(…) Muy por encima de la representación física y descarnada de la violencia, en GRUPO SALVAJE prevalece el lirismo, la emoción, el derrotismo de un cine que si es visceral, lo es sobre todo por la parte del corazón. Eso que se suele llamar “cine de las tripas”, evocación más bien desagradable para retratar a cineastas apasionados y hasta obsesivos como Peckinpah, debería corresponder más bien a otros órganos: allá donde se encuentre la voluntad de contar unas vidas abocadas al fracaso, una epopeya de la derrota, una zona de moral tan contradictoria y chocante que solo se puede contar a través de imágenes contradictorias, en continua colisión de horror y belleza, sin que eso signifique que se proclama la belleza del horror. Vista en su momento, impactaba esa violencia inédita, sus ya legendarios ralentís, las ráfagas de impactos y su plasmación en cuerpos masacrados y proyectiles rojos en cantidades inéditas. Esa representación de la violencia sigue impactando igual, y lo ha venido haciendo a lo largo de estas décadas en que tantos imitadores han tomado y multiplicado exponencialmente esas premisas visuales. Precisamente porque no es una violencia curtida en el puro espectáculo, y mucho menos aún en el sarcasmo tantas veces aplicado a ella por los propios admiradores de Peckinpah, de John Woo a Quentin Tarantino: el largo, detallista tiroteo en multivisión que da casi inicio al film, transmite la sensación de una hecatombe, no de un espectáculo de fuegos artificiales. Y es así no solo por la traición de la amistad que lo motiva, que se va descubriendo en el mismo momento, y solo acumulará más desazón en las ambiguas actitudes de las partes enfrentadas. La enigmática y sugerente imagen del escorpión rodeado de pequeñas hormigas rojas a punto de devorar al fuerte, observada (como casi todo en la película) por un grupo de niños entre la extrañeza y la fascinación, forma parte de la ambigüedad moral, vital, amistosa, sentimental, en que se mueven los personajes (…). Crepuscular no tanto por la nostalgia de un pasado que desaparece, como por el estado de supervivencia en el autoengaño de que todo aún puede ser igual, es el film que quizás mejor y con más hondura y equilibrio resume todas las constantes y fogosidades de Peckinpah, que presenta a sus protagonistas buscando su retiro, persiguiendo el gran golpe que les permita retirarse. Entre los dos grandes, largos, violentísimos tiroteos que jalonan GRUPO SALVAJE, se articula el dolor interior de unos personajes que se mueven entre la violencia de sus propios tormentos, y la del poder despiadado representado en el ferrocarril y en la locura aniquiladora del general mexicano Mapache (…). GRUPO SALVAJE se articula en grandes bloques que dirigen la acción del grupo de forma intuitiva hasta su destino final, (…) coronado por las risas fantasmagóricas de los integrantes del grupo, que remiten directamente a una película muy admirada por Peckinpah, El tesoro de Sierra Madre (1948). (…) La fotografía de Lucien Ballard, que se inspiró en las imágenes documentales de la revolución mexicana, refuerza la sensación de realismo y aridez, lejos del esteticismo que se apoderaba en ese mismo momento de una película con algunos puntos de contacto como Dos hombres y un destino pero heredando del western clásico la belleza intrínseca de la iconografía del Oeste. Sin embargo, el uso de zooms, cortos y esporádicos, no resultan estridentes, forman parte del impacto emocional y la multiplicidad de puntos de vista que Sam Peckinpah quiso lograr a través de un montaje rompedor, innovador y pionero del cine moderno, en colaboración con el montador Lou Lombardo. (…) A partir del ingente material filmado, y una cantidad de emplazamientos de cámara completamente inusual para la época, Peckinpah creó ese estilo distintivo que ha quedado etiquetado por el uso de la cámara lenta, y su habitual lectura como un regodeo en la violencia, cuando en realidad está construido con la combinación de materiales rodados a distintas velocidades y utilizados más como un diálogo entre los diversos fragmentos que como un recreación en el ralentí. (…).
Texto (extractos):
Ricardo Aldarondo, “Grupo salvaje: violencia visible, tormento interior”,
en dossier “Sam Peckinpah”, Dirigido, noviembre 2013.