¿CUÁNDO SE LE ROMPIÓ EL ESPEJO AL VAMPIRO?

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Broken Pieces
de C. Núñez Carnero.

     En 2009, el interés de una serie de personas por la percepción actual del vampiro, llevó a reunir a los especialistas del vampirismo del ámbito universitario español en un curso en el que se planteó estudiar la presencia de estos seres en el arte, la ciencia y la cultura. Bajo la dirección de D. Juan Carlos Rodríguez, con el título ¿Cuándo se le rompió el espejo al vampiro?, podemos decir que fue un gran éxito con doscientos cincuenta matriculados en la primera edición. 

   Estas circunstancias motivaron el tratar que aquella experiencia continuara, lo cual se materializó, por un lado, en una segunda edición del curso, en 2011, que D. Julio Ángel Olivares Merino bautizó como Vampiros a Contraluz, dirigido por Dª. Margarita Carretero González. Por otro lado, en la publicación de un libro, que recopilaba las conferencias allí expuestas, el cual se titulaba de la misma forma que el curso que en este 2012 ha visto su tercera edición.
El Reflejo Perdido
de E. Ochoa Iniestar.

   Pero, gracias al apoyo de D. Ricardo Anguita Cantero, este último proyecto tomó un matiz añadido: La convocatoria de un concurso para el diseño de la portada de dicha publicación en colaboración con el Centro de Cultura Contemporánea de la Universidad de Granada. Como consecuencia de este concurso, surge esta exposición que se ha celebrado desde el 25 de Abril al 4 de Mayo del 2012 y que hereda el nombre de la primera edición: ¿Cuándo se le rompió el espejo al vampiro?

   Título cuanto menos curioso, en tanto que suscita preguntas como ¿que relación tienen el vampiro y el espejo? ¿cuál es nuestro lugar en esta relación?

   El espejo es un objeto que siempre ha ocupado un lugar importante, no solo en el tocador, sino también en la mitología. Como ejemplo podemos citar el escudo que la diosa griega Atenea regaló a Perseo, el cual actuó como espejo, con el que pudo derrotar a Medusa. Asimismo, el vanidoso Narciso se vio ensimismado hasta la muerte por otra superficie especular, a saber, el agua en el que se reflejaba.
Cazador y Presa
de D. Ortega Muñoz.

   Ni que decir tiene, que el espejo ha sido protagonista de narraciones y creencias supersticiosas que le otorgan poderes adivinatorios o lo asocian con el mundo de los espíritus. Algunas de estas supersticiones han llevado a las costumbres de girar o cubrir los espejos de una casa en la que ha fallecido una persona por si el espíritu de éste aparece en su superficie y nos lleva al otro lado, o nos avisan de la identidad vampírica del ser cuya imagen no se refleja. Ambas creencias parecen surgir de la opinión de que el espejo capta el alma del ser vivo y que el vampiro, al carecer de ella, no tiene reflejo alguno.

   Asimismo, los espejos nos posibilitan generar múltiples ilusiones ópticas, como generar una sucesión de imágenes que parecen no tener fin, con lo que el yo reflejado en el espejo se muestra como un otro inacabable, inabarcable, una suerte de identidad múltiple que emana de una unidad aparentemente monolítica. Este juego de espejos puede muy bien hacernos tomar conciencia de que, más que algo fijo e inamovible, la identidad de una persona es un flujo constante, un cambio perpetuo. Eso es lo que sucede con el mito del vampiro.

Empusa
de P. Ruíz González.

   En un principio, las historias de vampiros eran narradas desde el punto

UMEZAWA
de J.L. Vilarasau 
Velasco.

de vistas de sus víctimas, los humanos que les servían de sustento con su sangre. Ese enfoque cambiaría en la década de los setenta, donde se nos ofrecerá el punto de vista del depredador de la mano de Fred Saberhagen y Anne Rice. El Drácula del primero, confirmó los acontecimientos acaecidos en la novela de Stoker, antes conocidos sólo desde la perspectiva de los narradores que se enfrentaron al Conde y nos desvela las miserias de la sociedad victoriana y la liberación sexual encarnada en la figura del vampiro. Anne Rice añadiría al mito una serie de nuevos vampiros que, al igual que los seres humanos, escogen el bien o el mal y deben aprender a vivir con las consecuencias de sus actos. Podemos decir que el vampiro se humaniza y así, el que antes era el ser marginal, el extraño, o, para ser un exactos, el inhumano, pasa a ser el protagonista y la voz que hace que nos demos cuenta de que la monstruosidad no es algo ajeno al ser humano y propio de seres sobrenaturales sino que habita en cada persona. El vampiro, pues, al humanizarse, se nos presenta de una forma nueva, rompe el espejo, para hacernos conscientes de nuestra propia fragmentación.

Midnight Walk
de Olena Bandos.
Retrato a un vampiro
de J.M. Villafaña Navarro.

   Este reflejo cambiante del vampiro es el que ha sido mostrado en esta exposición, donde, los artistas implicados, han mostrado todas las peculiaridades de los vampiros sirviéndose de la mitología vampírica y de la Historia del Arte. Así, Midnight Walk de Olena Bandos, nos muestra el lado más salvaje y monstruoso de un vampiro cuyo espejo aparece quebrado bajo él en una escena iluminada por la luna y rodeado de penumbras. Oscuridad, salvajismo y muerte, caracterizan al vampiro en obras como Retrato a un vampiro y El vampiro se refugia en las sombras de José Miguel Villafaña Navarro; UMEZAWA de José Luis Vilarasau Velasco o Empusa de Pablo Ruíz González, entre otras. En ellas vemos cómo el instinto cazador del vampiro le hace mostrar su lado más animal. Un instinto que le acompaña desde que deja la vida humana para Nacer a las tinieblas, momento en que pasa a convertirse en un ser que camina a ambos lados de El Espejo en su eterna no-muerte, obras pertencientes a la mano de Daniel Ortega Muñoz.

Mascarada Blaca 1 
 de J.J. Mora Galeote.
Cena con Vampiros
de  E. Prieto.

   En tono de humor vemos reflejado el decadentismo vampírico en Plantloon 3, de Louise Elisabeth Alexandra, donde un aventajado Bela Lugosi observa con melaconlía el rostro de su gloria pasada, mientras sus colmillos postizos descansan en un vaso. También del decadentismo y lo anodina que puede llegar a ser una vida eterna, nos habla Elisa Prieto en Cena con vampiros, una obra en cuyos trazos vemos un homenaje al expresionismo de Edward Munch (1863-1944), a la vez que Mascarada Blanca 3, de Juán José Mora Galeote, nos remite a El origen del mundo (1886), de Gustave Courbet, preludiando un mundo de tinieblas provenientes del otro lado del espejo, como aventuran Mascarada Blanca 1 y 2. 


La Sedienta Mirada 
de Bianca von 
Rothspein 2.
Obra de M. Romero 
González, G. Montaño 
Pizarro y V. Gómez 
de Dar.
Mordisco
de E. Canteras Jiménez.

  El lado sensual, erótico y a la vez salvaje del vampiro se nos presenta en La sedienta mirada de Bianca von Rothspein 1,2 y 3 de Verónica Gómez de Dar, Gloria Montaño Pizarro y Marta Romero González y, de manera aún más clara, en la obra ganadora del concurso, Mordisco, de Elisa Canteras Jiménez. La sencillez y lo directo del mensaje de esta última nos previene del peligro que suponía acercarse a los tentados labios de una vampiresa que, si bien se nos antojan sensuales y placenteros, se revelan como salvajes e irrefrenables. Hay placer sí, pero siempre seguido del abrazo de la fría y negra muerte. Un estado este que, al igual que el vampiro, nos intriga tanto como nos aterra, provocando en nosotros la necesidad de plasmar lo que nos hace sentir, bien sea en las líneas de una novela, en el guión de una película o, como en este caso, en una serie de imágenes que encierran una revelación última: la soledad del espíritu humano frente al miedo de sus propias invenciones.

Información extraída del Catálogo «¿CUÁNDO SE LE ROMPIÓ EL ESPEJO AL VAMPIRO?», perteneciente a la Colección Centro de Cultura Contemporánea, con textos de Inmaculada López Vílchez, Margarita Carretero González, Diego Díaz Piedra, Macarena Reyes Martín y Sara Rodríguez Fernández. Así como con imágenes de sus respectivos autores.

   Como curiosidad, comentar que, con motivo de la mencionada primera edición del curso «¿Cuándo se le rompió el espejo al vampiro?», en 2010, el programa TESIS, de Canal Sur, analizó la figura del vampiro. Podéis verlo en este vídeo: