LA LEYENDA DE LYLAH CLARE (1968, EE.UU.) 130′ v.o.s.e.

The legend of Lylah Clare

25 abril 2025 | 21:00 h
  • Sala Máxima | Espacio V Centenario

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25 abril 2025 | 21:00 h
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(…) LA LEYENDA DE LYLAH CLARE es un film fantasmagórico cuyo rosario de situaciones abracadabrantes y enfermizas exhala un insoportable aire viciado. En parte porque sus principales personajes se convierten en figuras “trágicas” de nuestro tiempo, con sus frustraciones, crueldades, miedos y ansiedades, todas ellas embadurnadas de la singular angustia que acosa a quien siente lástima de sí mismo mientras gana enormes sumas de dinero. (…) Su mirada volvió a recrearse en Hollywood, en sus moradores, en las tensiones que rigen las relaciones personales entre ellos, siempre interesadas, nunca sinceras. Aldrich despoja de todo su glamour el mundo de las estrellas del celuloide, centrándose en la tragedia íntima que conlleva suplantar la identidad de otro, algo tan habitual en ese Edén impostado (…).

Texto (extractos):
Antonio José Navarro, estudio “Robert Aldrich”, rev. Dirigido, mayo 2011.

(…) LA LEYENDA DE LYLAH CLARE es un film fantasmagórico cuyo rosario de situaciones abracadabrantes y enfermizas exhala un insoportable aire viciado. En parte porque sus principales personajes se convierten en figuras “trágicas” de nuestro tiempo, con sus frustraciones, crueldades, miedos y ansiedades, todas ellas embadurnadas de la singular angustia que acosa a quien siente lástima de sí mismo mientras gana enormes sumas de dinero. (…) Su mirada volvió a recrearse en Hollywood, en sus moradores, en las tensiones que rigen las relaciones personales entre ellos, siempre interesadas, nunca sinceras. Aldrich despoja de todo su glamour el mundo de las estrellas del celuloide, centrándose en la tragedia íntima que conlleva suplantar la identidad de otro, algo tan habitual en ese Edén impostado (…). Su enrevesado argumento, plagado de falsos espejos que devuelven reflejos equívocos, le sirve para afrontar un relato ciertamente ambicioso pero extremadamente árido en lo que tiene de juguete metacinematográfico con una estructura semejante a la de las matrioshkas. (…) De este modo no solo estamos viendo a Elsa Brinckman asumir la personalidad de Lylah Clare, sino que para el espectador ambos nombres no pueden disociarse del de Kim Novak, protagonista de la película de Aldrich que, en su interpretación, parece asimismo revisar su propia leyenda como starlette hollywoodiense. De ahí que Aldrich, aviesamente, se sirviera de su imagen pública para definir la idiosincrasia de los protagonistas de esta historia. El caso más evidente es el de Kim Novak, pero Peter Finch, en lo que tenía de encarnación de ese romanticismo atormentado que ya había ensayado en algunos de sus más célebres papeles de los años 50 -acometidos bajo el estigma de estar considerado el nuevo Montgomery Clift-, también se ajustó a los fines pretendidos por Aldrich. (…) En este sentido, en pocas obras de Aldrich hay cabida para un discurso tan osado como el que aquí se plantea: ya no se trata solo de la opción adoptada por el cineasta de apelar a la naturaleza del medio cinematográfico para retratar su propia idiosincrasia. Esta decisión resulta tan solo la antesala de una apuesta mucho más compleja: traza ese fresco que pretende sea su película, empleando trazos grotescos que le permiten alternar el espectro de lo satírico con el de lo patético. (…) Sin embargo, asumir el ocaso de un mito erótico como Kim Novak viéndola recrear sobre la pantalla su propia decadencia por personaje interpuesto, confundió a más de un espectador. (…) En LA LEYENDA DE LYLAH CLARE tenemos la sensación de estar asistiendo a una suerte de documental sobre los entresijos de Hollywood aun asumiendo el carácter de ficción que posee la historia que se nos narra. Sin embargo, Aldrich apuesta, al menos en la primera mitad, por una estructura puramente cinematográfica, asumiendo el legado de Orson Welles en Ciudadano Kane, donde se contaba la vida de un mito a partir de los testimonios de quienes le conocieron, conformando una suerte de film entrevista que, con el paso de los años, sería bastante imitado. (…) A diferencia de sus previas El gran cuchillo y ¿Qué fue de Baby Jane?, el director sustituye el discurso crispado e inculpatorio por un tono de escepticismo propio de quien ya está de vuelta de todo y se entretiene en contemplar la decadencia de los ambientes por los que transita con más melancolía que indignación. Una actitud que se instalará en el último tramo de su filmografía y que tan solo abandonará ante la euforia que le producirán aquellos triunfos momentáneos de sus personajes imbuidos en la lucha por su propia autodeterminación, tema tan vertebrador de su obra como lo es la sátira hacia los estamentos de poder (…).

Texto (extractos):

Antonio José Navarro, estudio “Robert Aldrich”, rev. Dirigido, mayo 2011.

Jaime Iglesias Gamboa, Robert Aldrich, col. “Signo e Imagen / Cineastas”, nº 76, Cátedra, 2009.

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