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Poster de la película. |
Año de estreno: 1972. Duración: 100 min.
País: EE.UU.
Título Orig.- The other. Director.- Robert Mulligan. Argumento.- La novela homónima de Tom Tryon. Guión.- Tom Tryon. Fotografía.- Robert Surtees (DeLuxe). Montaje.- Folmar Blangsted y O.Nicholas Brown. Música.- Jerry Goldsmith. Productor.- Robert Mulligan. Producción.- Rex Bechmark Productions para 20th Century Fox. Intérpretes.- Chris Udvarnoky (Niles Perry), Uta Hagen (abuela Ada), Diana Muldaur (Alexandra Perry), Loretta Laversee (Winie), Norma Connolly (tía Vee), Victor French (Angelini), Martin Udvarnoky (Holland Perry), Lou Frizell (tío George), Portia Nelson (señora Rowe), Ed Bakey (Chang-Yu), John Ritter (el conductor), Clarence Crow (Russell).
Temática:
EL OTRO , basada en una novela corta de Tom Tryon, gira alrededor del mundo imaginario y real de Niles (Chris Udvarnosky), un niño que sigue creyendo que su hermano gemelo Holland (Martin Udvarnosky) todavía se encuentra vivo. Mulligan explora en el lado perverso y enigmático de la infancia, en un niño que construye su mundo con los cimientos de la imaginación, espoleado por el misticismo de su abuela de origen ruso (Uta Hagen), instruyéndolo en el hábito de la sugestión -comparten un extraño aprendizaje que llaman El Gran Juego– y del conocimiento metafísico.
Estamos ante un niño imaginativo, Niles Perry, que, como tantas veces en la literatura y el cine fantásticos, tiene un inexistente compañero de juegos: Su propio hermano gemelo, Holland, muerto en un pozo al intentar arrojar a él un gato. No se trata de apariciones fantasmales, sino de que el niño afronta la soledad cultivando su imaginación para negar (e incluso borrar) el pasado: Una forma de rechazar la muerte que lo rodea por todas partes, ya sean la del padre y el hermano, o el hecho de verla reflejada en la locura materna, o en los aires de decadencia que soplan sobre una granja que está dejando de serlo. Los momentos más significativos desde esta óptica serían cuando el niño Niles le pregunta a su abuela estando en la iglesia por qué tenemos que morir, y aquel otro en que la abuela (de nuevo la abuela) fuerza a Niles a que comprenda que su hermano murió y yace enterrado en la tumba que le muestra, forzándole incluso a verse enterrado a sí mismo en cuanto gemelo. “¿He visto ya el mundo real?”, le preguntará Niles a su abuela; “tu mundo es muy real”, le responderá ésta. EL OTRO es un relato sobre el descubrimiento y la aceptación de la crueldad y del sentido de la muerte por parte de un niño.
Valoración:
La novela de Thomas Tryon El otro (Editorial Opera Prima, Madrid, 2001), con la que el autor se adentró en uno de los territorios más frecuentados por la literatura norteamericana desde Mark Twain hasta Harper Lee (la infancia o la adolescencia en el mundo rural) para darle un curioso viraje, comienza con un monólogo del personaje principal, Niles Perry, en el lugar donde está encerrado, “frío, triste, andrajoso…, un lugar poco agradable”, años después de los hechos que aparecen relatados. La película realizada por Robert Mulligan basada en ella empieza, en cambio, con una panorámica paisajística que acaba mostrando al niño Niles Perry (Chris Udvarnoky) solo en el campo, sentado mientras observa un anillo que lleva en un dedo, con el añadido de un inevitable zoom (EL OTRO fue rodado en el año 1972, en plena fiebre de ese movimiento óptico, también conocido como transfocator). Esa diferencia tiene su importancia, por más que el propio Tryon (a quien tal vez se recuerde por su trabajo como actor en, p.ej., el western La ley de los fuertes/Three Violent People, Rudolph Maté, 1955, y el excelente melodrama novelesco El cardenal (The Cardinal, Otto Preminger, 1963) fuera el responsable del guión: sobre el monólogo cae el peso de la inquietud que provocan unos hechos pasados, a los que se hacen referencias, y se proyecta también sobre él la sombra de la anterior literatura rural norteamericana, desarrollada esta vez en Pequot Landing, una “típica ciudad ribereña de Connecticut, pequeña, sin pretensiones, anticuada”; ofrece además detalles visuales que también estarán presentes en el desarrollo del film, como la lata de tabaco “Prince Albert” donde Niles oculta sus tesoros infantiles, mientras que la apertura del film, más blanda, advierte ya, zooms incluidos, de que el cineasta se va a dejar arrastrar por la indudable fotogenia del entorno, por invocar (por así decirlo) el soplo de cierta poesía bucólica, del mismo modo que había buscado cierta poesía urbana en sus anteriores films ciudadanos. Las cosas están meridianamente claras desde ese comienzo: Robert Mulligan se esforzará por envolver al espectador con panorámicas paisajísticas, atraer su atención a través del zoom hacia personas y objetos, a veces de modo explicativo, en tanto que Tryon cargó el prólogo de su estimulante obra con sugerencias que confieren interés al relato desde su arranque y dejan un ácido poso dramático.
Mulligan establece la imaginación/realidad de
Niles en función del uso de la cámara, ya que el monólogo siempre se da con la presencia de uno de los hermanos dentro del plano, técnica subjetiva que se descubre cuando
Niles permanece solo en el comedor de su casa hablando con su fantasmagórico hermano, ante la desesperación de la abuela. Esta propuesta acredita la capacidad innovadora de Mulligan, contrariamente al trato maniqueísta de los gemelos:
Niles evoca la personalidad bienintencionada, amable y sincera, mientras que
Holland representa el lado sombrío, maligno y desagradable. Finalmente,
Holland se impone a la personalidad de
Niles, y provoca una sucesión de actos macabros y misteriosas muertes: La caída de la madre de
Niles por las escaleras ocasionará una invalidez parcial; el infarto de la
tía Vee (Norma Connolly) como consecuencia de ver un ratón dentro de un frasco de confitura; la desaparición del bebé que busca todo el pueblo, etc. El incendio del pajar que cierra el film, obedece a una cierta purificación del alma de
Niles/Holland, hablando en términos cristianos, como lo puede concebir Mulligan. Pero la sugestión de las imágenes sigue presente hasta los últimos instantes… Sin lugar a dudas,
EL OTRO se nos descubre como uno de los ejercicios más estimulantes, inteligentes e hipnóticos del fantástico contemporáneo.
Su búsqueda de poesía bucólica llega a combinarse bien en este caso con la historia de ese niño ensimismado que vive rodeado de signos de decadencia, muerte y descomposición (EL OTRO contiene asimismo el relato de la agonía de una forma de vida): Una granja que ya ha dejado de ser una granja propiamente dicha; una madre enferma incapaz de olvidar un pasado traumático para el que busca una vía de escape en las páginas de “La buena tierra” y “Anthony Adverse”; un emigrante italiano que ahoga en alcohol su angustia por no haber podido encontrar su lugar trabajando en la granja, donde en los momentos de crisis sigue siendo un emigrante, y por lo tanto sospechoso de cualquier cosa; una anciana de la casa contigua que yace muerta en el cuarto de estar sin que ningún vecino lo sepa; un circo visto como una reunión de freaks en los que cada uno puede encontrar un reflejo de sus miedos personales, como en un espejo; un sótano y un granero que sirven como escenario para generar (y alimentar) fantasmas; el dedo cortado de un cadáver; un pozo siniestro… Y en medio de todo el recuerdo de otra desaparición: La del padre de Niles, fallecido cuando bajaba al sótano un pesado cesto de manzanas para su almacenaje durante el invierno: EL OTRO extrae las enseñanzas de un relato gótico para aplicarlas a escenarios más actuales (algo parecido a lo que hizo William Faulkner en su relato “Una rosa para Emily”): Incluso el hecho de que la madre alienada viva sola en la parte alta de la casa retrotrae “Jane Eyre”, del mismo modo que sus sollozos ante el pozo, por las noches cargadas de insomnio y pesar, evocan imágenes de amantes desesperadas en la literatura gótica, de la que la novela El otro es una derivación a la vez que una consecuencia.
Trailer de “The other (1972)”.