EL ECLIPSE

Publicado el 29 octubre, 2013

Fecha y Hora: Martes 29.  21:00 h.  Lugar: Aula Magna de la Facultad de Ciencias.  
Ciclo CLÁSICOS RECUPERADOS XXX Centro de Cultura Contemporánea – Cine Club Universitario. Universidad de Granada.  


Año de estreno:1962. País: Italia – Francia
Duración: 125 min. Género: Drama – Romance.

Cartel de la película

Título Orig.- L’eclisse / L’éclipse.   
Director.- Michelangelo Antonioni.   
Argumento.- Michelangelo Antonioni y Tonino Guerra.  Guión.- Michelangelo Antonioni, Tonino Guerra, Elio Bartolini y Ottiero Ottieri.   
Fotografía.- Gianni Di Venanzo (B/N).   
Montaje.- Eraldo Da Roma.   
Música.- Giovanni Fusco.   
Productor.- Raymond & Robert Hakim.   
Producción.- Cineriz – Interopa Film – Paris Film.  Intérpretes.-  Alain Delon (Piero), Monica Vitti (Vittoria), Francisco Rabal (Riccardo), Lilla Brignone (madre de Vittoria), Rossana Rory (Anita), Mirella Ricciardi (Marta), Louis Seigner (Ercoli), Cyrus Elias (el borracho).   

Música de sala: Blow-up (1966) de Michelangelo Antonioni. Banda sonora original de Herbie Hancock.
Temática:

   “Hay una misteriosa circulación de atracciones y personajes entrecruzados en las películas que componen la llamada “trilogía de la incomunicación” de Michelangelo Antonioni: La aventura (1961), La noche (1962) y EL ECLIPSE (1963). De hecho, se podría añadir a ellas El desierto rojo (1964), pero ésta es a la vez una culminación y un nuevo principio, por lo que resulta también un caso aparte. Sea como fuere, La aventuraempieza con una desaparición y termina con el dudoso inicio de una relación amorosa. La noche se concentra en una pareja hastiada de sí misma y de todo cuanto les rodea, quizá los amantes de La aventura reencontrados años después. Y EL ECLIPSE se abre con una ruptura y se cierra con un nuevo principio, un hombre y una mujer que empiezan a amarse sin saber muy bien por qué. Monica Vitti atraviesa los tres relatos como una presencia vagabunda, de manera que la muchacha a la que da vida en La noche, el oscuro objeto del deseo de Marcello Mastroianni, podría ser tanto la protagonista de La aventura como la de EL ECLIPSE, también dos burguesas ociosas atrapadas en una inextricable red de espejismos sentimentales. Las ciudades son susceptibles de intercambiarse, los interiores producen la misma sensación de hastío e incluso los gestos de Vitti reaparecen una y otra vez, a modo de rimas que conectan una película con otra.

    La aventura, La noche y EL ECLIPSE no son tres universos distintos, sino uno solo que se despliega en diversos planos narrativos. Los personajes podrían salir de uno de ellos para entrar en el otro y la estructura común no se resentiría. El Gabriele Ferzetti de La aventura es tanto el Mastroianni de La noche como el Francisco Rabal de EL ECLIPSE, amantes maduros que se enfrentan al final de sus respectivas “aventuras” a través de la aceptación del tedio o el final de una historia de amor. Una de las imágenes más repetidas es la que muestra a Monica Vitti desapareciendo del plano, fugándose hacia el espacio que hay más allá del encuadre, no sabemos muy bien adónde. Así termina su intervención en EL ECLIPSE, quizá para trasladarse a El desierto rojo, quizá para retroceder y ocupar los inacabables salones de La noche, o para volver a conocer a Ferzetti en La aventura“.

Texto: Carlos Losilla, El eclipse, en sección Flashback, Dirigido, febrero 2005.

Fuente: Dossier del Cine Club Universitario/Aula de Cine. Centro de Cultura ContemporáneaVicerrectorado de Extensión Universitaria y DeporteUniversidad de Granada.

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 Valoración:

   “Si EL ECLIPSE resulta ser la propuesta más radical de la trilogía es precisamente porque esas fugas constituyen su razón de ser. Microcosmos de esos mundos desolados que tanto fascinan al Antonioni de los sesenta, esta película acaba de dibujar el mapa de un territorio sin fronteras, atravesado por múltiples agujeros negros que se comunican entre sí como pasadizos secretos. El espacio es multiforme e inabarcable. El tiempo es sólo una construcción mental.

   Seguramente ni siquiera el propio André S. Labarthe sabía cuánta razón ocultaban sus palabras cuando dijo que EL ECLIPSE no era “una película, sino un carné de notas… el desgarramiento de un relato”, tal como cita Domenec Font en su libro sobre Antonioni publicado por Ediciones Cátedra. La primera y la última escenas son justamente célebres. Al principio, Vittoria (Vitti) y Riccardo(Rabal) aparecen en una habitación, al amanecer, tras una noche en vela que supuestamente ha sellado el fin de su romance. Se mueven como robots por un espacio de aspecto lunar, un entorno cotidiano que se ha convertido en un aséptico campo de batalla. Impolutos, sin una mancha, sin una herida, asisten al desmoronamiento de su universo con palabras estereotipadas y gestos banales. Al final, Vittoria y Piero (Alain Delon), un agente de bolsa con quien parece haber iniciado una nueva relación, se despiden hasta el día siguiente sin demasiado entusiasmo y la cámara los abandona para filmar desérticos paisajes urbanos, aquellos por los que han paseado sus cuerpos desnortados a lo largo de la película u otros por los que ahora circulan otras figuras humanas igualmente indiferentes.

   En medio, vemos escenas de frenética actividad en la bolsa, donde Vittoria conoce a Piero. Vemos a Vittoriacon sus amigas, con quienes comparte un sucinto viaje en aeroplano o una extraña noche de fiesta. Y vemos la casa de Piero, su oficina, y la casa de Vittoria, que vive con su madre, y poco más. Explicar EL ECLIPSE con palabras es una experiencia desalentadora, pues no conduce a nada, a ninguna historia que pueda considerarse interesante. Verla, en cambio, es una de las experiencias más fascinantes que pueda concebirse, pues sus imágenes convierten el vacío que albergan en una sensación asfixiante y pavorosa. Si La aventura es una película de ciencia ficción, EL ECLIPSE, en mayor medida aún que La noche, es una historia de terror.  

   Todas las escenas están concebidas como retablos cerrados sobre sí mismos y, a la vez, abiertos a cualquier posibilidad narrativa. Se trata de un mecanismo ya ensayado en las dos películas anteriores, pero llevado aquí hasta el límite, de manera que apenas existen lazos de unión entre los diferentes tableaux. Por ello no hay que sorprenderse de esos siete minutos finales en los que no sucede nada, postales de la desolación únicamente identificadas entre sí por la música inarmónica de Giovanni Fusco: tampoco en el resto de la historia ocurren demasiadas cosas, hasta el punto de que las idas y venidas de los personajes, siempre sin rumbo, o con rumbos circulares e infinitos, componen algo así como pinturas abstractas más atentas a los movimientos de masas y volúmenes que a la penetración psicológica. Que nadie busque análisis de los sentimientos en EL ECLIPSE, ni mucho menos personajes entendidos a la manera clásica. Los protagonistas, como los decorados, son impenetrables, y sólo podemos conocer su apariencia exterior, metáfora de una sociedad cada vez más escorada hacia la ocultación y la máscara. En la bolsa, todos gritan y gesticulan: el dinero también es invisible, pero genera neurosis, como ocurre cuando algunos inversores pierden sus ahorros, un acontecimiento que la película contempla como un pequeño apocalipsis capitalista. En realidad, ni siquiera existe ya la nostalgia del paraíso. Vittoria se disfraza de indígena africana en casa de una amiga que ha vivido en Kenia. Luego, en los alrededores de su casa, el viento mueve las rejas de las mansiones, vistas en perspectiva como lanzas que apuntan al cielo.  

   Como en el tramo final, toda la película es una sucesión de sombras fantasmales que se mueven por un territorio en principio familiar, pero en el que se sienten extrañamente ajenas. En el último plano, junto con la palabra FINE, una luz extraña inunda la pantalla a modo de eclipse cinematográfico. EL ECLIPSE habla del eclipse de los sentimientos, pues, pero también del eclipse de la narración en el cine. No se trata de la imposibilidad de contar historias, sino de que las historias del siglo XX se han homogeneizado hasta tal punto que da igual contar una que otra, y de ahí la indefinición y la confusión narrativa de la película. Como en el conjunto de la trilogía, todos los personajes podrían ser otros, y sus tribulaciones las de sus vecinos. En un universo alienado y masificado, el individuo pierde su individualidad, aquello que lo caracteriza como tal. Y por lo tanto pierde también la capacidad de narrarse a sí mismo, de hacerse una vida, de trazarse una dirección que seguir. El trabajo, como el amor, se sustenta en huecos ceremoniales que esconden el terror que provocaría ver la realidad tal cual es: cuando Vittoria se va de la oficina de Piero, tras haberse entregado a sus juegos sexuales, él vuelve a colgar todos los teléfonos, que empiezan a sonar sin que nadie responda a las llamadas. 

   Poco a poco, en esas escenas decisivas, el tiempo y el espacio se confunden, se hacen uno, como si para los personajes fuera imposible controlar sus actos en un ámbito que puedan dominar. Los últimos planos, en fin, permanecen aún hoy día como uno de los momentos decisivos de la historia del cine. Una muchacha pasea a un bebé en cochecito. Los lugares por los que caminaron Vittoriay Piero aparecen desérticos, a la luz de un crepúsculo incierto. El rostro de un hombre cualquiera, sus gafas, su mentón. Segmentos de arquitectura moderna que parecen líneas dibujadas en el cielo. Un grupo de personas desciende de un autobús y se aleja de espaldas, como zombis. Otro hombre lee un periódico: “La pace e débole”. La película se esparce en múltiples direcciones sin decidirse por ninguna. Una vez abandonados los héroes de la trilogía, ya no sabe qué hacer. De hecho, podría seguir a cualquiera de esos personajes, como Vittoria cuando espía al hombre de la bolsa, que simplemente se sienta en un café y luego se va. Podría ensayar nuevas historias, nuevos argumentos, tan plausibles como el que ha narrado EL ECLIPSE. Da lo mismo, porque para el Antonioni de aquella época todos los relatos, todas las relaciones, todos los hombres y todas las mujeres, son iguales a sí mismos y a los demás”.

Texto: Carlos Losilla, “El eclipse”, en sección “Flashback”, Dirigido, febrero 2005.
 


 

 
 

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