LA GOLFA

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Fecha y Hora: VIERNES 18 – 21’30 h.  Entrada libre (hasta completar aforo).  

Lugar: Salón de actos de la E.T.S. de Ingeniería de Edificación.

MAESTROS DEL CINE CLÁSICO VI: JEAN RENOIR (1ª parte). Centro de Cultura Contemporánea Cine Club. Universidad de Granada

Poster de la película.

Año de estreno: 1931. Duración: 100 min. 
País: Francia. Género: Drama.

Título Orig.- La chienne.  Director.- Jean Renoir.  Argumento.- La novela homónima (1930) de Georges de la Fouchardière.  Guión.- Jean Renoir & André Girard.  Fotografía.- Théodore Sparkuhl. (B/N). Montaje.- Marguerite Renoir & Jean Renoir.  Música.- “La sérénade du pavé” de Eugénie Buffet; “Sérénade” de Toselli.  Productor.- Pierre Braunberger & Roger Richebé.  Producción.- Etablissements Braunberger/Richebé.  Intérpretes.- Michel Simon (Maurice Legrand), Janie Marèze (Lulu), Georges Flamant (Dédé), Magdeleine Bérubet (Adèle), Roger Gaillard (Alexis Godart), Romain Bouquet (Henriot), Pierre Desty (Gustave Brocheton). v.o.s.e.

Música de sala:
Canciones de Kurt Weill, Marlene Dietrich & Edith Piaf por Ute Lemper

 Temática:   

   LA GOLFA fue realizada en 1931 basándose en el thriller de Georges de la Fouchardière tan solo un año antes. La novela se ambienta en las calles nocturnas y decadentes de Montmartre, las cuales han sido objeto de ambientación para diferentes obras de escritores, cineastas y fotógrafos, que quedaron fascinados por la oscuridad y ambigüedad del entorno urbano. El fotógrafo Georges Brassaï supo captar la esencia de la París nocturna en una serie de fotografías publicadas en 1933 con el nombre de Paris by night. Sus fotografías recuerdan a las imágenes que componen el inicio de LA GOLFA, en el momento del primer encuentro de los protagonistas, en el que Renoir dibuja con la cámara un hermoso retrato de la noche parisina.

   LA GOLFA comienza con una representación de marionetas. Un personaje asegura que el público se dispone a ver un drama social. Sale a escena otra marioneta para llevarle la contraria: se trata de una comedia con fondo moral, como si anunciara algún film de Rohmer. Un tercer muñeco movido con hilos ofrece la pista definitiva: la historia no tiene moraleja ni demuestra nada; es una historia sobre él, ella y el otro, como siempre. Y así será.

   La película bascula entre el aire de representación enunciado en sus primeras imágenes y un componente realista, de raíz casi documental, que se expresa a través de las interpretaciones y al que sin duda no fue ajena la situación que se vivió durante el rodaje, como recordaba el propio Renoir en su autobiografía. Michel Simon interpreta a Maurice Legrand, cajero de una empresa textil y pintor aficionado en sus horas libres, que vive bajo el yugo caricaturesco de su esposa, Adèle (Madeleine Bérubet). Janie Mareze y Georges Flamant dan vida a la prostituta Lulu y a su proxeneta Dédé. Ella seduce a Maurice, quien acaba instalándole un apartamento en el que se cita indistintamente con uno y con otro. Dédé vende los cuadros de Maurice como si los hubiera pintado Lulu, a la que otorga la identidad artística de Clara Wood, y los lienzos empiezan a cotizarse. Los celos devoran al anciano cajero, que no duda en robar dinero de la caja fuerte de la empresa para pagarle los caprichos. Maurice descubre a Lulu y Dédé en la cama. Al día siguiente la asesina, la policía inculpa a Dédé, el chulo es ejecutado y años después Maurice pasea por las calles como un mendigo mientras los cuadros que firmó Clara Wood continúan vendiéndose por sumas astronómicas.

Textos:
Quim Casas, “Flashback: dos dramas sin moraleja”, Dirigido, mayo 2006.

Raúl Morales Osorio, La modernidad en el cine de Jean Renoir. Estudio crítico deLa Chienne”. Universidad de Granada, 2011.


Valoración:

   «LA GOLFA supone un punto de inflexión en la carrera cinematográfica de Jean Renoir. Tras un primer visionado del film, podemos advertir no sólo un giro determinante en la obra de su autor, sino también una distancia con respecto al cine dominante de la época. Quizás, junto a El Ángel azul (Der blaue Engel, 1930) de Josef von Sternberg, y M, el vampiro de Düsseldorf (M, Mörder unter uns, 1931) de Fritz Lang, LA GOLFA es el film en el que mejor se refleja el profundo cambio al que está asistiendo la sociedad: un desconcertante sentimiento de desesperanza se hace visible durante todo el metraje. En cada visionado de LA GOLFA, sobresale la lucha entre la farsa y la verdad visible o “exterior” (término acuñado por Renoir) tan ansiada por el cineasta, entre el arte y las convenciones sociales, entre la moral y la pasión irracional. 

   Así pues, con LA GOLFA, podríamos hablar de la primera gran obra realizada por Renoir. Se trata de un film de transición que permite comprender toda la obra posterior de su autor y que marcará de alguna forma una línea estética que será predominante en el cine francés durante la década de los treinta (el “realismo poético”), además de abrir el camino al imaginario visual del cine negro clásico en Hollywood durante la década de los cuarenta. 

   El film de Renoir se enmarca dentro de un momento clave en la industria cinematográfica europea, en una etapa de profundos cambios tanto en las condiciones de producción como en los modelos de consumo. La llegada del sonoro revolucionó el sistema de estudios y condicionó los modos de producción de los filmes. Renoir, que ya había demostrado su valía al pasar con éxito la prueba de On purge bébé (1931), su primer film sonoro, recibió “carta blanca” para rodar con entera libertad LA GOLFA

   La voluntad del autor de rodar el film corresponde, fundamentalmente, a dos motivos. El primero, su admiración por el actor Michel Simon, con el que ya había trabajado en Escurrir el bulto y On purge bébé. En palabras del propio Renoir: “nunca hablaré suficiente de Michel Simon. Es uno de los actores más importantes que existen, más extraordinarios”. El segundo motivo corresponde a la pasión del maestro francés por las mujeres que encontró en las calles de París cercanas a los ambientes nocturnos de Saint-Lazare y Gare du Nord. Renoir quería contar una historia que reflejase el universo oscuro y decadente que tanto le fascinaba, y encontró en LA GOLFA la inspiración necesaria para reflejarlo.

   Aunque Renoir se inspira en la novela de Georges de la Fouchardière, lo cierto es que la notoriedad de LA GOLFA se debe a la adaptación teatral a cargo de André Mouézy-Éon (autor del vodevil Tire au flanc) a finales de 1930. Renoir, haciéndose eco de dicho éxito, propone en el film un modelo que oscila entre dos formas de representación opuestas, fluctuando así entre la narración y la representación o, si se prefiere, entre el cine y el teatro. No obstante, el film se abre y se cierra con un telón que escenifica un teatrillo de marionetas. LA GOLFA ejemplifica perfectamente la teatralización a la que se vio sometido el lenguaje cinematográfico en los primeros años del cine sonoro.

   Las dificultades que se derivaban del nuevo sistema de producción con la inclusión del sonoro, obligaba en muchos casos a realizar el menor montaje de imagen posible, ya que no existía la posibilidad de hacer mezclas de sonido. Esta circunstancia favorecía el uso del plano secuencia y la profundidad de campo, dos de los recursos técnicos preferidos por Renoir, utilizados en la mayoría de sus films posteriores y que, por primera vez en LA GOLFA, desarrolla de forma magistral. 
   En LA GOLFA, la fisicidad y el lenguaje corporal de los personajes con respecto al espacio que ocupan en la acción se relaciona con su estado de ánimo y sus sentimientos. En cierto modo, el elemento de la ventana funciona como un medio de liberación para Maurice Legrand, el personaje principal del film interpretado por Michel Simon. Renoir sitúa al personaje cerca de una ventana abierta cuando éste, alejado de los insultos de sus compañeros y de la opresión y el desprecio de su mujer, realiza acciones cotidianas que funcionan como ejercicios de liberación, como pintar un cuadro o afeitarse. La ventana, siempre abierta, cumple la función de nexo entre el personaje y un entorno más cercano y sencillo, en el que se mueven sus vecinos. En una de las secuencias más bellas del film, Legrand se afeita frente al espejo y observa por la ventana a una señora que tiende la ropa, mientras escuchamos una música de piano que se presupone incidental pero que no sabemos de dónde procede. La cámara acompaña a Legrand hasta un armario de toallas para volver con él de nuevo a la ventana abierta, donde vemos la figura de una niña que toca el piano. La niña no solo justifica el sonido del film, sino que, además, desempeña el papel conector entre el espacio interior íntimo de Legrand y el espacio vital que se abre al exterior. El espectador tiene la sensación de que la cámara podría haberse situado en cualquiera de los tres ámbitos, ya que Renoir recrea el espacio exterior como si fuera interior: confiere la misma importancia a la mujer que cuelga la ropa, a la niña que toca el piano o al hombre que se afeita ante un espejo. 

   Sin duda, el momento culmen de LA GOLFA lo constituye la secuencia del asesinato de Lulú, en la que Renoir, mediante una compleja puesta en escena, desarrolla el punto climático del film. Gracias al uso que hace del fuera de campo, Renoir logra potenciar el dramatismo de la muerte de la protagonista, en una secuencia en la que también demuestra un admirable uso del montaje alterno y la elipsis, conformando así uno de los momentos más hermosos de su cine. Igualmente, la ventana de la habitación, mostrada siempre desde el exterior, funcionará como un elemento conector entre la acción que se desarrolla en el interior (el asesinato de Lulú), y el exterior (el grupo de músicos y el corro de curiosos que se agolpan alrededor de ellos y que, de alguna forma, actúan a la vez de jueces y testigos indirectos del asesinato que va a cometer Legrand).

   Así pues, en LA GOLFA, los elementos que componen la puesta en escena y los espacios asignados (las ventanas, las puertas y los constantes reencuadres y variaciones de los emplazamientos de cámara) constituyen, en palabras del historiador Carlos Losilla, “la apoteosis de la representación representada”, ya que en el film nada se nos muestra como verdadero. Los personajes que interactúan con estos elementos son incapaces de acceder a la verdadera realidad de las cosas, ya que cada uno enmascara su auténtico “yo” con su doble en esa búsqueda de la “verdad exterior”, casi infinita en el cine renoiriano. 
   Los modos y las formas visuales del film nos anuncian un cambio en el imaginario visual del autor que traerá no sólo el advenimiento del “realismo poético”, sino también una voluntad de autor, alejada de cualquier arquetipo, que haya su eco en la modernidad cinematográfica. Renoir, al igual que Fritz Lang o Josef von Sternberg, transgrede las formas de construcción clásicas en las que se había estancado el cine a principios de los años treinta, adelantándose casi una década a los nuevos modelos de producción que voltearán la industria cinematográfica».
Texto:
Raúl Morales Osorio, La modernidad en el cine de Jean Renoir. Estudio crítico deLa Chienne”. Universidad de Granada, 2011.

Vídeo de «La chienne (1931)«