LA BALADA DE CABLE HOGUE (1970, EE.UU.) 116′ v.o.s.e.

The ballad of Cable Hogue

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25 febrero 2025 | 21:00
  • Sala Máxima | Espacio V Centenario

(…) El protagonista de LA BALADA DE CABLE HOGUE es su prototipo de antihéroe abocado al fracaso. (…) Peckinpah sabe que la aventura romántica ha terminado y echa tierra sobre el personaje.  (…) Si la espina dorsal de su cine se sostiene en el conflicto entre la supervivencia y el individualismo (…), Hogue es, en este sentido, un individualista nato y un intuitivo superviviente. (…) Vista hoy, sorprende no ya por su óptima mixtura de comedia y melancólico lirismo (en el que Miguel Marías percibió ecos de Griffith y Chaplin), sino por su acabado altamente informal, probablemente la película más iconoclasta del cineasta. Su iconografía es propia de los westerns que transcurren en desiertos, (…) pero junto a estos atisbos de regio clasicismo, Peckinpah se permite una serie de libertades inusuales. (…) Quizás esta exultante libertad estilística, que transmite una genuina sensación de felicidad creativa, se deba al hecho de que Peckinpah se identifica con el protagonista de LA BALADA DE CABLE HOGUE más que con ningún otro en su filmografía (…).

Texto (extractos):
Jordi Batlle Caminal, “La balada de Cable Hogue: amor y humor entre serpientes”,
en dossier “Sam Peckinpah”, Dirigido, noviembre 2013.

(…) Rodada entre Grupo Salvaje y Perros de Paja, dos de los más feroces estallidos de violencia de Peckinpah, LA BALADA DE CABLE HOGUE adquiere por comparación un tono relajado y parsimonioso, el mismo de Junior Bonner (1972), que igualmente se sitúa entre dos artefactos explosivos: la citada Perros de paja y La huida. De hecho, tanto LA BALADA DE CABLE HOGUE como Junior Bonner, las dos únicas obras del período de esplendor de Peckinpah exentas de baños de sangre, proponen el mismo canto de cisne del personaje peckinpahniano por excelencia. En el caso del film que nos ocupa, ese personaje es el titular, Cable Hogue, prototipo de antihéroe abocado al fracaso. Hogue (Jason Robards) es un buscador de oro abandonado por un par de desalmados colegas y que hallará, tras días de desesperada travesía a pie, un manantial de agua: se recuperará y montará allí una parada de refresco para las diligencias de paso. Pero, años después, llegará a esos desolados parajes algo insospechado que lo desequilibrará y lo desencajará del árido paisaje (…). Peckinpah sabe que la aventura romántica ha terminado y echa tierra sobre el personaje.  (…) La espina dorsal del cine de Sam Peckinpah se sostiene en el conflicto entre la supervivencia y el individualismo: el individualismo es el hombre que es fiel a sus ideas y valores en lugar de guiarse por un régimen o credo, y que, también, en el sentido más estricto de la palabra individual, no puede dividirse. El superviviente, por otro lado, es el hombre que se adapta, que modifica en cierta manera su forma de vida con el fin de seguir viviendo. (…)  Hogue es, en este sentido, un individualista nato y un intuitivo superviviente. (…) Un personaje próximo, muy próximo a Dobbs de El tesoro de Sierra Madre y es curioso comprobar el parecido físico entre los dos actores que los encarnan, Humphrey Bogart en el film de Huston y Jason Robards (soberbio en el papel de su vida) en el de Peckinpah (…). Aunque el cuerpo dramático de la película gira alrededor de la figura de Hogue, los personajes secundarios adquieren un innegable peso específico. (…) Como tantas otras de sus películas, LA BALADA DE CABLE HOGUE no resultó una experiencia feliz para Peckinpah, aunque años más tarde acabaría afirmado que era, de entre todas las suyas, la obra que tenía en mayor estima: los productores cortaron veinte minutos de metraje al parecer esenciales y tras el primer fin de semana de estreno la retiraron de las carteleras. Vista hoy, sorprende no ya por su óptima mixtura de comedia y melancólico lirismo (en el que Miguel Marías percibió ecos de Griffith y Chaplin), sino por su acabado altamente informal, probablemente la película más iconoclasta del cineasta. Su iconografía es propia de los westerns que transcurren en desiertos (…). Pero junto a estos atisbos de regio clasicismo, Peckinpah se permite una serie de libertades inusuales. Algunas de ellas son fruto de la época (multipantalla, zoom o la inclusión de una canción). Pero donde más sorprende el director es en insertos tan delirantes como el del dibujo del jefe indio impreso en el billete de cinco dólares que cobra vida o en las escenas cómicas proyectadas a cámara ultrarrápida (…). Quizás esta exultante libertad estilística, que transmite una genuina sensación de felicidad creativa, se deba al hecho de que Peckinpah se identifica con el protagonista de LA BALADA DE CABLE HOGUE más que con ningún otro en su filmografía (…).

Texto (extractos):

Jordi Batlle Caminal, “La balada de Cable Hogue: amor y humor entre serpientes”,

en dossier “Sam Peckinpah”, Dirigido, noviembre 2013.

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