Fecha y Hora: MARTES 12. 21’30 h. Entrada libre (hasta completar aforo). Lugar: Salón de Actos de la E.T.S. de Ingeniería de Edificación.
MAESTROS DEL CINE CLÁSICO VI: JEAN RENOIR (3ª parte). Centro de Cultura Contemporánea – Cine Club. Universidad de Granada.
Año de estreno: 1950. Duración: 100 min.
País: EE.UU. – FRANCIA – INDIA. Género: Drama Romántico.
Cartel de la película. |
Título Orig.- The river. Director.- Jean Renoir. Argumento.- La novela homónima de Rumer Godden. Guión.- Rumer Goden y Jean Renoir. Fotografía.- Claude Renoir Jr. (Technicolor). Montaje.- George Gale. Música.- Tradicional hindú y extractor de obras de Schumann y Mozart. Productor.- Kenneth McEldowney. Producción.- Oriental International Film – Jean Renoir’s Production – Theatre Guild. Intérpretes.- Patricia Walters (Harriet), Rahda Shri Ram (Mélanie), Adrienne Corri (Valérie), Tom Breen (capitán John), Richard Foster (Bogey), Nimai Barik (Kanu), Arthur Shields (sr. John), Esmond Knight (el padre), Nora Swinburne (la madre), June Hillman (narradora) v.o.s.e.
Temática:
“André Bazin definía EL RÍO como una obra maestra pura en su libro sobre Renoir, mientras que Jacques Rivette escribió que “todo gran film es la narración de una experiencia, lo que equivale a decir que va de lo particular a lo general; lejos de reducir las contradicciones a un conflicto especifico en el que se enreden poco a poco, no descuida los destinos personales hasta llevarlos a los momentos culminantes de crisis: el rostro nuevo, desde su aparición, abre también los ojos ante un nuevo mundo”. Rivette proseguía asegurando que EL RÍO era entonces, junto a Te querré siempre (Rossellini) y lo que pudo ser ¡Qué viva México!(Eisenstein), el único ejemplo de película rigurosamente autorreflexiva en la que sus tres niveles, idea narrativa, descripción sociológica y temas metafísicos, resultaban intercambiables. El proceso de EL RÍO va de lo particular a lo general para culminar finalmente en una vuelta a lo particular que se funde admirablemente al instante en lo general, aunque en la película no hay relato en el sentido tradicional de la palabra, ya que tanto el principio como el desenlace aparecen diluidos y la estructura narrativa está diseñada como la captación episódica de los avatares de una familia inglesa en Bengala. A Renoir no le interesaba tanto el documento antropológico ni la reflexión cultural como mostrar el quehacer diario de unos personajes en un contexto en el que se sienten felices (con la excepción del oficial mutilado y desarraigado que llega a la India huyendo de la compasión de los suyos: el capitán John) pese a que no es su mundo. La acción del film fluye como lo hace uno de los muchos ríos sagrados del país, cuyas aguas nacen en las nieves eternas del Himalaya para desembocar en la bahía de Bengala, lo primero que muestra Renoir.
Aunque la historia arranca en cierto modo con la llegada del desarraigado capitán Johny los sentimientos que genera en Harriet, su amiga Valerie y la muchacha mestiza que se ha educado en una escuela occidental, Melanie, los momentos más bellos e intensos de EL RÍO tienen relación con el pequeño Bogey, el único hermano varón de Harriet. Así, la sencillez y espontaneidad del gesto del niño, que abraza a su hermana y le da palmaditas en la espalda cuando ella descubre que John ayuda a bajar del caballo a Valerie como si fuera “una persona mayor”, gesto que supone, desde la infancia incontaminada, el reconocimiento de lo complejo que es el mundo de los adultos. Mucho después, Harrietdescubre el cuerpo inerte de Bogeytras ser mordido por la cobra. La muchacha, fuera de campo, repite tres veces el nombre de su hermanito, que es la manera elegida por Renoir, preciosa y serena, de manifestar y al mismo tiempo asumir el dolor ante lo que acaba de descubrir; Harriet sabía de los juegos de Bogey con la serpiente escondida. Renoir corta al plano de un grupo de hombres cantando cerca de la residencia de los protagonistas. Ram Singh, el antiguo shij que ahora trabaja como portero de la familia inglesa, los ahuyenta en el mismo momento en que se cruza con dos jóvenes que llevan consigo un ataúd de pequeño tamaño. A continuación, mientras la comitiva se dirige hacia el río con el cadáver de Bogey, Renoir inserta los rostros de las cinco hermanas del pequeño, el de Nan, la niñera india, el de Ram y el de Kanu, el amiguito de Bogey. Apenas vemos el del padre y el de la madre, quienes más sienten la pérdida irreparable.
Análisis:
“En la primera parte de EL RÍO, Jean Renoir rodó desde una posición documental una escena sobre el culto hacia la diosa Kali en Calcuta. En la mitología hindú la diosa Kali, esposa de Shiva, el segundo miembro de la trinidad hindú, juega un papel muy destacado. Kali es la diosa que simboliza a la vez la destrucción y la creación eterna. Para los hindúes, todo acto de destrucción comporta una resurrección, la idea de muerte y la idea de vida son inseparables.
Las tres jóvenes protagonistas de EL RÍOviven una crisis profunda provocada por una escisión entre el mundo de los sueños infantiles -un estado originario de inocencia- y la realidad de una vida adulta que está cambiando su entorno. Durante la primera media hora, el universo donde Harriet vive su infancia es presentado como un lugar paradisíaco. A diferencia de otras películas de Renoir no existe una división vertical de las relaciones horizontales que se establecen entre amos y criados, tampoco existen conflictos (aparentes) de raza y cultura. Las niñas viven en un estado de inocencia infantil. La criada Nan las tralada con sus historias “de los sueños a la realidad y de la realidad a los sueños”. Contemplamos un mundo en estado de equilibrio, marcado por el fluir exterior de un río que trae consigo la vida y que ejemplifica el fluir inevitable del paso del tiempo. El universo descrito por Renoir en la primera parte no es la realidad de la India, sino una imagen idealizada del Jardín de la infancia. El único mundo armónico posible para el mundo occidental: el paraíso perdido.
El guionista hollywoodiano Dudley Nichols -que trabajó con Renoir en Aguas pantanosas (1941)- escribió el año 1952 un bello poema donde definía que en la película el director nos mostraba cómo “en esta India que es un poco la vuestra, hecha de nombres propios de divinidades / el tiempo es la vida y el espacio es la muerte”. En medio de un mundo de ondulaciones suaves en las que domina la horizontalidad -el río fluye siempre horizontalmente- y de colores vivos incapaces de herir la placidez del entorno -admirablemente fotografiados por Claude Renoir- existe otro mundo natural lleno de misterios que aparece como un espacio de muerte y que se alza verticalmente. En el interior del jardín, Renoir nos muestra un árbol de grandes dimensiones, el pipal dentro del cual existe un auténtico laberinto que esconde los misterios más inaccesibles de la naturaleza. Dicho árbol es el símbolo de la selva que se contrapone a la idea de jardín que domina la primera parte del film. Las mujeres hindúes pueden rezar ante el árbol sagrado para pedir a Buda que les dé un hijo y en dicho árbol tiene lugar uno de los grandes hechos trágicos del film: la muerte del pequeño Bogey a manos de una serpiente.
El niño Bogey, que en la primera escena aparece jugando con una tortuga, representa un estadio de la infancia en la que lo importante es el descubrimiento de las cosas del entorno. La mirada de Bogey es la del niño que siente curiosidad por todo lo que le rodea, que quiere saber el porqué de cada cosa. Su inocencia lo llevará a acercarse a lo desconocido, al lado oscuro de la naturaleza, a todo aquello que provoca pánico al hombre civilizado. La curiosidad de Bogey lo llevará hacia la muerte, en un maravilloso momento en el que Jean Renoir suspende el tiempo, para mostrarnos todos los personajes aletargados. La muerte para Bogey es un acto de armonía con el entorno, difícil de asimilar desde una perspectiva occidental donde la escisión entre destrucción y creación, se hace más evidente. Durante el entierro de Bogey, Kanu, su pequeño compañero hindú, será el único que contemplará la ceremonia sin lágrimas en los ojos, preguntándose el porqué de la representación funeraria de los occidentales y las causas de su dolor.
Uno de los momentos más impresionantes de EL RÍO tiene lugar después de la muerte de Bogey, cuando el sr. John, el padre de Mélanie, pronuncia un emotivo discurso: “Debemos celebrar que un niño muera siendo niño aún. Uno de ellos al menos se ha escapado. A los niños los encerramos en nuestras escuelas, les enseñamos nuestros tabúes, los enganchamos en nuestras guerras y no pueden resistirlo. No tienen armadura y los matamos impunemente. Destrozamos a los inocentes, sin darnos cuenta de que el mundo es para los niños”.Con el discurso del sr. John, Jean Renoir lleva a un límite la reivindicación de la inocencia y su apuesta por una visión panteísta del mundo.
El relato de EL RÍO está narrado en primera persona por Harriet, que dirige desde una indeterminada posición temporal -de la que sólo sabemos que está situada en la edad adulta- una mirada hacia la adolescencia. Curiosamente, la voz de la narradora no coincide con la de la actriz no profesional Patricia Walters, que interpreta el papel de la adolescente en la ficción. El narrador literario -alter ego de Rumer Godden, la autora de la novela que inspiró EL RÍO– no puede coincidir con la actriz que representa el personaje en otra dimensión temporal, porque entre la narración y la representación existe una escisión importante. Dicha escisión mantiene un curioso paralelismo con otra escisión fundamental entre el trabajo literario construido en un pasado -la novela- que dará origen a la ficción dramática y una realidad exterior -muchas veces de carácter documental- que el director ha de atrapar en presente y que actúa como contraste de la ficción.
Jean Renoir en un artículo publicado en la revista “Ecran” afirmaba: “El poder más destructivo de las ideas venidas de la India es que ellas revelan a millones de occidentales la vanidad de la acción. Para las gentes de mi generación, Dios era la acción. La forma más popular de dicha acción era el trabajo. La sociedad moderna está basada en el trabajo, es preciso moverse, comprar y vender, producir. En el mundo adulto, la meditación es prácticamente desconocida”. En una escena de EL RÍO, el personaje del sr. John está sentado frente al río y constata que es incapaz de meditar. Su método es el que él mismo califica como digestivismo. “Estoy sentado y digiero lo que veo”. La observación y la contemplación es el recurso estilístico más utilizado en la película y se convierte en el antídoto contra el peligro de un dominio de la acción. Los personajes de EL RÍO contemplan continuamente los movimientos de los otros.
Al final la separación entre el mundo ficticio y el real acaba convirtiéndose en un recurso para buscar una armonía interna que conduce EL RÍO hacia la maestría. Renoir amplía el marco de la diégesis más allá de un decorado previamente fijado. La idea de armonía entre el mundo real -la India- y la ficción narrada, provoca que en la película el fuera de campo de la ficción se integre a la misma. La vida exterior, como el río que da título al film, fluye a partir de un ritmo temporal muy determinado, no existen rupturas. Éstas sólo pueden producirse en el interior de la ficción, donde los personajes están sujetos a otro ritmo vital”.
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