Lugar: Salón de actos de la E.T.S. de Ingeniería de Edificación.
MAESTROS DEL CINE CLÁSICO VI: JEAN RENOIR (1ª parte). Centro de Cultura Contemporánea – Cine Club. Universidad de Granada.
Cartel de la película. |
Año de estreno: 1928. Duración: 82 min.
País: Francia. Género: Comedia. Cine Mudo.
Título Orig.- Tire au flanc. Director.- Jean Renoir. Argumento.- La pieza teatral homónima (1904) de André Sylvane & André Movézy-Éon. Guión.- Jean Renoir, Claude Heymann & Alberto Cavalcanti. Intertítulos.- André Rigaud. Fotografía.- Jean Bachelet & Pierre Engberg (B/N). Montaje.- Jean Renoir. Productor.- Pierre Braunberger. Producción.- Les Films Amor / Éditions Pierre Braunberger. Intérpretes.- Georges Pomiès (Jean Dubois d’Ombelles), Michel Simon (JosephTurlot), Félix Oudart (coronel Brochard), Jean Storm (teniente Daumel), Paul Vesa (cabo Bourrache), Louis Zellas (Muflot), Maryanne (sra. Blandin), Fridette Fatton (Georgette), Kinny Dorlay (Lili).
Temática: “Jean es poeta por temperamento, y la inminencia de su incorporación al ejército no le hace ninguna gracia. El trago será más llevadero al coincidir en el servicio militar con su criado Joseph. Mientras, su tía, Madame Blandin, se esfuerza por facilitar su adaptación a las obligaciones militares recomendándolo al coronel Brochard. Jean se convierte enseguida en el blanco de las clásicas bromas de cuartel mientras su criado, el mujeriego Joseph, se aclimata sin problemas“. (FILMAFFINITY).
Valoración:
“En ESCURRIR EL BULTO, si nos centramos en sus aspectos formales, cargará las tintas en el movimiento de la cámara, a la que en ocasiones convierte en un potro desbocado. Ya la primera secuencia nos lo anuncia. Nos encontramos en casa de la señora Blandin. La proximidad del día en que su sobrino Jean, un poeta poco dado a movimientos marciales, debe de incorporarse al ejército, hace que aquélla haya invitado a comer a su casa al coronel Brochard, comandante del regimiento que le ha correspondido a Jean. El objetivo es interceder por el sobrino. Desde los preparativos hasta la escapada final de Brochard, víctima de las torpezas de Joseph, el sirviente, la cámara no cesa de perseguir a los personajes por tres piezas de la casa, un recibidor, el comedor y la cocina. A los travellings, panorámicas, incluso barridos, se suman rápidos planos/contraplanos que aumentan la sensación de movimiento. Sólo una perfecta puesta en escena previamente ensayada con los actores podía permitir tal variedad, y cantidad, de movimientos en tan escaso espacio.
Tras esa secuencia la película se desarrolla enteramente, hasta el epílogo que de nuevo nos devuelve al escenario inicial, en el cuartel. Las secuencias tópicas, en ocasiones resueltas con golpes de humor bastante zafios, se alternan con otras mucho más afortunadas. En muchas ocasiones se ha escrito sobre la posible influencia de la secuencia de la guerra de almohadas en el dormitorio de la tropa -de nuevo con un auténtico alarde de movimientos de cámara- sobre la pelea en el internado de Cero en conducta (Jean Vigo, 1933). En claros homenajes a Chaplin se convierten los ejercicios con caretas antigás y las arremetidas, bayoneta en ristre, contra los muñecos de trapo. Humor y un cierto punto melodramático se unen felizmente en la secuencia en la que Jean asiste, desde su celda, en un continuo juego de campo y contracampo, a los escarceos amorosos de su prometida Solange y el teniente Daumel. Pero donde Renoir carga a tope sus baterías es en la secuencia de la representación teatral. No ahorra ningún tipo de planos: primeros planos, planos de detalle, planos generales, medios, picados y contrapicados… En un ensayo general, aquí en tono burlesco, de la que será secuencia clave en La gran ilusión (1937), el espectáculo de fauno (Georges Pomies) y sílfide (Michel Simon) que representan los reclutas, se basa en la mirada.
La mirada de los personajes que se cruza en todas direcciones. Los espectadores miran al escenario. Los protagonistas del espectáculo lanzan miradas hacia bastidores o buscan ojos cómplices en el patio de butacas, desde bambalinas se observan espectáculo y espectadores e incluso algunos soldados de guardia miran la sala repleta desde más allá de las ventanas que dan a la calle.
De nuevo derivando hacia la burla chaplinesca, tras el descenso de Joseph (siempre genial Michel Simon) cual nueva Nana al escenario y la explosión de los fuegos artificiales, el frenesí se hará imparable. Aquí la burla encabezada por los bailes de Pomiès sustituye a la explosión de júbilo anti-nazi de La gran ilusión. El final del espectáculo será el principio del epílogo, en el que el amor se acomoda a las previsiones: mientras Solange celebra en el comedor su boda con el teniente, y Jean dirige sus carantoñas a Lili, más sensible a sus virtudes poéticas, los criados festejan la suya en la cocina. Como en las comedias de Lope, amos y criados viven sus pasiones juntos, pero no revueltos. Sólo en el cuartel, escenario de ficción dentro de la ficción de la historia, se han unido circunstancialmente“.