Fecha y Hora: Viernes 18. 21: 00 h. Lugar: Aula Magna de la Facultad de Ciencias. Ciclo JORNADAS DE RECEPCIÓN 2013: ALFREDO LANDA. Centro de Cultura Contemporánea – Cine Club. Universidad de Granada.
Año de estreno:1994. País:España. Duración: 101 min. Género: Drama.
Director.- José Luis Garci. Argumento.- La obra teatral homónima de Gregorio Martínez Sierra (en realidad, de María Lejárrega). Guión.- José Luis Garci y Horacio Valcárcel.Fotografía.-Manuel Rojas (Eastmancolor). Montaje.- José Luis Garci y Miguel González Sinde. Música.- Manuel Balboa. Productor.- José Luis Garci y Mario Morales. Producción.- Canal + – Nickel Odeón Dos – TVE.Intérpretes.- Alfredo Landa (don José), Fiorella Faltoyano (madre Teresa), Amparo Larrañaga (sor Marcela), María Luisa Ponte (madre tornera), Diana Peñalver (madre Juana de la Cruz), María Massip (madre vicaria), Virginia Mataix (maestra de novicias), Maribel Verdú (Teresa), Carmelo Gómez (Pablo).
4 Goyas: Actriz de reparto (María Luisa Ponte), Fotografía, Vestuario (Yvonne Blake) y
Dirección artística (Gil Parrondo).
7 candidaturas: Película, Director, Guión, Actor principal (Alfredo Landa), Montaje, Música y Peluquería –Maquillaje (José Antonio Sánchez y Paquita Núñez).
Música de sala: Música del cine español de los años 70 y 80.
Temática:
«Primera entrega de la trilogía de revisión de melodramas de finales del siglo pasado y principios del que ahora expira que José Luis Garci, autor de la primera película española galardonada con un Oscar (Volver a empezar) ha completado con las adaptaciones de La herida luminosa, de Josep Maria de Sagarra, y la terminada este año de El abuelo, de Benito Pérez Galdós, CANCIÓN DECUNA, adaptación de la obra de Gregorio Martínez Sierra, es, contra todo lo que pudiera temerse -que no era poco- una obra maestra que su realizador define como un “western de sentimientos”, acaso como homenaje al John Ford de Siete mujeres porque siete mujeres -seis de ellas monjas-, encarnadas por otras tantas maravillosas actrices que van desde la veterana María Luisa Ponte, fallecida pocos meses después, a la jovencísima Maribel Verdú, pasando por Fiorella Faltoyano, Amparo Larrañaga, María Massip, Virginia Mataix y Diana Peñalver, son las protagonistas absolutas del film. Sus comportamientos nada tiene que envidiar a los de los defensores de un fuerte, salvadas, evidentemente, todas las distancias que haya que salvar en lo que hace a la anécdota, que se centra en la vida de un convento de clausura en cuyo torno es depositada una recién nacida y en la educación de la niña hasta que lo abandona para casarse.
Como cualquier melodrama que asuma su condición de tal -y CANCIÓN DE CUNA no sólo la asume, sino que la reivindica- la película aspira a propiciar la lágrima purificadora, y a fuer que lo consigue. Muy por encima de las cinco versiones anteriores del texto base, incluida la de Mitchell Leisen, maestro no sólo de la comedia sino del género en cuestión, como demuestran las memorablesSi no amaneciera o La vida íntima de Julia Norris. Todo en CANCIÓN DE CUNAfunciona y no a la escala del kitsch, o de una eventual nostalgia, sino, pura y simplemente, de la emoción. Que, gracias a Garci y a otros pocos iluminados, puede seguir utilizándose como arma cinematográfica, pues no todo han de ser explosiones y efectos especiales». Texto: César Santos Fontenla, “Canción de cuna”, en Clásicos y Modernos del Cine Español, Comisaría General de España en Expo Lisboa’98, 1998.
«CANCIÓN DE CUNA puede ser una película buena, mala, interesante, sublime, pasable, desconcertante, a contracorriente, imprevisible, sorprendente, mágica, emocionante, pesada, simpática, monótona, triste, melancólica, clásica, sobria y algunos adjetivos más que, básicamente los laudatorios, se han desperdigado en reseñas periodísticas en las que hasta el señor Umbral ha aportado su granito de arena, certificando que la película está entre Bergman y el canto gregoriano.
Lo único verdaderamente incontestable es que ha suscitado una controversia tan inesperada como atrayente. Se la ha comparado con Robert Bresson. Se ha dicho de ella que es una metáfora sobre la situación actual en la Moncloa. Umbral (me encanta repetirlo) ve a Bergman entre las imágenes cenitales diseñadas por el director de fotografía Manuel Rojas. Miguel Marías, uno de los mejores críticos cinematográficos de este país, aunque ahora ejerza poco, la considera una obra maestra. Otros colaboradores de esta revista la defienden a capa y espada. Algunos no quieren ni oír hablar de ella.
No deja de resultar una situación saludable. Hacía tiempo que una película, ya fuera española, francesa, hollywoodiense, australiana o japonesa, no levantaba semejante polvareda… entre la crítica. ¿Cómo debe reaccionar Garci ante la situación, teniendo en cuenta que el autor de El crack siempre ha preferido el beneplácito del público que el halago de sus remotos colegas de profesión, que él también fue crítico de cine? La sala donde se exhibe CANCIÓN DE CUNA, al menos en Barcelona, no es que esté precisamente rebosante de público, mientras que los anuncios publicitarios de la película en la prensa diaria, ésos que se publican cuando el film en cuestión no marcha demasiado bien en las taquillas y se intenta atraer a algún espectador más, van repletos de tan laudatorios comentarios que elevan CANCIÓN DE CUNA a la categoría de obra maestra. Las tornas han cambiado. Antes, en tiempos de transiciones y de Asignatura pendiente, la gente hacía cola en los cines donde se exhibían los films de Garci, mientras que la crítica le asestaba furibundos palos al cineasta. Ahora, CANCIÓN DECUNA, el cine está medio vacío y la crítica se deshace en elogios. Ni tanto ni tan poco.
[…] En dos semanas escasas, CANCIÓN DE CUNAse convirtió en un auténtico fenómeno de polémicas y controversias. En eso reside a mi juicio el único interés de la película, en enfrentar a tirios y troyanos, defendiendo todos con uñas y dientes su causa. Respetando siempre a los defensores, aceptando lo de film a contracorriente (también lo podía ser Extramuros, de Miguel Picazo, año 1985, y no pasó nada), me convierto en un detractor más, que parecemos estar en minoría. Será una cuestión de sensibilidad, de entrar o no en la historia (¿qué historia?), pero me quedé sin experimentar emoción alguna transcurridos los aproximadamente 100 minutos de metraje de CANCIÓN DE CUNA. A pesar de tanta luz cenital y cálida que invade los interiores del convento donde se desarrolla toda la acción, el film me parece demasiado frío y cerebral. A pesar de las esforzadas composiciones de todas las actrices, los personajes carecen de esa emoción tan urgentemente reclamada. La corriente de estima entre las monjas y la niña que es abandonada de pequeña a las puertas del convento, que al cumplir los 18 años adquiere los rasgos de Maribel Verdú, no está perfilada con sólidos apuntes y al final, cuando la muchacha se despide llorosa porque se casa y parte hacia las Américas, encuentro a faltar esa comunión real de sentimientos. Es como si Garci se hubiera dejado olvidados elementos de conocimiento dramático en el camino, y eso que tenía todo el espacio y tiempo del mundo para elaborados, ya que argumentalmente el relato es sencillo, quizá demasiado simple, y se reduce a disquisiciones y monólogos interiores entre las monjas, la admiración callada del médico Alfredo Landa hacia la superiora Fiorella Faltoyano, los supuestos rasgos cómicos introducidos con el personaje de María Luisa Ponte y las fantasías amorosas de adolescencia de Maribel Verdú.
Puede, eso sí, que en relación a otras películas del director CANCIÓN DE CUNA sea más académica y reposada, que no sobria y clásica (dado el tema y el tempo del film, lo contrario sería de locos). Tiene elementos de caligrafía tradicional que tampoco rompen molde alguno y lo único que hacen es distanciarse algo del tono más aséptico que impera en la producción española reciente: el plano general del pasillo del claustro después de que desaparezca de cuadro la última monja, seguido de un fundido en negro, que representa la elipsis temporal de 18 años, de la Teresa niña a la Teresa mujer; o el tono circular de la puesta en escena, empezando la película de fuera hacia dentro (la cámara contempla el exterior del convento a través de una ventana de rejas y, en travelling, retrocede hasta el interior de la estancia para iniciar el relato) y concluyendo a la inversa (la cámara recorre la misma estancia hasta llegar a la ventana, desde la cual vemos alejarse a Teresa y su novio en un carruaje).
En Les anges du péché, de Bresson, en La religiosa, de Rivette, por citar películas con monjas de protagonistas, había contradicciones, pugnas interiores, conflictos, sentimientos a flor de piel. EnCANCIÓN DE CUNA a lo más que se llega es a repetir tres veces la historia de la monja que guarda un espejo para, en los momentos de melancolía, jugar con los rayos del sol y lanzar haces de luz sobre las piedras del convento donde deberá pasar la vida entera. Hasta esta buena idea, por redundante, se estropea. En todo caso, la aparición de esta CANCIÓN DE CUNA recuerda que la obra de Gregorio Martínez Sierra tiene prurito internacional. La llevó a la pantalla Mitchell Leisen bajo contrato con Paramount, la adaptó el propio Martínez Sierra en el cine argentino y también lo hizo José María Elorrieta en el español. No estaría de más, entre tanta polémica, exhumar estos añejos films (de 1933, 1941 y 1961, respectivamente; existe una producción mexicana con el mismo título, realizada en 1952 por Fernando de Fuentes, aunque no sé si se trata de una versión de la obra) y jugar a las comparaciones. Quién sabe, a lo mejor la película de Garci salía reforzada».
Texto: Quim Casas, “Canción de cuna: misterio de los misterios”, Dirigido, mayo 1994.
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