Comparte

18 febrero 2025 | 21:00
  • Sala Máxima | Espacio V Centenario

(…) El MAYOR DUNDEE no puede vivir pacíficamente; necesita luchar para olvidar su angustia y lucha contra los sudistas, los indios, los franceses y, sobre todo, contra sí mismo. Su persecución del indio Sierra Charriba no es más que un pretexto y la protagonista del film sabe apreciar el mal que sufre el Mayor: “Para usted, Mayor, la guerra durará siempre”… (…) Hay dos maneras de ver MAYOR DUNDEE. La primera como una especie de borrador de una obra mucho mayor, Grupo salvaje, y seleccionar sus conexiones. (…) El segundo modo es valorar MAYOR DUNDEE como un paso más en la carrera de Peckinpah a la hora de revisar los contenidos y formas del western norteamericano, pero sin sus audaces y/o vanguardistas montajes audiovisuales, sin su macabro sentido estético de la violencia. (…)  MAYOR DUNDEE bascula entre esa idea de lo trágico y el convencimiento de Sam Peckinpah de que actuamos violentamente porque es una de las característica de nuestra especie que existe como una capa de magma fundido en lo más profundo de nuestra mente, buscando incesantemente alguna fisura sin importancia para convertirse en el más importante de los volcanes. Quizá por ello MAYOR DUNDEE es, a ratos, un espectáculo sensible, ominoso (…).

Texto (extractos):
Georges-Albert Astre & Albert-Patrick Horau, El universo del western, Ed. Fundamentos, 1973.
Antonio José Navarro, “Mayor Dundee: un militar torturado”,
en dossier “Sam Peckinpah”, Dirigido, noviembre 2013.

(…) MAYOR DUNDEE fue una idea del actor Charlton Heston (…). Gracias a su apoyo pudo rodarse íntegramente en México y asegurar (teóricamente) el montaje final a su director. El primer copión duraba tres horas, lo que provocó el enojo del productor Jerry Bressler quien exigió una reducción del metraje. Con una nueva duración de 2 horas y 40 minutos, el cineasta aún consideraba a MAYOR DUNDEE como una “excelente película”. Pero tras una desastrosa preview donde la crítica destrozó la película, la Columbia recortó aún más el metraje, dejándolo en 122 minutos, haciendo caso omiso de las airadas protestas de Peckinpah, Heston y Bressler. Pero los problemas empezaron ya durante la filmación. A menudo, Peckinpah aparecía en el set completamente borracho, y se comportaba de manera despótica con el equipo técnico.  Los ejecutivos de Columbia, conocedores de estos problemas, acortaron el plan de rodaje en varias semanas. Fue entonces cuando Heston renunció a su sueldo con el propósito de mantener a Peckinpah en el film -un gesto sin parangón en la historia de Hollywood-; con todo, el estudio obligó a Peckinpah a concluir el rodaje de manera abrupta. Esto hizo que el cineasta se emborrachara aún más, por lo que Heston tuvo que dirigir diversas partes de la película.

Originariamente, según la idea del guionista Oscar Saul, Dundee debía ser indistinguible de los salvajes que persigue: un antihéroe luciferino que transgrede unas leyes que no son las suyas, un titán que desafía los márgenes de la locura en una búsqueda autodestructiva de justicia, de venganza, de reivindicación militar, personificadas en las fantasmagórica y brutal figura del jefe apache Sierra Charriba. Curiosamente, Peckinpah suavizó esta revolucionaria idea por medio de subterfugios bélicos; de justificaciones culturales más o menos esquivas -el realizador aseguraba que el personaje del Capitán Ahab de “Moby Dick” de Melville, inspiró su visión de Dundee-; el relato es narrado, incluso, desde la óptica de un joven soldado, el corneta Ryan, que hace las veces del Ismael de Melville… -, si bien jamás esconden el violento y egomaníaco individualismo del Mayor Dundee. El carácter “impío” de Sierra Charriba -ha raptado a unos niños blancos tras matar atrozmente a su familia- esconde, en realidad, la ambición y racismo que espolea sus demonios. De hecho, el Mayor Dundee y su compañía de soldados unionistas y confederados, así como los hoscos mercenarios civiles que les acompañan, resultan tan dañinos como los indios: a lo largo de la película, vemos cómo provocan la destrucción de un pequeño villorrio mexicano, invaden violentamente un país amigo (México) enfrentándose a las tropas francesas allí estacionadas, dejando tras ellos un rastro de sangre y muerte, sin importarles nada ni nadie.

(…) Hay dos maneras de ver MAYOR DUNDEE. La primera como una especie de borrador de una obra mucho mayor, Grupo salvaje, y seleccionar sus conexiones. (…) El segundo modo es valorar MAYOR DUNDEE como un paso más en la carrera de Peckinpah a la hora de revisar los contenidos y formas del western norteamericano, pero sin sus audaces y/o vanguardistas montajes audiovisuales, sin su macabro sentido estético de la violencia. (…)  MAYOR DUNDEE bascula entre esa idea de lo trágico y el convencimiento de Sam Peckinpah de que actuamos violentamente porque es una de las característica de nuestra especie que existe como una capa de magma fundido en lo más profundo de nuestra mente, buscando incesantemente alguna fisura sin importancia para convertirse en el más importante de los volcanes. Quizá por ello MAYOR DUNDEE es, a ratos, un espectáculo sensible, ominoso, como denotan las escenas en que el orgulloso oficial es engullido por la oscuridad, dándose por vencido, derrotados su inflexible sentido de la disciplina y profesionalidad por el escurridizo Sierra Charriba, y convirtiéndose en un borracho. Si bien en última instancia, su enemigo nominal, el capitán Tyreen, lo salva. Como el propio cineasta reconoció, “la ternura y la violencia a veces van de la mano” (…).

Texto (extractos):

Antonio José Navarro, “Mayor Dundee: un militar torturado”,

en dossier “Sam Peckinpah”, Dirigido, noviembre 2013.

Actividades relacionadas

Scroll al inicio

Menú