Fecha y Hora: VIERNES 8. 21’30 h. Entrada libre (hasta completar aforo). Lugar: Salón de Actos de la E.T.S. de Ingeniería de Edificación.
MAESTROS DEL CINE CLÁSICO VI: JEAN RENOIR (3ª parte). Centro de Cultura Contemporánea – Cine Club. Universidad de Granada.
Año de estreno: 1943. Duración: 100 min.
País: EE.UU. Género: Drama.
Cartel de la película. |
Centrándonos ya en ESTA TIERRA ES MÍA, es obligado indicar, antes que nada, que con ella finalizó la relación profesional entre Renoir y el referido Dudley Nichols, iniciada precisamente en el “debut” del realizador francés en la cinematografía norteamericana, con la película Aguas pantanosas (1941), de interés muy inferior a ésta la segunda experiencia en Hollywood del autor de La regla del juego (1939). A la sazón prestigioso sobre todo por su larga y fecunda colaboración con el fabuloso John Ford, traducida en la friolera de quince guiones, Nichols creyó en ESTA TIERRA ES MÍA hasta el extremo de formar con el realizador una sociedad, la efimera Renoir-Nichols Productions, que posibilitara llevar a cabo la película sin injerencias ni concesiones, propósito que llegó a buen puerto en el seno de la entonces muy personal y contrastada productora RKO-Radio Pictures. Por añadidura, la incorporación del director artístico habitual de Renoir, el admirable Eugène Lourié (que, con los años, tan poco afortunado se mostraría en sus contadas incursiones en la realización) a buen seguro proporcionó al emigrado director francés seguridad y confianza en la calidad del resultado.
Mal recibida en su momento, sobre todo y significativamente en Francia, ESTA TIERRA ES MÍA en nuestros días sólo chirría y decae en las dos últimas secuencias, sendos speechs acaso conseguidos a nivel emocional pero que empobrecen la tremenda riqueza de los noventa minutos anteriores, al rozar la banalidad coyuntural del libelo. Por lo demás, desde el primer momento y a lo largo de una narrativa densa y sin altibajos, en ocasiones aligerada por bien dosificadas pinceladas humorísticas, el film se mantiene sólido e irreprochable, reuniendo magistralmente la turbiedad psicoanalítica que gira alrededor del complejo personaje protagonista -tan afín al universo de Alfred Hitchcock y precedente de otra inolvidable creación de Charles Laughton, la que legó al año siguiente en El sospechoso (The Suspect, 1944), quizá no por casualidad realizada por otro gran cineasta europeo emigrado a Hollywood por causa del nazismo, Robert Siodmak- con el reflejo de un férreo compromiso de concienciación, sin incurrir en tentaciones simbólicas o alegóricas ni introducir tópicos o cualquier clase de demagogia, y sirviéndose, con absoluta licitud, de unas magníficas interpretaciones de todo el reparto, sin excepciones”.