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17 febrero 2025 | 20:30
  • Sala Máxima | Espacio V Centenario

(…) La segunda de las adaptaciones al cine de EL GRAN GATSBY –tras la muda de 1926-, estuvo protagonizada en 1949 por Alan Ladd en el rol del misterioso y acaudalado Jay Gatsby, y dirigida por un realizador funcional pero no demasiado inspirado, Elliott Nugent. (…) Lo mejor del film proviene de una atmósfera artificiosa y sombría, que en sus mejores momentos proporciona a su metraje personalidad propia, aunque siempre integrada en los modos de producción tan peculiares de la Paramount y que brindará un episodio tan hermoso como la plasmación del reencuentro de Gatsby y Daisy  (…).

Texto (extractos):
Juan Carlos Vizcaíno, “El gran Gatsby (1949)”,
Blog “Cinema de la perra gorda”, 7/01/2017

(…) Publicada en 1925, “El gran Gatsby” es una de las grandes novelas americanas de todos los tiempos y uno de los textos de Scott Fitzgerald que encierran más dificultades para ser llevados al cine (…). Una novela que fascina mucho más por lo que sugiere, por su atmósfera melancólica y decadente, que por una base argumental bastante limitada, que no pocos expertos han considerado como prácticamente infilmable. (…) La segunda de sus adaptaciones al cine –tras la muda de 1926-, estuvo protagonizada en 1949 por Alan Ladd en el rol del misterioso y acaudalado Jay Gatsby, y dirigida por un realizador funcional pero no demasiado inspirado, Elliott Nugent, que limita sus planteamientos narrativos a una planificación por lo general transparente, centrada en planos medios y americanos, sin intentar explorar las posibilidades y complejidades que tal historia permitía. Una base argumental que, por cierto, no solo utilizaba el referente literario de Fitzgerald, sino también la herencia de la obra teatral escrita, sobre la novela, por Owen Davis. (…) Quizás lo que más se echa de menos en EL GRAN GATSBY 1949 es la importancia que el apólogo moral de Carraway proporcionaba al conjunto del relato, logrando de entrada una cercanía crítica del lector / espectador, y que en esta ocasión se encuentra ausente en los fotogramas de la película. En su defecto, son numerosos los cambios que la misma adquiere en torno al conocido referente, no siendo entre ellos el menos importante, una rápida descripción del pasado de Gatsby: es decir, que se rompe esa aura, entre misteriosa y fantasmagórica, inherente a la descripción del relato, desvelando un oscuro pasado. (…) Sin ser deslumbrante, esta versión sí proporciona ciertos elementos de interés: por momentos nos evoca producciones inmediatamente posteriores, como la célebre El crepúsculo de los dioses (Billy Wilder, 1950). Es decir, esa sensación de fantasmagoría que proporcionan los escenarios elegidos, la presencia de esa fachada con los inquietantes ojos y las gafas anunciadoras del anuncio luminoso o, sobre todo, los interiores de la mansión de Gatsby. Son elementos que sirven de manera convincente para destacar, esta vez sí, el aspecto misterioso de la figura del protagonista, al que Alan Ladd proporciona una convincente prestancia, apareciendo casi como una consecuencia narrativa, a ese marco ampuloso y al mismo tiempo decadente, del que se rodea. (…) Lo mejor del film de Nugent proviene de esa atmósfera artificiosa y sombría, que en sus mejores momentos proporciona a su metraje personalidad propia, aunque siempre integrada en los modos de producción tan peculiares de la Paramount y que brindará un episodio tan hermoso como la plasmación del reencuentro de Gatsby y Daisy, orquestado por Morgan en la vivienda de Carraway (…).

Texto (extractos):

Juan Carlos Vizcaíno, “El gran Gatsby (1949)”,  Blog “Cinema de la perra gorda”, 7/01/2017

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