(…) Como quería un negativo con mucho contraste, usé material de Ilford, que raramente se ve porque los directores de fotografía consideran que da demasiado contraste. Decidimos rodar toda la película con tres grandes angulares. (…) En la parte final sucede que, incluso en los planos rodados a solo treinta centímetros del rostro de los actores, se ven la cárcel entera o enormes vistas del desierto tras ellos. Por eso usé esos objetivos. No quería perder en ningún momento el elemento crítico de la trama y que le da emoción: estos hombres nunca van a liberarse, de la cárcel o de ellos mismos. Ése era el tema de la película. Y quería que el lugar donde estaban confinados estuviera omnipresente de forma abrumadora (…).
(…) LA COLINA está basada en una obra de teatro de Ray Rugby y R.S. Allen, y el guion lo realizó el primero de los citados sobre la base de la experiencia autobiográfica que tuviera lugar durante la Segunda Guerra Mundial en un campo de prisioneros militares inglés situado en Libia. (…) He aquí otra de las mayores aportaciones al cine firmadas por su director durante los sesenta, sin lugar a dudas la década donde brindó sus trabajos más interesantes. Se trata, también, de su primera producción británica y su primera colaboración con el actor Sean Connery, cinematografía e intérprete que, sobre todo durante esa década y la siguiente, aparecerán con frecuencia en la obra del realizador. (…) De lo que la película habla es de la mentalidad militar, de la necesidad de humillar y destruir al individuo para conseguir que obedezca por encima de todo, y de la forma más eficaz de lograrlo. (…) Una de las muchas cualidades de LA COLINA es la profunda descripción psicológica de unos personajes que, además de estar usados como los medios para vehicular ese discurso, ofrecen perfiles tremendamente humanos y convincentes, que hacen de ellos figuras ricas en matices y no meros “símbolos” (…). Pone claramente de manifiesto que es la consecuencia inevitable de las características de la institución de la que forman parte y de la que se consideran dignos representantes. (…) Surge en Lumet un interés explícito por hacernos ver una equivalencia entre los procedimientos empleados por los nazis y por los del ejército británico. (…) Lumet hace de la colina el centro de su puesta en imágenes con largos planos que normalmente se inician en la colina y que progresivamente nos dejan ver el resto de las instalaciones carcelarias. La prohibición de la película durante el franquismo y su estreno muchos años después, y solo en las pantallas de televisión, ha contribuido poderosamente a que nadie haya hablado de un riguroso y excelente film, que merece mucha mejor suerte (…).
Texto (extractos):
Sidney Lumet, Así se hacen las películas, Rialp, 2010
Tomás Fernández Valentí, rev. Dirigido, marzo 2008
Christian Aguilera, La generación de la televisión:
la conciencia liberal del cine americano,
Editorial 2001, 2000
Antonio Castro, rev. Dirigido, junio 2005