Fecha y Hora: Martes 22. 21:00 h. Lugar: Aula Magna de la Facultad de Ciencias.
Ciclo CLÁSICOS RECUPERADOS XXX. Centro de Cultura Contemporánea – Cine Club Universitario. Universidad de Granada.
Año de estreno:1957. País: Suecia.
Duración: 96 min. Género: Drama.
Título Orig.- Det sjunde inseglet.
Director.- Ingmar Bergman.
Argumento.- La pieza teatral “Trämalning (Pintura en madera)” de Ingmar Bergman.
Guión.- Ingmar Bergman.
Fotografía.- Gunnar Fischer (B/N).
Montaje.- Lennart Wallén.
Música.- Erik Nordgren.
Productor.- Allan Ekelund.
Producción.- Svensk Filmindustri (SF).
Intérpretes.- Max von Sydow (Antonius Block), Gunnar Björnstrand (Jons), Nils Poppe (Jof), Bibi Andersson (Mia), Bengt Ekerot (La Muerte), Erik Strandmark (Jonas), Bertil Anderberg (Raval), Gunnel Lindblom (la chica muda), Ake Fridell (Plog), Inga Gill (Lisa), Maud Hansson (joven acusada de brujería), Anders Ek (el monje).
Festival de Cannes: Premio Especial del Jurado
Música de sala: El león en invierno (The lion in winter, 1968) de Anthony Harvey. Banda sonora original de John Barry.
Temática:
“EL SÉPTIMO SELLO principia con unas tenebrosas imágenes de un cielo encapotado a través del cual se filtra con dificultad, cegador, el disco solar. De fondo, unos coros. Asimismo, esta extraordinaria película de Ingmar Bergman, que casi medio siglo después de su realización no ha perdido un ápice de su fuerza ni de su fascinación, puede interpretarse como una digresión sobre los problemas para encontrar la luz en un mundo de tinieblas. Lo que sigue inmediatamente después de ese arranque sobrecogedor así parece corroborarlo. La cámara nos muestra a dos hombres, el caballero Antonius Block (Max Von Sydow) y su escudero Jons (Gunnar Björnstrand), cabalgando por un paisaje no menos áspero que el cielo turbado que asoma sobre sus cabezas: una escarpada franja costera situada aliado de un mar agitado.
Blocky Jons se han detenido en la playa (una playa no menos hostil que el resto del entorno natural que hemos visto hasta ahora: llena de guijarros sobre los cuales resulta incómodo descansar). Mientras Jonsduerme, se aparece ante Block un tercer personaje: Una figura humana, encapuchada y ataviada de negro de pies a cabeza, que tan sólo deja ver un rostro de facciones lunares: La Muerte (Bengt Ekerot). Aparición que Bergman filma con loable sentido del “fantastique.” Antes de que Block se dé cuenta, la Muerte ya está allí, de pie (plano general). Contraplano: Block mira a su izquierda y, entonces, ve a la Muerte. Nuevo plano: rompiendo deliberadamente el raccord, Bergman muestra a la Muerte, avanzando hacia la cámara hasta colocarse en primer plano, en un movimiento cuyo sentido de lo irreal, de lo terrorífico, viene expresado exclusivamente por la colocación de la cámara y el ritmo del montaje (una estrategia narrativa que Bergman repetirá y perfeccionará en posteriores títulos; pienso en la aparición de la anciana dama ante Liv Ullmann, desplazándose sin que en ningún momento la veamos moverse, en la inconmensurable La hora del lobo / Vargtimmen, 1968). Pero esa estampa sobrenatural tiene, a su vez, su inmediato contrapunto: Blockle pide a la Muerte que no se lo lleve todavía consigo, retándole a una partida de ajedrez que, mientras se prolongue, supondrá tiempo extra de vida para Block a fin de que este último consiga aclarar sus ideas.
Block y su escudero han regresado a Europa tras haber participado en las cruzadas, pero el panorama que encuentran es desalentador: la peste, las procesiones de penitentes, la miseria y la quema de brujas han convertido el mundo en una antesala del infierno. Block, que ha visto tantos horrores en las cruzadas, halla en su propio hogar nuevas razones para alimentar el escepticismo religioso que le ha provocado participar en una guerra: Block es un hombre sin fe. Entretanto, esa naturaleza, que ya ha empezado manifestándose amenazadoramente al principio del film, muestra de nuevo su lado menos amable y acogedor en la culminación del relato, por medio de una tormenta en la que rayos, truenos y viento parecen anunciar el Apocalipsis”.
Texto: Tomás Fernández Valentí, “El séptimo sello” en dossier “50 obras maestras del cine europeo”, Dirigido, diciembre 2004.
Valoración:
“No obstante, de la misma forma que la terrorífica aparición de la Muerte tenía su contrapeso irónico en la proposición que le hace Block de jugar al ajedrez, en un intento de prolongar su existencia y hallar antes de morir el sentido de esta última, hay muchas más cosas en EL SÉPTIMO SELLO que hacen de ella una obra profundamente ambivalente. Es verdad que, a simple vista, lo que la película ofrece -y consigue absolutamente- es un retrato duro y sombrío de la edad media como pocas veces ha ofrecido el cine y, sobre todo, la descripción de un mundo cruel y desesperanzado, en el que los hombres sufren y mueren sin estar nunca seguros de que en el más allá encontrarán esa felicidad que aquí les es negada: Un mundo de creyentes que rezan a una divinidad sorda a sus lamentos o que, simplemente, no existe: ese famoso “silencio de Dios” que durante años fue piedra de toque de toda aproximación a la obra bergmaniana.
La forma como Bergman expresa esa soledad del alma, ese horror vacui del hombre enfrentado al pavoroso pozo sin fondo de una eternidad oscura y sin recompensa a tanto dolor, es sin duda alguna magistral: Un hombre sentado a un lado del camino puede convertirse en un presagio de muerte (Jons se acerca a él para preguntarle dónde se encuentran y descubre que el hombre es, ahora, un despojo sin globos oculares); la placidez de una vivienda campesina puede ser el escenario del horror (Jons observa la luz que entra por una claraboya y, al mirar al suelo, descubre que ilumina otro cadáver); y la ejecución en el fuego de una muchacha (Maud Hansson) acusada de brujería se convierte en una confirmación de la imposibilidad de Block de descubrir el misterio divino antes de que se lo lleve la Parca.
Pero en EL SÉPTIMO SELLO hay espacio para otros sentimientos. Están, por ejemplo, la bondad y la ternura que irradian la familia de cómicos de la legua formada por Jof(Nils Poppe), su esposa Mia (Bibi Andersson) y su bebé; Jof se levanta por la mañana y cree ver, en un claro del bosque, a la Virgen María paseando al niño Jesús; la forma como Bergman planifica esa visión, a las cuales Jof es tan aficionado, sugiere perfectamente que se trata de algo que surge del sentimiento íntimo y personal, la fe pura, sincera y sin cuestionamientos del personaje: ¿Acaso no son Mia y su hijo la versión personificada de esas santas figuras a las que venera? (o incluso Jof, Miay el niño una personificación de la Sagrada Familia, hecho que sirvió para que en el momento de su estreno en España el régimen franquista “vendiera” una falsa imagen de Bergman como cineasta católico). Y también hay espacio para el humor: Véase el tratamiento que a ratos recibe Jons(la conversación con el pintor que pinta un fresco apocalíptico en una iglesia para asustar a los feligreses) o el cómico que acompaña a Jof y Mia (la secuencia burlesca en la cual Bergman emplea el espectáculo cómico de estos últimos a modo de contrapunto sonoro de la seducción de la esposa del herrero por parte de aquél; o su fallecimiento a manos de la Muerte, que corta el árbol al cual se ha subido para esconderse del herrero). Por eso EL SÉPTIMO SELLO es una obra maestra de la ambivalencia: Por su manera fresca y moderna de plantear un discurso filosófico y de matizarlo mediante pinceladas subversivas”.
Texto: Tomás Fernández Valentí, “El séptimo sello” en dossier “50 obras maestras del cine europeo”, Dirigido, diciembre 2004.