EL COLOR DE LA GRANADA (1969, Ucrania) 80′ v.o.s.e.

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15 noviembre 2024 | 18:00
  • Sala Máxima | Espacio V Centenario

(…) El título original de EL COLOR DE LA GRANADA, su obra maestra, es en realidad Sayat Nova, el nombre del gran poeta armenio cuya vida sigue el film. Adaptar a la gran pantalla la vida y la obra del poeta y trovador le estimuló a utilizar un lenguaje basado en la metáfora, en la imagen poética, que matizó mediante la lectura de los versos del propio Sayat Nova en su escritura armenia original, las únicas palabras de una narración que elude por completo los diálogos. No busca la biografía del poeta sino mostrar la experiencia de su poesía (…).

Texto (extractos):
Tonio L. Alarcón, “Sergei Parajanov, tradición y folclorismo”,
rev. Dirigido, junio 2009

Presentación a cargo de Manuel Polls Pelaz (director del Festival Cinemística)


(…) Algunos de los planos de La sombra de nuestros antepasados olvidados apuestan ya por un estatismo pictórico que se convierte en la figura de estilo predominante -y en la marca personal del director- de la que es, sin duda, la película más popular y más reconocida de Parajanov, EL COLOR DE LA GRANADA. Adaptar a la gran pantalla la vida y la obra del poeta y trovador Harutyun Sayatyan le estimuló a utilizar un lenguaje basado en la metáfora, en la imagen poética, que matizó mediante la lectura de los versos del propio Sayat Nova en su escritura armenia original, las únicas palabras de una narración que elude por completo los diálogos. En boca del propio autor, “mis guiones se disuelven con gusto en la pintura, y sin duda ésta es su principal fuerza y su principal debilidad”, aprovechando el hecho de que el arte pictórico “descubrió” hace tiempo, y a la perfección, la fuerza dramática de los colores: su utilización expresiva y su posibilidad relativa de desarrollo. Claro que, al mismo tiempo, es difícil no evocar antes sus imágenes la etapa surrealista de Buñuel, quizá por esa sexualidad entre ingenua y fetichista que los caracteriza a ambos. A diferencia de éste, eso sí, ofrece una visión tremendamente respetuosa y reverencial de la religión católica: en todos sus films, el catolicismo tiene una presencia fundamental -en general, como forma de redención de sus personajes-, pero en esta obra toma un mayor protagonismo debido a la conversión de Sayatyan en monje. El atrevimiento de sus planteamientos, unido a la defensa realizada de la cultura armenia, llevó a las autoridades soviéticas a prohibir su proyección sin una labor previa de censura y recorte, ejecutada en este caso por el director Sergei Yutkevitch. Lo que, lógicamente, no mejora la comprensión de un film concebido como un poema visual, haciéndolo todavía más árido (…).

(…) A lo largo de su carrera Parajanov buscó las entonaciones poéticas del cine. Las encontró muy rápido. Se deshizo de los movimientos de cámara, las angulaciones inesperadas y el fragor de su primer largometraje para ensayar algo más esencial; una poética antinaturalista de preciosos cuadros frontales, muchas veces estáticos, sin ninguna relación de raccord; lienzos para la disposición de objetos y materias densas o fluidas, de cuerpos sin psicología cuyo drama se fija en gestos precisos, en oscilaciones, en frecuencias; en una mecánica espiritual.

Lo ensayó en Los frescos de Kiev, hasta que la película fue destruida y tuvo que irse a Armenia para filmar su obra maestra: EL COLOR DE LA GRANADA, cuyo título es en realidad Sayat Nova, el nombre del gran poeta armenio cuya vida sigue el film. Como la poesía de Sayat Nova, el cine de Parajanov habla muchas lenguas (ucraniano, armenio, georgiano); es sublime y trascendente, pero permanece cercano a lo concreto de la materia; entrelaza amor y muerte en un movimiento pendular; alcanza la cima del arte pero abraza lo popular. No busca la biografía del poeta sino mostrar la experiencia de su poesía.

Por ello hila las figuras, teje los colores (blanco, negro, rojo, azul, dorado) en una tapicería hecha de arabescos que vibran como la música; evolucionan como los cuerpos danzantes (tan característicos en estos films); y se enhebran con la paleta de ruidos, cantos y sonidos. Sus películas son como los tejidos o alfombras que abundan en su cine: uno puede perderse en su belleza frondosa sin necesidad de alcanzar a ver el dibujo total (…).

Texto (extractos):

Fran Benavente, “El maestro del templo”,

rev. Cahiers du Cinema España, junio 2009

Tonio L. Alarcón, “Sergei Parajanov, tradición y folclorismo”,

rev. Dirigido, junio 2009

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