LA CINTA BLANCA

Publicado el 22 noviembre, 2013

Fecha y Hora: Viernes 22.  21:00 h.  Lugar: Aula Magna de la Facultad de Ciencias.  
Ciclo Maestros del Cine Contemporáneo (IV): MICHAEL HANEKE Centro de Cultura Contemporánea – Cine Club Universitario. Universidad de Granada.  

  

Año de estreno:2009. País: Francia-Austria-Alemania.  
Duración: 144 min. Género: Drama. Intriga.

Cartel de la película

Título Orig.- Das weisse Band – Eine deutsche Kindergeschichte.  Director, Argumentoy Guión.- Michael Haneke.   
Fotografía.- Christian Berger (B/N).   
Montaje.- Monika Willi.  Productor.- Stefan Arndt, Veit Heiduschka, Margaret Ménégoz y Andrea Occhipinti.  Producción.- X Filme Creative Pool – Wega Film – Les Films du Losange – Lucky Red. Intérpretes.-  Leonie Benesch (Eva), Steffi Kühnert (Anna), Ursina Lardi (Marie-Louise), Gabriela-Maria Schmeide (Emma), Christian Friedel (el maestro), Burghart Klaussner (el pastor), Rainer Bock (el médico), Ulrich Tukur (el Barón), Maria-Victoria Dragus (Klara), Leonard Proxauf (Martin).   

Festival de Cannes: Palma de Oro a la mejor película y Premio de la Crítica.
Candidata al Oscar a mejor película de habla no inglesa y a mejor fotografía.
Festival de San Sebastián: Premio de la Crítica. 
Música de sala: Los niños del Brasil (The boys from Brazil, 1978) de Franklin J. Schaffner. Banda sonora original de Jerry Goldsmith.

Sinopsis: En 1913, en vísperas de la Gran Guerra (1914-1918), accidentes inexplicables perturban la tranquila vida de un pueblo protestante del norte de Alemania. (FILMAFFINITY)“.


Análisis:

   
   “Sobre una pantalla completamente en negro, la voz en off de un narrador comienza a desgranar su relato: “Ignoro si la historia que os quiero contar es enteramente verídica, la conozco parcialmente de oídas. Incluso después de tantos años aún permanecen numerosos misterios y quedan muchas preguntas sin respuesta. Pero creo que debo contar los hechos extraños que se produjeron en nuestro pueblo, porque quizás podrían iluminar ciertos procesos acontecidos en este país…”. Al compás de estas palabras, el encuadre se va iluminando muy lentamente hasta ofrecer la imagen de un prado rural por el que cabalga un jinete hasta que el caballo tropieza con un cable y cae al suelo. El primer misterio abre así la puerta de una historia contada por un narrador que opera, a la vez, en el interior de la diégesis y en la conciencia exterior de una evocación conjugada desde el futuro, lo que convierte a la totalidad del film en un inmenso flash-back.

   Este procedimiento permite a Michael Haneke enfriar la dramaturgia de los hechos y distanciar su representación. LA CINTA BLANCA se muestra de esta forma, desde su mismo enunciado, como un reflexivo artificio narrativo organizado con virtuosa transparencia visual, con cortante precisión quirúrgica en sus encuadres y con una exacta dimensión geométrica en su planificación. Sin solución de continuidad, el narrador entra y sale intermitentemente de la historia (recuerden: sólo la conoce “parcialmente de oídas”), de manera que la verdadera naturaleza de los acontecimientos se nos escamotea a nosotros, los espectadores del film, tanto como a los habitantes del pequeño villorrio protestante del norte de Alemania en el que se sitúa una acción que transcurre en vísperas de la primera guerra mundial.

   Conviene no olvidar, por otra parte, la peculiar y preliminar advertencia del narrador: su confesa incapacidad para saber, ni siquiera, si lo que está contando es totalmente verídico, su reconocimiento de que no podrá ofrecer respuestas satisfactorias y de que su historia no podrá resolver todos los misterios. El autor de LA CINTA BLANCA juega así con las expectativas de conocimiento que genera cualquier relato y con la incapacidad para ofrecer toda la verdad que muestra, de forma inevitable, toda narración. La investigación de los enigmas emprendida por el maestro (en su doble papel de personaje y de narrador) tropieza por ello con la intromisión constante del “fuera de campo” construido, a su vez, por la puesta en escena y por el andamiaje narrativo.

   La primera deja fuera del encuadre, pero en el interior de la diégesis, las sucesivas acciones violentas contra los niños (los azotes del pastor a sus hijos, la paliza que sufre Karli, el chaval con síndrome de Down…), mientras que el segundo deja fuera del relato -y también de la diégesis- los sucesos que podrían resolver los enigmas sobre la autoría de las brutalidades acontecidas. La mirada del maestro y el saber del narrador se detienen ante tales barreras y el relato se abre, de esta forma, a las múltiples sugerencias engendradas por un film particularmente sabio y misterioso, que no por azar ganaba en Cannes 2009 no sólo la Palma de Oro, sino también el Premio de la FIPRESCI (organización de la crítica internacional que después lo eligió como la película del año) y, más recientemente, los principales galardones del cine europeo. Nace así una obra mayor que encuentra una lejana referencia en Escenas de caza en la Baja Baviera (Peter Fleischmann, 1969) -film que transcurre igualmente en el interior de un pequeño pueblo rural, que estudia también una escalada de violencia y que analiza las raíces de un sistema opresivo a la vez que se expresa con una materialidad y con un rigor formal que nos hacen recordar Crónica de Ana Magdalena Bach(Straub/Huillet, 1967).

   Al final, el narrador termina su relato: “El veintiocho de julio Austria declaró la guerra a Serbia. El uno de agosto Alemania declaró la guerra a Rusia, y al día siguiente a Francia. El domingo, un oficio solemne reunió a todo el pueblo…”. Un plano frontal, tomado desde el lugar que ocupa el altar de la iglesia, filma poco después la entrada de los fieles y su progresivo acomodo en los asientos. La armonía ceremonial de la distribución y lo simétrico del encuadre visualizan el restablecimiento definitivo del orden. El espacio abierto y atávico de la naturaleza, anclaje tradicional de misterio y de violencia (tal como aparecía en el primer plano del film), ha sido sustituido por la representación escenográfica y cerrada de la autoridad estamental en el espacio del templo. El mismo pastor que inmediatamente antes se había negado a investigar los hechos y que opta por sepultarlos bajo un ominoso silencio preside ahora la liturgia. Poco a poco, el encuadre se va oscureciendo hasta quedar completamente negro y se acaba la película. Al mismo tiempo, pero fuera de campo (nuevamente), la violencia y la catástrofe se generalizan en toda Europa.

   Se podría pensar, pero esto no sería más que una perezosa operación de análisis según los más viejos cánones argumentales, que el bucle se cierra premeditadamente para dar forma a una artificiosa “construcción de guión”, pero esto sería tanto como olvidar todos los interrogantes que el relato ha dejado abiertos y sin respuesta, todos los agujeros negros que permanecen en medio de la narración. Ahora comprendemos, sobre todo, que preservar el misterio (y la mentira) es la condición necesaria para que algunos permanezcan en la cúpula del poder, mientras que aquel que busca la verdad debe abandonar el pueblo y buscar otra forma de vivir fuera de allí.

   La metáfora resuena entonces, de forma retrospectiva, bajo la nebulosa de los crímenes, de los abusos, del autoritarismo patriarcal, del rigorismo de la moral protestante y de la violencia contra los débiles. En medio de ese enfermizo magma se engendra no sólo la catástrofe europea, sino también el propio “huevo de la serpiente” que más tarde incubará el nazismo. No estamos demasiado lejos, por mucho que la referencia pueda sorprender, de los frívolos burgueses que “bailaban sobre un volcán” en la antesala de una nueva catástrofe europea (la segunda) en La regla del juego (1939), por mucho que la fría disección entomológica trazada por Michael Haneke con regla y compás sobre la memoria del pretérito histórico se sitúe casi en las antípodas (formales) del incisivo y poroso mestizaje de registros con el que Jean Renoir radiografiaba su propio presente”.

Texto: Carlos F. Heredero, “La cinta blanca: el huevo de la serpiente”, en rev. Cahiers du Cinema España, enero 2010.

Fuentes (Texto e Imágenes):  


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