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04 octubre 2024 | 20:15
  • Sala Máxima | Espacio V Centenario

(…) La máxima aspiración de Stroheim fue la de convertirse en el mayor abanderado del realismo cinematográfico y para ello no tenía intención de efectuar concesión alguna. Todo el film es un culto a lo hiperbólico. Exceso que impregna de una cáustica perversión a la narrativa tradicional. Basta recordar el inolvidable momento en que el sacerdote ofrece las alianzas de matrimonio a los protagonistas, mientras al fondo puede verse una ventana abierta por la que desfila un cortejo fúnebre. AVARICIA se ha consagrado como una de las cimas del arte americano de los primeros 40 años del siglo XX (…).

José Mª Latorre,  rev. Dirigido, 1989 (extracto).

“Si se hiciera un concurso de cuál es la película más sucia, más vil, más podrida de la Historia de Cine, seguramente AVARICIA se llevaría el primer premio. Me he exprimido el cerebro buscando una película como ésta, pero no he encontrado ninguna otra. He sido crítico durante siete años y distribuidor durante cinco; pues bien, en todo ese tiempo nunca he visto una forma de entretenimiento que muestre ratas muertas, cloacas, suciedad, carne podrida, personajes con dientes espantosos que se meten el dedo en la nariz, que agarran huesos mientras engullen como cerdos o un protagonista que tras asesinar a su mujer aparezca con las manos llenas de sangre. Nunca he visto una película en la que todos los personajes son desechos de cloaca y siguen siéndolo al final. En AVARICIA, todo esto y mucho más consigue poner el estómago del revés hasta a un basurero.”

Harrison’s Reports (1924)

Es la película más importante que jamás se haya producido en América. Su fuerza dramática es comparable con la de obras de teatro como “El precio la gloria” o “Deseo bajo los olmos”. No se puede despreciar una industria que ha producido AVARICIA.”                 Richard Watts, Jr. (1924)

(…) Vista a un siglo, AVARICIA continúa pareciendo una avanzadilla formal de lo que sería con posterioridad el mejor cine de los primeros años del sonoro (…). La máxima aspiración de Stroheim fue la de convertirse en el mayor abanderado del realismo cinematográfico y para ello no tenía intención de efectuar concesión alguna. En AVARICIA, esta descarnada visión del ser humano, combinada con un genio fílmico ilimitado por lo que se refiere a la creación de formas visuales, adquirió tintes explosivos. Todo el film es un culto a lo hiperbólico. Desde la ambivalente actitud de los personajes, bordeando el delirio -la secuencia inicial-  hasta la ruda materialidad de los símbolos -la cama de matrimonio preparada como un escenario teatral-. Exceso que impregna de una cáustica perversión a la narrativa tradicional. Basta recordar el inolvidable momento en que el sacerdote ofrece las alianzas de matrimonio a los protagonistas, mientras al fondo puede verse una ventana abierta por la que desfila un cortejo fúnebre (…).

(…) El 6 de octubre terminaba un rodaje de 198 días. Tenía 446.103 pies de película (unos 136.000 metros). Su objetivo era reducirlos en pocos meses a doce rollos (al parecer la Goldwyn había aceptado un metraje mayor que el que estipulaba el contrato). Al retirarse el equipo de Iowa Hill, uno de los ayudantes dijo a la prensa local que la película estaría lista en ocho meses. Mientras Griffith montaba obras maestras como Intolerancia rápida y eficazmente, en cuestión de semanas, von Stroheim se atascaba y se quejaba en sus películas. En primer lugar, se sentía coartado por la duración impuesta arbitrariamente por los distribuidores. Además su idea del trabajo parecía cambiar día a día, al igual que hacía durante el rodaje. Le resultaba difícil decidir entre las numerosas tomas que había hecho de cada escena. Las semanas se convirtieron en meses. A principios de 1924 había hecho un montaje aproximado, una simple ordenación de toda el material eliminando las tomas duplicadas. Se comenzó a exhibir entre amigos y miembros selectos de la prensa esperando conseguir el respaldo de una opinión pública favorable. Esa primavera la prensa empezó a hablar de una nueva sensacional película. Según Harry Carr: “He visto la película más maravillosa que jamás nadie podrá ver. Era la versión íntegra de AVARICIA de Eric von Stroheim. Un trabajo magnífico de 45 rollos. Entramos en la sala de proyección a las 10:30 de la mañana y salimos tambaleándonos a las 8 de la noche. No sé lo que van a hacer con ella. Es como ‘Los Miserables’. Hay episodios que no parecen tener nada que ver con la historia, pero 12 o 14 rollos más tarde vemos la sorprendente conexión. Es la mejor película que jamás he visto, por su realismo crudo y terrible y por el magistral talento de su director. Pero no sé qué va a pasar cuando se reduzca a 8 rollos. Von Stroheim está suplicando a los directivos de la Goldwyn para que le dejen dividirla en dos entregas y proyectarlas en dos noches distintas”. Carr dice que esta versión de 45 rollos dura nueve horas y media. Otro reportero, Idwal Jones del “San Francisco Daily News”, habló de una versión de 42 rollos cuya proyección del 24 de enero duró nueve horas. (…) El 18 de marzo de 1924 había reducido la película a 28 rollos, es decir, había suprimido la mitad. Pero ya no podía seguir haciéndolo a pesar de su acuerdo con la Goldwyn (…). Se la entregó a su montador Grant Whytock. Este recuerda haber recibido de 26 a 28 rollos. Estudió la película atentamente y se reunía con frecuencia con Nicholas Schenck. Propuso cortar la película en dos partes, una primera de 8 rollos que terminaba con la escena de la boda, y otra de 7 rollos que concluía en el Valle de la Muerte. Whytock recuerda haber suprimido 1.200 pies de planos tan breves que pasarían desapercibidos al ojo del espectador. Recortar planos individuales era un medio habitual de ahorrar algunos minutos en el montaje de las películas mudas y von Stroheim parecía preferir seguir este camino antes que tener que eliminar secuencias enteras (…). Además de dividir la película y afinar los finales de planos, eliminó completamente la historia de Zerkow, que consideraba carente de gusto. Pero su versión de 15 rollos conservaba casi todas las historias secundarias, así como el humor que von Stroheim introducía para aliviar la tensión (…). En una carta de 1948 dirigida a su biógrafo, Peter Noble, von Stroheim recuerda haber mandado 24 rollos y que le devolvieron 18 (las cifras de Whytock son ligeramente diferentes): “Mayer me dijo que la película, que ya era una ruina para la compañía, debía acortarse en 10 rollos. Se lo dieron a un montador que no había leído ni el libro ni el guion y en cuya cabeza no había más que un sombrero. El hombre arruinó mi trabajo de dos años, durante los cuales había hipotecado mi casa, mi coche, mi seguro de vida para seguir trabajando… En una época en que la compañía hacía comedias de 14 rollos, se cortaba mi película arbitrariamente a nueve. El resto del negativo se quemó para obtener 43 centavos de la plata”.

El nombre de June Mathis ha sido asociado con frecuencia a la película, pero su relación con el producto final es mínima. Como directora editorial de la Goldwyn fue ella la que aprobó el proyecto para guardar una “copia de apoyo” del guion original. En enero de 1924, cuando von Stroheim proyectó la versión de 42 rollos para la prensa, Mathis intentó montar por su cuenta la película. Según los materiales de la colección de la M.G.M en la universidad de California del Sur, el 21 de enero ya había preparado una versión de 13 rollos y ocho días más tarde ordenó una serie de cortes breves adicionales. Pero en febrero se marchó a Roma para supervisar el rodaje de Ben-Hur y se desentendió del tema. Al desconfiar de la capacidad de montaje de su director, el estudio entregó la película a uno de sus más prestigiosos escritores, Joseph Farnham, para que montara la versión de 10 rollos que finalmente se distribuyó. Los temores de Stroheim se cumplieron ya que Farnham mutiló grandes partes y unió los huecos abiertos con rótulos. Si le hubieran encomendado la tarea a June Mathis o Marion Ainslee los resultados hubieran sido mucho mejores. (…) Para añadir más leña al fuego, las juntas censoras locales también pidieron más cortes (…). (…) El estreno se programó para el 4 de diciembre en el teatro Cosmopolitan de William Randolph Hearst en Columbus Circle, uno de los locales de estreno más íntimos de Nueva York. La productora de Hearst distribuía a través de la M.G.M y su periódico apoyó la película con fuerza. La decisión de estrenarla en el Cosmopolitan y no en una de las fastuosas salas de Loew en el centro, resulta significativa de la selecta promoción que se le daba a la película. La M.G.M., consciente de la escasa venta en taquilla que tendría, esperaba poder exhibirla en locales reducidos durante mucho tiempo gracias a las buenas críticas y a la curiosidad del público. Sin embargo la crítica la atacó con mayor ferocidad aún que a Esposas frívolas. La prensa de cine estaba exasperada y el excéntrico “Harrison’s Reports” no se esforzó en contener su ira (…). Todo análisis de su singular fuerza dramática era oscurecido por comentarios que se quejaban de su vulgaridad u obscenidad. Von Stroheim había utilizado la técnica Handschlegl para colorear, mediante un proceso de tintado, los objetos de oro de un amarillo brillante. Esto se interpretó como una traición flagrante al realismo (…). En Alemania, un boicot nazi en el estreno del 26 de mayo de 1926 fue la causa de su fracaso, pero en lo que concierne al resto de Europa, resulta difícil explicar el rechazo por parte de un supuesto público más sofisticado (…).

Hoy en día, AVARICIA se ha consagrado como una de las cimas del arte americano de los primeros 40 años del siglo, a la altura, sin duda, de Dos Passos, Dreiser, Thomas Wolfe, Griffith y el King Vidor de Y el mundo marcha. En este continuo redescubrimiento del cine que constituye AVARICIA pueden apreciarse innumerables influencias sobre la obra de cineastas posteriores –vease Fellini y su Amarcord-. (…) Si el cine hubiera avanzado en su evolución al ritmo marcado por creadores como Stroheim, Vidor y Murnau, posiblemente no estaríamos sufriendo hoy una situación tan lamentable (…).

José Mª Latorre, rev. Dirigido, 1989 (extracto).

Richard Koszarski, Erich Von Stroheim y Hollywood, Verdoux, Madrid 1983 (extracto).

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