Poster de la película. |
Año de estreno: 1953. Duración: 80 min.
País: EE.UU. Género: Cine negro. Thriller.
Intérpretes.- Richard Widmark (Skip McCoy), Jean Peters (Candy), Thelma Ritter (Moe Williams), Murvyn Vye (capitán Dan Tiger), Richard Kiley (Joey), Willis Bouchey (Zara), Milburn Stone (Wineki).
Una delatora y un carterista juegan al patriotismo enfrentándose a unos comunistas norteamericanos que tratan de apoderarse de un microfilm. No deja de ser curioso que este film, que carga con la etiqueta de anticomunista, cuente con semejantes tipos entre su galería de personajes “positivos”. Él, Skip (Richard Widmark), es un carterista orgulloso de la ligereza de sus manos, que suele actuar en el metro, está fichado por la policía y vive en el puerto, en una casa sobre el agua; ella, Moe (Thelma Ritter), extrae sus ingresos delatando a gentes del hampa y los redondea vendiendo corbatas (también puede ser a la inversa). No hay en ellos ningún elemento positivo: Desde el primer momento Skip se hace odioso gracias a su sonrisa y a su chulería (despierta a Candy/Jean Peters, tras noquearla, arrojándole cerveza al rostro), y Moe no piensa en otra cosa que no sea el dinero que puede obtener gracias a sus delaciones y en poder disponer, cuando muera, de una sepultura con lápida propia (le horroriza la llamada fosa común).
Por otro lado, el resto de personajes no es mucho mejor: Los policías son brutales y estúpidos, los agentes comunistas no parecen muy convencidos de sus ideas y actúan con métodos criminales dignos de gangsters, y la chica tampoco se distingue precisamente por su bondad e inteligencia. Habría que decir que MANOS PELIGROSAS se desarrolla en un ambiente deteriorado, sórdido, sucio, por medio de unos personajes que no desmerecen de él.
Para rebatir las acusaciones a MANOS PELIGROSAS de propagar un discurso anticomunista, nos remitimos a las siguientes palabras de Fuller: “Que sean anticomunistas los personajes, o algunos personajes, no quiere decir que lo sea yo o la película. Las relaciones entre las obras y sus creadores son extraordinariamente complejas. Las historias hay que construirlas con personajes que, para hacerlos interesantes al público, a la fuerza tienen que ser muchos y muy variados, y lógicamente, el que los inventa pone algo de sí mismo en cada uno de ellos. Por eso es absurdo identificar la opinión de un solo personaje con la del director (…)“.
La espléndida labor de McDonald, en la línea del cine policíaco realista desarrollado por la Fox desde los últimos años cuarenta hasta el lanzamiento del scope, consigue dar brillo a lo opaco, dar cuerpo a lo que no se tiene de pie por sí solo: Si la abundancia de primeros planos, unos justificados narrativamente, otros no tanto, no llega a molestar es porque McDonald sabe imprimirles una pulsación vital, una angustia y una inquietud que van mucho más allá de los límites de los personajes (véanse los planos de Richard Kiley encerrado en el montacargas después de haber disparado contra Jean Peters: Un desarrollo “comiquero” -valga la expresión- que McDonald convierte en un momento de intensa claustrofobia).
Aun sin ser esa obra maestra, MANOS PELIGROSAS se cuenta entre lo mejor rodado por Fuller en la década de los años cincuenta, junto con 40 pistolas y Bajos fondos, U. S.A. Hay en ella una fuerza narrativa, un sentido de la síntesis, una sequedad y una capacidad de sugerencia que el realizador recuperaría luego muy ocasionalmente, y de las que secuencias como la inicial en el metro, la primera llegada de Candy a la casa donde vive Skip y su charla con éste, o el asesinato de Moe a manos de Joe (Richard Kiley), constituyen brillantes ejemplos: Basta el cruce de unas miradas, la colocación de actores dentro del encuadre, un movimiento de la cámara o un reencuadre para transmitir con intensidad todo cuanto el diálogo no dice o el silencio sugiere: Las miradas de los dos policías a Candy en el vagón del metro, la aparición de Skip en ese mismo vagón situándose al lado de Candy; la mirada de Joe a Candy después del robo, son testimonio de la importancia que para él tiene el bolso robado por Skip. La secuencia, construida simétricamente, de la conversación de Skip y Candy debajo de la casa de él, sobre el agua, define a los personajes mejor que los diálogos (obsérvese el gesto con que Skip le entrega a Candy el cigarrillo que está fumando y enciende otro para sí mismo). Moe, que arrastra por el puerto su miseria humana (en un bonito plano, pero por desgracia corto e insuficiente), muere a la vez que acaba el disco que estaba escuchando (con una oportuna y eficaz panorámica que incluye el sonido en off del disparo). Entre lo más llamativo figura el plano en que Moe llega al bar y, para asomarse al interior, limpia con la mano, ¡desde fuera!, el cristal empañado del establecimiento.
Trailer de “Pickup on South Street (1953)“.