“La verdad es que hemos fingido una historia sobre el arte. Como charlatán, mi labor consiste en hacerla realidad, no en que la realidad tenga que ver con ella.”
Orson Welles
Antes de “nacer”, el ‘mockumentary’ (contracción de los términos ‘mock’ y ‘documentary’), o “documentiras”, en acepción de Antonio Weinrichter, aplicado al falso documental, ya encontró en Orson Welles un adelantado en tales metodologías, enfrentando el eterno combate entre lo real y la ficción en el seno de la institución del documental. Nos referimos a FRAUDE, un deslumbrante ejemplo de “film ensayo” que, aparte de reivindicar el poder mágico del montaje o, para ser más precisos, de la moviola (en imágenes recurrentes del metraje) como creadores de sentido, formula la imposibilidad de distinguir entre la realidad y sus simulacros. En el film, la distancia entre ficción y documental se diluye.
Realizado casi enteramente en el montaje, FRAUDE mezcla dos investigaciones: una sobre el falsificador inglés Elmyr de Hory, especializado en cuadros post-impresionistas, el otro sobre Clifford Irving, el periodista que pretendía haber conocido a Howard Hughes -personaje intimamente wellesiano, una especie de Kane pero más fabuloso, más excéntrico aún-, y estar en posesión de su autobiografía -uno de los mayores engaños del siglo después del falso diario íntimo de Hitler-. El film se convierte progresivamente en una reflexión sobre el mundo del arte y su relación con la realidad, que Welles relata en primera persona y donde evoca su propia carrera. Es de hecho un autorretrato del cineasta por persona interpuesta: se pone él mismo en escena multiplicando los aforismos sobre lo verdadero y lo falso, la ilusión y la realidad, la sinceridad y la mentira, entregándose a un sutil e irónico juego de espejos. Tras presentarse como charlatán, ejecuta dos números de ilusionista -por primera vez en la pantalla desde Sueños de gloria (Follow the boys, Edward Sutherland, 1944) donde serraba en dos a Marlene Dietrich-.
Welles no deja de insistir en uno de los fundamentos de su cine, la autenticidad de su propia “marca registrada” y la necesidad de sacralizarlo todo con su firma. “Mi nombre es Orson Welles” es el sello de sus films, pero ante este triunfo del anonimato que representa la fachada de la catedral de Chartres, muchas ilusiones se desmoronan y el film concluye con un testamento brillante pero desesperado acerca de la inutilidad del arte, al que Welles no parece dispuesto a conceder ninguna función social, histórica o cultural.
Welles propone “la falsificación de un documental” (apropiándose de un elevado tanto por ciento de su contenido), Elmyr the true picture?, de François Reichenbach/Richard Drewett, protagonizado por el reconocido falsificador de cuadros Elmyr de Hory, un húngaro asentado en Ibiza desde 1959, el escritor estadounidense Clifford Irving -y biógrafo de Elmyr de Hory: “Fake! The story of Elmyr de Hory, the greatest art forger of our time” (1969)-, popular por su bucanera semblanza de Howard Hughes, “Autobiography of Howard Hughes” (1971), aportando como interesada propina la relación entre Pablo Picasso y Oja Kodar (la historia de la nieta de un avispado falsificador de arte que le habría tomado el pelo -¿con su complicidad?- al pintor malagueño.., un entramado levantado sobre un juego de miradas fundamental en el film…).
Ese gusto por la heterogeneidad de materiales ¿es sólo un brillante divertimento? En absoluto. Es una variación del pirandelliano sentido de la verdad, una denuncia casi terrorista sobre el mercantilismo del arte, una estimulante -también desengañada- meditación destinada a certificar sus paradojas (más mentiras), una exposición acerca de las difusas fronteras del concepto “originalidad” (“lo que importa es la obra en sí”), incisivo corte de bisturí a propósito del rol del artista (y su puesta al desnudo). La celebración del director como prestidigitador (fabricante de un mundo aparentemente propio… que no lo es, cierto, pero no podemos demostrar lo contrario). ¿Un ilusionista? El film, sin vender humo, se abre y se cierra con una serie de imágenes sobre la magia, uno de sus hobbies. No es una casualidad. Juegos de manos, escamoteo, manipulación… A poco del inicio, el propio Welles -como narrador- informa que durante una hora todo será verdad. Unos ochenta minutos después nos advierte: el plazo ya ha transcurrido. En suma, una forma de impugnar la omniscencia de la voz del narrador de tantos documentales. Su apuesta se resume en un brillante doble salto mortal: respetando la naturaleza ficcional de la pieza, su condición de artificio, deja interferir en ella una maraña de estrategias de verificación del texto documental.
Ficha Técnica:
- Año.- 1973.
- Duración.- 88 minutos.
- País.- Francia-Alemania.
- Género.- Documental.
- Título Original.- F for Fake/Question mark/Vérités et mensonges.
- Director.- Orson Welles.
- Guión.- Orson Welles y Oja Kodar.
- Fotografía.- François Reichenbach, Gary Graver, Tomislav Pinter y Christian Odasso (Technicolor).
- Montaje.- Marie-Sophie Dubus, Dominique Engerer y Orson Welles. Música.- Michel Legrand. Productor.- François Reichenbach y Dominique Antoine.
- Producción.- Les Films du Prisme – SACI – Janus Film.
- Intérpretes.- (como ellos mismos) Orson Welles, Oja Kodar, Elmyr de Hory, Clifford Irving, Nina Van Pallandt, Laurence Harvey, Jean-Pierre Aumont, Joseph Cotten, Richard Wilson, François Reichenbach.
http://https://www.youtube.com/watch?v=twlA_yzagXo
Fuentes: Cuaderno del Cine Club Universitario. Centro de Cultura Contemporánea. Vicerrectorado de Extensión Universitaria. Universidad de Granada.
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¡Muchas Gracias!