(…) Desde hace unos años el nombre de Ed Wood ha generado toda una industria. Realizó films estrictamente impresentables entre 1953 y 1971, de los que dos en particular han servido para cimentar su “reputación”. Glen or Glenda, su debut, (…) y Plan 9 del espacio exterior (…). Pero en 1980, dos años después de la muerte de Wood, los hermanos Medved publicaron su libro “The Golden Turkey Awards” y le nombraron “el peor director de todos los tiempos” (título que podrían arrebatarle no pocos directores modernos: por lo menos Wood tenía la excusa de que carecía de medios). Se iniciaba el “culto Ed Wood”. (…). En 1981 la Paramount anunció el “estreno” de Glen or Glenda en un cine decente, sólo para cancelarlo en seguida a causa del atentado sufrido por Ronald Reagan (?)… no importa. En 1983 se estrenó en Utah un musical basado en Plan 9 del espacio exterior y la bola siguió rodando hasta la publicación en 1992 de la primera biografía seria de Wood a cargo de Rudolph Grey (últimamente, Wood ha suscitado más bibliografía que Carl Theodor Dreyer, Robert Flaherty y Robert Bresson juntos). Con tal motivo, Michael Weldon, inventor de la noción de cine “psicotrónico”, escribió: “Casi me imagino una producción de Hollywood basada en este libro”. No tuvo que esperar mucho; el “culto Ed Wood” –generado por ese amplio sector de fans que busca en la cultura del subgénero lo que el aburrido cine habitual no sabe ofrecerles- había ido creciendo hasta el punto de que dos ex-estudiantes de la escuela de cine de la universidad de Southern California escribieron un guion biográfico que iba a dirigir Michael Lehman y producir Tim Burton. Pero cuando Burton decidió dirigirlo él mismo, tres grandes estudios de Hollywood pujaron por adjudicarse el proyecto de contar la historia de un tipo al que nunca le hubieran concedido una cita en vida. La ironía estaba servida; Edward D. Wood Jr. podía echarle un guiño triste a Vincent Van Gogh o Amedeo Modigliani en el cielo de los artistas. (…) ¿He dicho artista? Esta manía de desenterrar a Wood del limbo parece un ejemplo más de esa perversidad que lleva a escarbar en el contenedor de ese cine “tan-malo-que-te-mueres de-risa” practicada por quienes tienden a ser incapaces de tomarse el cine en serio. (…) Wood (…) es un “primitivo” proto-cinematográfico, de nulo interés visual y tener un par de manías o “temas” personales no hace de nadie un autor (por más que así lo quiera la actual aplicación degenerada de la política de autores). En cuanto a la gracia -indudable- de su cine, hay que entender bien los diálogos en inglés para apreciar la forma en que son ejecutados, en su sentido capital, por un elenco de zombies (…); montadas a hachazos, sus películas desafían toda noción de continuidad espacial o de desarrollo temporal. (…) Más allá de desafiar el modelo de narración convencional, todo ello acaba provocando un “efecto de extrañeza”, en donde cabría hablar hasta de poesía povera, si dejamos de lado la pequeña cuestión de la intencionalidad del autor. No sé si la película de Tim Burton servirá para redimir a Wood (y a los woodófilos), pero me parece que supone también el mejor antídoto para el “culto Wood”: a partir de ahora, tras ver en amoroso detalle, sin un asomo de ironía, cómo rodaba Wood, quien quiera hablar de su “estética” lo hará a su riesgo. Aunque ED WOOD idealiza a su protagonista, surte el efecto de trasladar el interés de la “obra” a la persona, al buscavidas que la realizó… con Hollywood al fondo. ED WOOD, la película, se articula sobre una serie de distancias. Tras unos créditos tomados prestados de Plan 9 del espacio exterior, el movimiento de retroceso desde las famosas colinas de Hollywood hasta el teatro donde estrena una obra, ED WOOD establece la distancia infinita entre dos entidades que se parecen sólo en que riman, pues representan dimensiones separadas, dos mundos aparte. Pero Burton, amante de los outsiders, va a dedicar dos brillantes horas a demostrar que en realidad, estadísticamente, Hollywood no es el mito rutilante sino un boulevar de sueños rotos poblado por fracasados (…). El fracaso no afecta sólo a las víctimas anónimas de la fábrica de sueños sino también a los has been; la distancia que separa a Wood del antaño famoso Bela Lugosi, al aspirante del “mito”, se evapora por la relación de amistad y de trabajo que se establece entre ellos, al tiempo que la situación de sordidez que vive Lugosi –la misma que permite que ambos hombres se unan- remite al futuro inevitable que le aguarda a su joven admirador. (…) Hay una convención del cine comercial que dicta que el protagonista de una película debe tener una dimensión positiva, si no épica. Aquí es donde Burton fuerza la apuesta asumiendo la tarea de convertir, decididamente, a Wood en un héroe a la vez grotesco y trágico, completamente convencido y encantado de su trabajo hasta la última línea de sus inimitables diálogos e incapaz de asimilar el efecto de estrago que su obra produce en sus destinatarios. Para ello debe limitarse a acompañar a Wood sólo durante un corto trecho, los primeros cuatro años de su carrera, abandonándole antes de que acabe la premiere de Plan 9… y mucho antes de que la amargura y la decadencia prevalezcan sobre su ciego optimismo. Así, ED WOOD puede permitirse continuar la línea naïf que presidía los dos films anteriores de Burton, Eduardo Manostijeras y Pesadilla antes de Navidad, y que los conectaba, como el que nos ocupa, con sus primeros cortos (…). (…) ED WOOD constituye la más feroz visión sobre el oficio de cineasta que se haya realizado en estos últimos años. (…) Quizá no sea la mejor película de Tim Burton, pero sí es aquélla en la que ha expuesto, de la forma más sencilla y directa, su ideario cinematográfico. (…) Aunque estrenada en octubre de 1994, la distribución internacional de ED WOOD se produjo al año siguiente, coincidiendo con la conmemoración del centenario del cine. No dejaba de ser irónica esta coincidencia, porque la película de Burton es, al mismo tiempo, una oda a la creación cinematográfica y una crítica cruel sobre el lado más amargo del oficio de cineasta. En todo momento, el optimismo sin mácula que Wood manifiesta ante todo lo relacionado con sus proyectos, sus películas y su amor al cine están contrarrestados por una visión rastrera y miserable de sus mediocres trabajos: Burton siempre pone de relieve que el cine de Wood no era más que basura, por más que estuviese hecho con (aparente) entusiasmo. (…)
Textos (extractos):
Antonio Weinrichter, “Ed Wood”, en sección “Críticas”,
Dirigido, mayo 1995
Tomás Fernández Valentí, “Ed Wood”, en estudio “Tim Burton” (2ª parte), Dirigido, marzo 1997