(…) Producida a finales de los años 50, cuando el fantastique hollywoodiense parecía absolutamente decantado hacia una sola de sus vertientes -la ciencia ficción- y en un momento en que el cine de terror había olvidado por completo su esplendor pretérito, su mayor virtud consiste en proponer una interesante revisión de todo este panorama. Por un lado, se muestra demasiado sombría para ser una película de aventuras. Por otro, es en exceso luminosa para ser un film de terror. Y el resultado, en conclusión, es un híbrido fascinante, inquietante, que tiene mucho de ambas cosas sin ser ninguna de las dos: cielos, océanos de un intenso azul conviven con cuevas tenebrosas e interiores en claroscuro, mientras aguerridos aventureros y bellas princesas no solo se ven obligados a codearse con un mago malvado al que muy bien podrían haber dado vida Lugosi o Karloff, sino también con cíclopes gigantescos, aves prehistóricas y tétricos esqueletos, algo así como Homero adaptado por H.G. Wells y remezclado por el Willis O’Brien de King Kong, por cierto el maestro del gran responsable del film, el no menos magistral Ray Harryhausen. La película no niega su dependencia de la tradición aventurera cinematográfica ni oculta tampoco las deudas contraídas con “Las mil y una noches” y “La Odisea”. (…) Hay además un Bagdad abigarrado y colorido –filmado en La Alhambra de Granada-; (…) y, sobre todo, una escena estupenda: la reducción de tamaño de la princesa Paris. SIMBAD Y LA PRINCESA debe de este modo su gran poder de seducción a la acumulación de elementos que se produce en su interior (…).
Texto (extractos):
Carlos Losilla, rev. Dirigido, mayo 1999.
José Mª Latorre, rev. Dirigido, julio-agosto 2002.
Filmaffinity