LOS VIVIDORES (EE.UU., 1971) v.o.s.e. 120’

McCabe and Mrs. Miller

Robert Altman
3 octubre 2025 | 21:00 h
  • Sala Máxima | Espacio V Centenario

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3 octubre 2025 | 21:00 h
  • Sala Máxima | Espacio V Centenario

LOS VIVIDORES será la primera película de Robert Altman que se estrena oficialmente en España –aunque con numerosos cortes de la censura-, un 24 de abril de 1972, apenas un mes antes del estreno de El volar es para los pájaros. Un ejemplo de la forma fragmentada y acronológica en la que la filmografía de este cineasta llegó a nuestro país durante los años de la dictadura franquista.

Mutilada por la censura.

(…) Según Altman, el protagonismo de Warren Beatty favorece una rápida introducción del espectador en el film y le permite, de paso, jugar con los estereotipos: “el público cree que McCabe será un héroe porque lo interpreta Warren Beatty, los hombres del pueblo le tienen por un hombre fuerte: esto me permite que tanto la gente de ese pueblo como el espectador de la sala se identifiquen más pronto y así crear más tarde la misma impresión de sorpresa para los dos”. 

Y es que McCabe no corresponde al arquetipo del héroe del western tradicional. Un gesto, tomado en primer plano, se encamina en esta dirección: el hombre desmonta de su caballo y se quita el abrigo de piel. Primera decepción: el extraño no va uniformado como el clásico héroe del western sino que lleva un elegante traje negro y un sombrero. Entre dientes masculla, “Maldita sea. ¡Vamos allá!, ¡Ya estoy preparado!”. Palabras de ánimo que muestran el carácter inseguro del personaje. Se sube de nuevo al caballo y penetra en la ciudad embarrada y de aspecto mísero, a medio construir. Mientras atraviesa la calle observa con el rabillo del ojo a los habitantes y en una ocasión gira la cabeza al oír un ruido sospechoso. A su alrededor los habitantes del pueblo, sombras ataviadas con chubasqueros, deambulan con lentitud por el camino u observan al extraño desde los edificios. McCabe tiene miedo, está nervioso por su llegada a un lugar desconocido. De nuevo se redefinen las normas genéricas. McCabe no es más que un mediocre e inculto jugador de póquer que busca una ciudad con posibilidades de crecimiento donde asentarse y convertirse en un pequeño empresario. (…) McCabe se define ante el espectador: “Soy un hombre de negocios. Un hombre de negocios”. Esta es la clave para comprender el resto de la película: la condición de empresario de McCabe es lo que diferencia a éste del resto de héroes del western. 

Esta condición le hace comprar en un pueblo vecino y traer a tres prostitutas al pueblo para forma una pequeña empresa floreciente: un prostíbulo. Es importante subrayar el lenguaje comercial que McCabe y el vendedor utilizan al hablar de las mujeres: “¿80 dólares por una furcia? ¡Un caballo vale 50!”. Este desprecio -similar al que todos los personajes tienen por los chinos en la película- refleja el escaso valor de la vida humana en un momento y entorno como aquel y vuelve a contrastar con los códigos morales del western clásico. En otro nivel enmascara también la inseguridad del protagonista como negociante y en sus relaciones con el sexo opuesto, como veremos cuando se produzca el encuentro con Mrs. Miller. Este dilema está tratado por Altman por medio de las miradas. Tanto en la secuencia de la venta como en el traslado, el montaje juega constantemente con primeros planos de los rostros demacrados de las mujeres, tristeza que subraya la canción, “Sisters of Mercy”, que las acompaña y las estampas melancólicas que Zsigmond ofrece del paisaje. 

Cuando McCabe observa a las tres mujeres -en especial a la niña- ya dentro de la semiconstruida edificación que pretende ser un burdel, su rostro refleja inquietud ante las mujeres, tal vez arrepentido por la arenga que ha exclamado ante sus hombres: “¿Que os pasa? ¿Nunca habíais visto una mujer? (…) Nadie las tocará hasta que el negocio esté en marcha. (…) Y nada de caras largas, que lo vais a pasar muy bien idiotas. Haceos a la idea de que si queréis divertiros lo haréis. Porque las chicas de ahí arriba saben más trucos que un mono de feria”. Una de las miradas, provocada por las quejas de un dolor de estómago de la joven prostituta, se puntúa con un violento zoom hacia el rostro de McCabe que delata su desconocimiento del sexo femenino y del negocio de la prostitución: “no sabe lo que hace, McCabe, no tiene experiencia”, le dice una y otra vez el comerciante que le vende las mujeres.

La secuencia que ilustra la llegada de las tres mujeres a la ciudad, parece reafirmar otro elemento clásico del western: el extrañamiento del elemento femenino en medio de un microcosmos puramente masculino. El western prepondera la aparición del personaje masculino al femenino: tradicionalmente, las mujeres son intrusos en el Oeste, ya sea si llegan en una diligencia, o un tren desde el Este, o descienden al saloon desde sus ocultos cuarteles al final de las escaleras. Los planos que ilustran las miradas de los mineros hacia las prostitutas juegan con esta idea, pero siempre desde la voluntad realista de Altman, solo hay que observar la radical diferencia entre esta llegada y la histérica -y divertida- aparición de otro grupo de prostitutas en La leyenda de la ciudad sin nombre (Paint Your Wagon, 1969) de Joshua Logan. (…).

Texto (extractos):

José Manuel & Francisco Javier González-Fierro Santos, 

Robert Altman, el independiente de Hollywood, Arkadin Ed., 2006

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