Colabora: Proyecto “La conformación de la autoridad espiritual femenina en Castilla”
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¿Estaban ‘enduendadas’ nuestras místicas y visionarias de los siglos XVI al XVIII, con el mismo duende que Lorca supo ver en la “flamenquísima” Santa Teresa?, un duende que la traspasaba con un dardo y que no hay que confundir “con el diablo católico, destructor y poco inteligente, que se disfraza de perra para entrar en los conventos”.
En efecto, Lorca dio muchas pistas en su conferencia “Juego y teoría del duende”: “Se saben los caminos para buscar a Dios, desde el modo bárbaro del eremita al modo sutil del místico”. Esa “mística” que procede etimológicamente del verbo griego myein, “encerrar”, de donde deriva mysticós, que en sentido estricto significa “cerrado, arcano o misterioso” y que alude a un tipo de experiencia difícil de alcanzar, en que se llega al grado máximo de unión del alma con la Divinidad durante la existencia terrenal.
Y en cuanto a la mística cristiana, qué mejor ejemplo que la obra literaria, devocional, teológica y autobiográfica de Teresa de Jesús, de sobra conocida y cada día más reconocida. Si el curso pasado la Cátedra Federico García Lorca de la Universidad de Granada celebraba el quinto centenario del nacimiento de esta doctora de la Iglesia, el presente vuelve sobre la vida y obra de otras monjas que experimentaron visiones y experiencias extáticas que acabaron deviniendo en literatura, cuando sus confesores les recomendaron ponerlas por escrito, al modo de un relato pormenorizado de sus vidas.