(…) La pertenencia de LEOPOLDO TORRE NILSSON al campo intelectual y al viejo cine industrial, posibilitó su intransferible trayectoria, que fue vista como un ejemplo por los representantes del Nuevo Cine. En sus films, la puesta en escena funciona de acuerdo con el devenir de las historias, y hasta logra que las influencias (Bergman, Welles, Buñuel, Wyler) actúen de manera beneficiosa, haciendo trascender sus propios climas. Y aunque en sus obras continúan predominando las relaciones entre personajes y ambientes se entrevé un reacomodamiento en el grupo generacional más joven. Piel de verano (1961), comenzaba a apuntar ya en una dirección distinta, dando muestras de mayor fluidez narrativa y de una atmósfera más lírica, al tiempo que se olvidaba del anterior énfasis en los aspectos más evidentes de la trama. (…) A partir de entonces, como si el rigor lo hubiera saturado, Nilsson emprende nuevas exploraciones. (…). Dos películas posteriores continuaron investigando en esta misma línea. LA TERRAZA (1963) y El ojo de la cerradura (1964), en las que los elementos góticos y el amargo análisis social intentaban un difícil y no siempre conseguido equilibrio. En LA TERRAZA (1964), un grupo de jóvenes burgueses se atrinchera en un ático, en abierta rebeldía con sus mayores. La premisa le sirve para concretar una de sus mejores obras; un film que anticipa la confusión y violencia que se desatarían poco después, por lo que conserva una sorprendente vigencia (…).
En 1968 Torre Nilsson se encontró en una situación que habría que repercutir sobre su carrera más que cualquiera de las anteriores. El clima de incertidumbre económica y de convulsiones políticas reinante en Argentina era tan malo que decidió embarcarse en una serie de costosas superproducciones épicas con apoyo gubernamental, de las cuales la más conocida es Martín Fierro (1968). Eso significó su práctica desaparición de los festivales europeos y su olvido internacional, pero sirvió al menos para que fuese conocido en su propio país al margen de los circuitos de arte y ensayo, y de un reducido grupo de críticos y cinéfilos. Torre Nilsson no se sintió demasiado feliz con su éxito durante ese período, y, a la menor oportunidad, volvió a abordar temas más próximos a sus preocupaciones con una serie de cuidadas adaptaciones literarias: Los siete locos (1972), Boquitas pintadas (1974), La guerra del cerdo(1975) y Piedra libre (1976), basada en la novela de Beatriz Guido.(…) Sin embargo, y fuera cual fuera la fuente literaria de sus películas, Torre Nilsson lograba crear brillantes melodramas que abordaban oblicuamente los aspectos escondidos y enfermizos de la sociedad argentina (…) como ocurre en Piedra libre. Primero prohibida y luego autorizada, la suerte corrida por esta película le impulsó a abandonar su país. No obstante, cuando cayó gravemente enfermo, decidió volver a él y ponerse a trabajar en el guion del que habría de ser su último e inacabado proyecto. El guion no fue jamás aprobado por las autoridades militares. Pero, ironías de la vida, tras su prematura muerte en 1978, el régimen le denominara “el cineasta más destacado del país” (…).
Textos (extractos):
César Maranghello, Breve historia del cine argentino,
Laertes, 2005
AA.VV., Historia Universal del Cine, vol. 8º, Planeta, 1982