de la relación está anunciado de antemano, pero sin duda dejará heridas en ambos, aunque más en ella (en sentido literal), que así posiblemente alcance la conciencia de su definitiva soledad, del asumir que el camino escogido lleva directo a la locura y la autodestrucción».
Texto: José Enrique Monterde, “La pianista: una experiencia al límite”, en rev. Dirigido, octubre 2001.
Valoración:
«De una parte, LA PIANISTA podría entenderse como una invitación a la experiencia del límite. Asimilando en un mismo personaje las máximas cotas de espiritualidad -a través del arte- y de abyección, Haneke nos sitúa en el umbral de lo sublime, para al mismo tiempo hacernos asomar a la brutal visión del horror. Siendo la música el vehículo para ese viaje hacia lo más elevado que la expresión humana haya podido producir, Haneke nos revela que ese mismo sujeto -el artista- es bifronte: que entre la extrema sensibilidad y la más hiriente insensibilidad no hay más que un ínfimo límite que a la vez es un profundo abismo. Podría ser que el film nos hablase de cómo lo humano está hecho de lo mejor y de lo peor, pero encarnado en un mismo ser; de que la razón no ya produce monstruos, sino que éstos forman parte de ella misma. De que la crueldad, la animalidad de los instintos, es inseparable de la espiritualidad que reflejan las más altas manifestaciones de la cultura.Pero además el paisaje del fondo sí que importa: no es banal que la historia transcurra en Viena -con el lastre de que el idioma sea el francés, lo que obliga al doblaje de algunos intérpretes y rompe la coherencia ambiental-, puesto que ella es la capital musical europea y la quintaesencia tanto del apoteosis de nuestra cultura como de la revelación de los recónditos abismos que subyacen a la creación artística: lo sublime como forma de sublimación, la expresión creadora (Eros) como fruto de la represión en lo profundo del Yo (Thanatos). Aunque tampoco podemos quedarnos en esa dimensión psicoanalítica sin otorgarle una dimensión colectiva e histórica. Y ahí aparece la pregunta clave que sigue martilleando nuestro pensamiento, a la vez que adquiere carácter fundante de nuestro presente: ¿cómo pudo ser que en el ambiente más refinadamente culto de la Europa ilustrada fructificase la bestia más atroz que los tiempos modernos han conocido? Esa fue la historia del encuentro entre el horror y el espíritu; y ahí aún estamos…». Texto: José Enrique Monterde, “La pianista: una experiencia al límite”, en rev. Dirigido, octubre 2001.
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