(…) La mayoría de los documentales del mundo del espectáculo incluyen el intercambio ritual de cumplidos. Este trata de dos hombres que querían ser dominantes, que tenían todas las respuestas, que estaban inseparablemente unidos por el amor y el odio, y que crearon una obra extraordinaria, aunque siempre resintiendo la contribución del otro (…). Acogido (aparentemente) al formato de documental, MI ENEMIGO ÍNTIMO, una obra en primera persona, es ante todo un testimonio, emotivo y confesional, de la compleja personalidad de Kinski y de las difíciles relaciones que mantuvo con Herzog. Aparte de la fuerte implicación de Herzog, de enmarcar las cimas de la belicosidad entre ambos (…), el film fija su cordón umbilical, unidos por ese punto de locura que significa romper los limites, ir (y llegar) lo más lejos posible, como indica ese “me hundo contigo” que el actor le dirige a Herzog durante la titánica aventura de Fitzcarraldo. Y si despotrica de él en su autobiografía, la complicidad, la intensidad de su relación de amigos enemigos (véanse las enternecedoras imágenes de su reencuentro en el festival de Telluride) avalan los lazos de una amistad auténtica… como advierte el propio cineasta. Y si los films de Herzog con Kinski serían muy distintos sin él, con toda probabilidad menos estimulantes, MI ENEMIGO ÍNTIMO, más allá de si supone una catarsis o una terapia para Herzog, es una obra coherente con la poética y el pensamiento herzogiano, en su respeto por seres diferentes, en su atención por individuos visionarios enfrentados a lo imposible (…).
Texto (extractos):
Ramón Freixas, “Mi enemigo íntimo: la extraña pareja”,
rev. Dirigido, septiembre 2000. Goethe-Institut, “Mi enemigo íntimo”.