Fecha y Hora: VIERNES 8. 21’30 h. Entrada libre (hasta completar aforo).
Lugar: Salón de Actos de la E.T.S. de Ingeniería de Edificación.
MAESTROS DEL CINE CLÁSICO VI: JEAN RENOIR (2ª parte). Centro de Cultura Contemporánea – Cine Club. Universidad de Granada.
Año de estreno: 1937. Duración: 130 min.
País: Francia. Género: Drama.
Cartel de la película. |
Título Orig.- La Marseillaise. Director.- Jean Renoir. Guión.- Jean Renoir, Carl Koch & Nina Martel-Dreyfus. Fotografía.- Jean-Serge Bourgoin, Alain Douarinou, Jean-Marie Maillols, Jean-Paul Alphen & Jean Louis (B/N). Montaje.- Marguerite Renoir & Marthe Hughet. Música.- Joseph Kosma, y temas de Wolfgang Amadeus Mozart, Johann Sebastian Bach, Lalande, Grétry, Rouget de
Lisle & Rameau. Vestuario “Maria Antonieta”.- Coco Chanel. Sombras chinescas.- Lotte Reiniger. Productor.- André Seigneur. Producción.- C.G.T. & Société d’Exploitations et de Productions Cinématographies du Film La Marsellaise. Intérpretes.- Pierre Renoir (Luis XVI), Lise Delamare (Maria Antoniete), Louis Jouvet (Roederer), Jean Aquiatapace (el alcalde), Georges Spanelly (La Chesnaye), Aimé Clariond (Saint-Laurent), Andrex (Honoré Arnaud), Charles Blavette [y Edmond Ardisson] (Jean-Joseph Bomier), Nadia Sibirskaia (Louison). v.o.s.e.
Wolfgang Amadeus Mozart
Temática:
“LA MARSELLESA surgió en 1937-38 como un encargo político del Frente Popular, destinado a película-foco de resistencia y de movilización de la memoria histórica de las clases medias y obreras de Francia, frente a la marea creciente del expansionismo fascista nazi. Era Renoir hombre de la izquierda y lo era de forma callada y no gestual o verbalmente radical, pero no tenía condición de hombre de partido, y desde el poder le encargaron (en parte tal vez por eso y como forma de limar las disensiones intestinas frentepopulistas) hurgar en los orígenes del canto nacional francés y recordar el origen revolucionario de una música que entonaban también como propia los fascistas franceses, frente a los que había que marcar las distancias y decirles que esos acordes fueron llevados como una antorcha, a lo largo de la gran caminata desde su ciudad a París, por los soldados de un regimiento de Marsella, compuesto de parias revolucionarios sublevados, contra un rey que era custodiado por otro regimiento, éste compuesto por reaccionarios, atildados y disciplinados mercenarios reclutados en la Suiza alemana, que hablaban en alemán, como la mujer austríaca del rey, por lo que éste era, en palabras esculpidas por Saint-Just, un “bárbaro extranjero”. Y ese impulso “promarsellés y antialemán” alentó, sin mover un sólo grano de la tentación racista o nacionalista, a Jean Renoir a convertir en cine la música, sonora o callada, de la imaginación jacobina. Eso es, en definitiva, LA MARSELLESA“.
Valoración:
“François Truffaut escribió que LA MARSELLESA era un montaje de noticiarios de la Revolución Francesa, y que nadie como Renoir podría hacer algo parecido, o rodar una película sobre los hombres de las cavernas que pareciera un auténtico documental. En tiempos de reformulación del cine documental, la idea resulta de lo más interesante, y contemplar LA MARSELLESA bajo ese prisma depara más de una agradable sorpresa. El film nació ya con vocación didáctica en tiempos crispados y expectantes, con la Segunda Guerra Mundial a la vuelta de la esquina y una crisis intensa en la política francesa. Sabido es que fue costeado por suscripción popular y con el abierto apoyo del Frente Popular. Cada bono comprado por la gente costaba dos francos, ese dinero se invertía en la producción y después se descontaba del precio de la entrada una vez se estrenara la película. La vocación popular de LA MARSELLESA surgía ya con su original proceso de financiación y su visión histórica no se ceñía a los grandes acontecimientos, sino a los pequeños detalles cotidianos -como los orígenes del himno revolucionario que da título al film-, a los personajes más anónimos sin por ello dejar en la cuneta del relato a los más relevantes y conocidos. No están Danton o Robespierre. Sí tienen presencia Luis XVI (encarnado por el hermano del director, Pierre Renoir) y María Antonieta (Lise Delamare), aunque el protagonismo recae en las gentes del pueblo y, especialmente, en los marselleses, gente como Honoré Arnaud o Jean-Joseph Bomier, quizá una nota a pie de página en algunos libros de historia y personajes relevantes en el film de Renoir.
Imagen de la película. |
LA MARSELLESA se anuncia como la crónica de algunos hechos que contribuyeron a la caída de la monarquía y, con la excepción de la secuencia en la que se muestra la relación entre la Nación y la Libertad a través de un espectáculo de sombras chinescas -diseñado por Lotte Reiniger, la maestra alemana de las películas de siluetas-, el estilo es abiertamente el de un naturalismo casi documental tanto por lo que atañe a las escenas con el pueblo como a las que se desarrollan en el palacio de Versalles. No hay ironía en estas últimas, sino sentido de la observación y meticuloso realismo al mostrar las reacciones del monarca y su esposa ante la toma de la Bastilla; la discusión sobre si hacer público o no el manifiesto de adhesión al rey redactado por las fuerzas más reaccionarias acaba derivando con pasmosa naturalidad en un debate sobre las habilidades en la caza del sobrino de la reina. Sí la hay, de ironía, en la dialéctica acostumbrada entre clases sociales antagónicas: bailes y juegos de salón de los aristócratas refugiados en un castillo lejos de su añorado hábitat natural, Versalles, y las asambleas de obreros y estibadores del puerto marsellés. Renoir deja claro de buenas a primeras el estado de la cuestión: Anatole Roux, apodado “Cabri” (Edouard Delmot), otro de los cazadores furtivos en el cine del director, enviudó pronto y ha visto morir a todos sus hijos, y en cambio se alegra de ello porque el presente es terrible y el futuro, peor. Aunque antes de desaparecer por las colinas les dice a sus improvisados camaradas que espera el triunfo de la revolución, “Cabri” singulariza el escepticismo de todo un país y la escasa esperanza en que las formas sociales den un giro radical y los más necesitados dejen de estarlo. La película intenta poner remedio a ese escepticismo (desdoblándose en artefacto histórico y en reflexión sobre el presente), aceptar que el desorden provocado por la revolución llevará definitivamente al orden, a un nuevo y mejor orden, e implantar una noción directa del didactismo en secuencias como la de Arnaud (Andrex) explicándole al marqués de Saint-Laurent (Aimé Clariond) qué significan los nuevos conceptos de Nación y Ciudadanos, o aquella en la que un revolucionario enseña cómo se carga y dispara un fusil: Renoir parece estar dando instrucciones al espectador.
A veces, el film es más voluntarioso que creíble pese a ese naturalismo desdoblado en documento de hechos pretéritos. La música, por ejemplo, refuerza innecesariamente la severidad en la decisión de un personaje, el momento histórico que se dispone a vivir. LA MARSELLESA adolece de un exceso de filmación de discursos y proclamas, al parecer la única forma posible de capturar en pantalla un proceso revolucionario. Todo es minuciosamente procesado en el relato, hasta la misma genealogía del himno revolucionario. En sus fases más inspiradas y concretas, dentro de un film con múltiples puntos de vista y focos de atención, Renoir sabe filmar muy bien una idea, un concepto: los travellings y panorámicas combinadas que siguen al batallón marsellés antes de partir hacia París cantando “La Marsellesa””.
Quim Casas, “Flashback: Jean Renoir en tres tiempos”, rev. Dirigido, enero 2010.
(Fuente: Vicerrectorado de Extensión Universitaria y deporte de la Universidad de Granada).